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Las vivencias de la mamá. Silvia escribe en un cuaderno el día a día en la clínica junto a su hijo. No se mueve de su lado. Tiene, además, otros tres hijos |
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Gerardo Chiodi tiene 27 años y lleva 43 días internado. Su mamá, Silvia, no se mueve de su lado. Le habla, le cuenta lo que sus amigos le escriben en el face, le narra historias, le canta, lo acaricia y lo besa. No puede creer lo que está viviendo pero, como toda madraza, se sobrepone a su dolor para pensar en su hijo. Tal como hacía una madre famosa, la actriz María del Carmen Valenzuela durante la convalecencia de su hija Malena, ella escribe su diario íntimo, en el que deja plasmado su dolor y sus sentires mientras Gerardo duerme.
El joven no tiene daño cerebral alguno pero está en coma al “dormirse las neuronas”, un caso único que se da entre miles de personas y que es muy raro (es una reacción adversa al uso de algunos medicamentos, que se caracteriza por una alteración en el estado de la conciencia, que puede llegar a ser mortal si no se lo trata a tiempo y con los cuidados necesarios). Desde el 12 de julio, este chico se encuentra en la Clínica de Especialidades intentando despertar de ese sueño profundo en el que se ve sumergido. Su mamá, y médicos que hicieron y hacen una rehabilitación particular, hacen todo para que eso suceda.
Silvia le cuenta a EL DIARIO la historia, sentada al lado de su heredero. Recuerda que, aquel día de julio, el hermano de Gerardo lo halló tirado en el suelo, descompuesto, en su casa de James Craik. Ella se encontraba de vacaciones.
Pasó por el nosocomio de aquella localidad, al que llegó con falta de oxígeno, y luego fue derivado a este centro asistencial de Villa María. “Creían que podría haber tenido un ACV (Accidente Cerebro Vascular), pero no. Y se había tragado su propio vómito”, detalló la mujer. Gerardo ingresó en coma 4 y así permaneció muchos días.
El diagnóstico presuntivo es “síndrome neuroléptico maligno”, que provoca que “las neuronas no trabajen”. “A veces, esto se da por la ingesta de medicamentos, otras por el monóxido de carbono”, indicó Silvia.
“No se puede saber cómo están sus neuronas. Puede quedar así, puede despertar”, dice con lágrimas en los ojos.
El joven sufría de trastorno bipolar y había intentando suicidarse. Por prescripción médica, tomaba neurolépticos y ya se encontraba bien, de hecho su familia se hallaba de vacaciones al momento del suceso. Gerardo salió de la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) el martes y se encuentra estable, en una habitación común de esta clínica privada de calle Corrientes.
“Hace quince días comenzamos con un grupo de trabajo conformado por especialistas, que iniciaron la rehabilitación en la misma UTI, algo que no se da habitualmente”, precisó Silvia.
“Cuando nos dijeron que no había daño cerebral, había que estimular neuronas. Por eso, le pongo música, le cuento lo que le dicen los amigos, le hablo del rugby, porque jugaba en Oliva, y le transmito cosas”, confió.
Silvia manifestó su “infinito agradecimiento” al personal de la clínica y a los médicos Alan Zazú y Luciano Caponselo, además de “los ángeles de la guarda”, las especialistas Irene y Cecilia Manzanares y la magíster Jorgelina Milanesio, “formando ese equipo de trabajo que necesitamos para empezar, de manera pausada, la recuperación”.
“El neurólogo Carlos González elogió el esfuerzo y el tesón que todas ponían para lograr un poquito cada día disminuir el síndrome”, explicó.
La mujer rescató que es la primera vez que un equipo de neurorehabilitación ingresa a la UTI y se siente agradecida a la clínica por permitir esto.
Silvia repara en el hecho de que a los 20 días su hijo abrió los ojos y hoy se refugia en la fe para sostener que de un momento al otro Gerardo volverá a vivir como corresponde. Hoy él no habla, pero recibe muchos mimos en el alma. Seguramente, con la fuerza del amor, podrá volver a volar.
Diego Bengoa
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