Hasta aquí, todo muy lindo... La ciudad crece vertiginosamente y sigue sumando ofertas, cada vez más atractivas, para quienes buscan nuevos horizontes donde depositar sus sueños y su futuro; para quienes, desde la región, miran a Villa María como una opción para visitar, para disfrutar, para comprar, para entretenerse. Y demostrado quedó, sobradamente, que hay voluntades individuales, en todas las áreas: arte, educación, comercio, industria, salud, deportes y actividades recreativas... Y no cabe duda, Villa María es, hoy por hoy, una “niña bonita” del interior provincial, que viene creciendo sostenidamente pero en forma dispersa, inorgánica, caótica, podría decirse.
Y las buenas ideas germinan desordenadas en un crisol rebosante que pide a gritos un orfebre que termine de fundir el oro en polvo de las ideas, voluntades y esfuerzos particulares, y le dé forma a la joya.
Pero, dejémonos de metáforas: lo que hace falta aquí es una gestión capaz de aglutinar, de coordinar, de arbitrar los mecanismos para que cada gema de la joya luzca por sí misma y al mismo tiempo contribuya a engrandecer la pieza final.
Y la clave, o al menos una de las claves, está en la generosidad y la capacitación. Porque llega un momento en la historia de los grandes proyectos -y Villa María hoy es eso- en el cual quien o quienes asumen la responsabilidad de gestionar, quienes deciden tomar la posta de la historia, deben estar a la altura de los acontecimientos, siempre más vastos que ellos, siempre más trascendentes que los individuos.
Entonces, lo que la “niña bonita” necesita es que se la planifique con generosidad y capacitación; con la decisión para poner la vista en el futuro y la humildad que demanda el respeto por su historia y sus raíces.
Lo que la “niña bonita” necesita es una gestión que la quiera y la respete como todas y cada una de aquellas voluntades individuales que, muchas veces a media luz, muchas otras desde el anonimato, aportan esfuerzo y pasión para cuidarla y hacerla crecer.
Menuda tarea.