Hubo un tiempo en que los baúles de los autos de Villa María volvían cargados de artículos comprados en Córdoba capital. Tiempo de éxodo.
Un tiempo en que las grandes tiendas que atraían a los habitantes de la región con sus vidrieras de sábanas, frazadas, botas para el agua y ropa a precios únicos (Baravalle, Aduriz, Cabezón...) habían desaparecido bajo el peso del "progreso globalizado" con indumentaria de marca, calzados de piel de cocodrilo carteras leopardo y cubrecamas rasados.
Un tiempo en que el cartel de Supermercados Baudino ya no estaba, había caído como los sueños de sus trabajadores.
Un tiempo en que negocios emblemáticos como Seppey, Guino Botta dejaron de ser y quedaron por siempre en el recuerdo de los que alguna vez con anotaciones en un papelito buscamos un producto raro y lo encontramos.
Hubo un tiempo. En que el Híper Libertad era una cadena de supermercados pertenecientes a capitales cordobeses, con Euclides Bugliotti a la cabeza y las mega superficies comenzaban tímidamente a asomar su trompa ante el asombro y el temor de los comerciantes de barrio.
Un tiempo en que los hipermercados, causaron furor en una parte de los consumidores de la ciudad deseosos de escapar de la rutina, de divorciarse por un momento de las baldosas tantas veces contadas, de las rondas en las esquinas, de la vuelta al perro y del tipo de la despensa (ese amigo del alma) que te anotaba en una libreta la mercadería cuando el sueldo se había esfumado por obra y gracia de la inflación y las necesidades.
Y allá iban, los ávidos de novedades, los amantes de los carritos llenos, los consumidores compulsivos, los jefes de familia ansiosos de ahorrar unos pesitos. Iban, en masa.
A pasear, a conocer, a sorprenderse con la variedad, a buscar cartelitos de ofertas, a comprar.

@El Primer Mundo en La Docta

Sí, hubo un tiempo en que los grandes emprendimientos gritaron “tierra” al pisar el cemento de La Docta. Llegaron sin Colón, sin carabelas, pero ofreciendo una diversidad que parecía propiedad exclusiva de Francia, España o Estados Unidos.
Era el tiempo de un peso, un dólar. De las cuotas y más cuotas para tener auto nuevo, equipar la casa con electrodomésticos no tan domesticados y adquirir un programa en cómodas cuotitas hasta para la propia vida.
Todo bicho que camina iba a parar al escaparate.
Hubo un tiempo. De tarjetas de crédito usadas hasta el límite y más allá. De fábricas con puertas cerradas, de pequeños y medianos empresarios intentando sobrevivir.
Y así como muchos residentes de estos lares, y de otros, partían a vivir las delicias de Miami, a conocer el paraíso caribeño entre mojito y Cuba libre, a gastar dinero en Brasil y Paraguay en un "todo por dos pesos".
Así, muchos se iban a la capital de la provincia para mirar cara a cara a la tan mentada "modernidad" llegada de los confines de la “tierra prometida”. Para dejarse seducir por "el encanto" de estas criaturas, hijas del mercado del último tramo del Siglo XX.
Los centros comerciales con sus luces, cines, patio de comidas, juegos, artículos de numerosos rubros y fuertes promociones llamaron la atención de un interior en busca de la novedad típica del Primer Mundo. Ese que no está a la vuelta de la esquina y mucho menos en el patio de tu casa.
Ese que parece hecho a tu medida, pero en realidad tiene la medida ajena.
Luego, hubo un tiempo en que el furor pasó, la crisis impactó en los bolsillos y las bondades y esfuerzos del comercio local (que no bajó los brazos a pesar de los golpes) fueron reconocidas por los propios viajeros.
Allí, en el barrio seguía (aprendiz de profeta en su tierra) estando el que "te salvaba la vida" cuando hacía falta el pan en la mesa y las monedas tenían el brillo de la ausencia. Allí, en el centro continuaban remando, entre las aguas de la globalización, los comerciantes de tu pago, de tu región.
Hoy, ya en el Siglo XXI, la ecuación se invierte. Los hipermercados ponen sus ojos en la Villa de Manuel Anselmo Ocampo. Nadie va hacia ellos, ellos vienen hacia nosotros. Cosas de la vida.
El Híper Libertad ya no es de Bugliotti (que hoy muestra su poderoso "Dinosaurio") sino del Grupo francés Casino. Y a pasos de la autopista, sobre la 158, tiene casi lista su obra en el centro del corazón del país.
Wal-Mart, concebido en Arkansas (Estados Unidos) como una tienda autoservicio de Sam Waltson, y creciendo a pasos agigantados hasta desembarcar en Argentina en 1995, también posó su mirada sobre esta ciudad.
Y uno se pregunta. ¿Vienen a ejercer sobre otras poblaciones su magnetismo? ¿Funcionarán como un imán para traer más pasajeros de un turismo de ocasión a la orilla del Ctalamochita?
Es posible. Lo cierto es que el éxodo para ir en su búsqueda ya es cosa del pasado.