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El fiscal Francisco Márquez pidió el mínimo de la pena prevista por la legislación para el robo perpetrado con un arma de fuego cuya operatividad no se pudo tener por acreditada |
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Un joven villamariense fue condenado ayer a tres años de prisión de cumplimiento efectivo tras admitir su responsabilidad penal en los hechos que se le atribuían, aunque se excusó señalando que su adicción a las drogas lo había llevado a delinquir.
La doble confesión fue pronunciada en la sala de audiencias de la Cámara del Crimen local por Darío Sebastián González, de 22 años de edad, quien no sólo se reconoció un adicto a la marihuana y la cocaína, sino que también pidió ayuda al tribunal para que pueda tratarse profesionalmente durante el tiempo que permanezca entre rejas.
Rebelde en fuga
González, apodado “Quique” y con último domicilio en Intendente Maciel 1070, debió haber sido juzgado a mediados de diciembre de 2009, pero cuando llegó el día del proceso oral no se presentó y fue declarado en rebeldía.
En realidad fue su padre quien en aquella oportunidad concurrió espontáneamente en el Palacio de Justicia para informar que su hijo había decidido no presentarse y que por tal motivo se había ausentado de Villa María, no pudiendo dar más explicaciones al respecto.
Sin embargo, González fue detenido algunas semanas después, aunque resistiéndose violentamente cuando la Policía lo apresó en la vía pública. Fue tal el encono del joven prófugo, que golpeó a un efectivo y con la cabeza rompió la luneta del móvil del CAP en el que era trasladado a la Comisaría de Distrito.
“Soy un adicto”
“Hice todas esas cosas porque soy un adicto a las drogas”, confesó sin tapujos al declarar ante la camarista Silvia Saslavsky de Camandone, el fiscal Francisco Márquez, la defensora oficial Silvina Muñoz y la secretaria Gabriela Sanz.
Tras relatar que en los últimos años consumió tanto marihuana como cocaína, Darío reconoció públicamente ser “un enfermo” y expresó su voluntad de querer curarse, para lo cual pidió “consideración” al tribunal con la intención de que lo ayude a tratarse por su adicción a las drogas mientras permanece privado de la libertad.
González se encuentra actualmente alojado en uno de los pabellones del complejo carcelario de Bouwer, próximo a la capital provincial, desde donde ayer fue trasladado bajo estrictas medidas de seguridad por personal del Servicio Penitenciario de Córdoba.
La confesión del acusado permitió que el juicio fuera de trámite abreviado, es decir omitiéndose la recepción de pruebas testimoniales en la sala. Previo a ello, la Fiscalía y la Defensa habían acordado solicitar la pena finalmente impuesta.
La imputación
“Quique” González fue declarado coautor responsable de “robo calificado” por uso de arma de fuego cuya operatividad no pudo acreditarse (sencillamente porque el arma en cuestión jamás se encontró), y autor de “resistencia a la autoridad reiterada” (dos hechos), “lesiones leves” y “daño”.
El primero y más grave de los delitos fue ése por el que iba a ser juzgado el 16 de diciembre del año pasado, y que había quedado pendiente a partir de su rebeldía judicial.
El hecho en cuestión se produjo alrededor de la 0.30 del 23 de abril de 2009 y tuvo como víctima a Laureano Reynoso, hijo de un efectivo de la Policía Federal, cuando circulaba con su moto a tiro por avenida Intendente Maciel tras haberse quedado sin nafta.
Al llegar a la intersección con calle Sucre, el joven fue abordado por dos menores de edad, que comenzaron a golpearlo con la intención de robarle, y segundos después se sumaron al ataque Darío González y Sergio Sebastián Peralta, alias “Checho”, este último empuñando un arma de fuego y el primero aplicando golpes de puño.
Luego de reducirlo definitivamente a Reynoso le sustrajeron un MP4 marca Philips, un teléfono celular Ericsson y una billetera que contenía documentos y 40 pesos en efectivo.
Por ese hecho, Peralta recibió en diciembre último una condena de tres años de prisión de cumplimiento efectivo, principalmente por tratarse de un ladrón reincidente que era sentenciado por tercera vez por la Justicia villamariense.
En la víspera le tocó el turno a su cómplice, quien también compareció acusado por los otros hechos delictivos cometidos cuando se resistió tenazmente a la detención policial.
La condicional, por ahora no
Cabe señalar que González no es un delincuente reincidente, por lo cual podría acceder al beneficio de la “libertad condicional” una vez cumplidos los ocho meses de prisión. El asunto es que se trata de un presidiario con una muy mala calificación disciplinaria (tiene apenas un 2 en conducta) y ha sido sancionado varias veces desde que se encuentra alojado en Bouwer.
Esta situación hace que no proceda otorgársele el referido beneficio excarcelatorio que sí se le concede a los convictos primarios, siempre y cuando observen buena conducta durante el período de detención.
Lo que vendrá
Darío sabe que el encierro puede ser mucho más largo de lo previsto, pero más que nada que su libertad va a depender pura y exclusivamente de la evolución que experimente en los próximos meses, sobre todo en materia de conducta y disciplina.
Por eso pidió ayuda. No sólo para sortear las rejas que le ponen cerco a su libertad, sino también para doblegar su adicción a las drogas que, según sus propias palabras, lo ha convertido en un delincuente irascible con un futuro por demás sombrío.
Con entereza, Darío admitió ayer que es un enfermo y aseguró que quiere curarse. Y la Justicia puede darle una mano para conseguirlo.
De los dos depende...
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