Decenas de familias de distintas localidades de la zona encuentran en la costanera villamariense un lugar especial para pasar sus tiempos libres. Relax y diversión a orillas del río Ctalamochita, con una agenda de espectáculos que fortalece su atracción en los meses de verano.
La ribera local es el espacio predilecto de gran parte de los habitantes de la ciudad e imán para los de las poblaciones vecinas. En invierno, se transforma en el recorrido obligatorio de los domingos. En la temporada estival, cada rincón es copado por jóvenes y familias que van a tomar sol, mates y darse un chapuzón.
La zona es invadida de punta a punta en diciembre, enero y febrero. Hay playas para todas las edades. Los jóvenes se adueñan de las arenas del barrio Santa Ana, de la bajada de calle Entre Ríos y del arenero, al final del barrio Vista Verde. También conviven familias en otros sectores, como el del barrio Mariano Moreno.
En febrero último, EL DIARIO realizó un informe que abarcó las distintas playas. Entre los testimonios recogidos por un periodista, sobresalió la cantidad de visitantes.
Es que muchos grupos de localidades de la zona encuentran en la ribera villamariense el sitio para vacacionar cuando los bolsillos no permiten viajar hasta los centros turísticos por excelencia. No obstante, en aquellos casos en que la gente sí viajó a algún punto de la provincia o del país para descansar, igual escogen a la costanera local para pasar sus horas libres.
Es que la comunión de verde y sol en invierno agrada a propios y extraños. Y las distintas playas repartidas a lo largo de doce kilómetros son tentación en la época de calor.
El protagonismo de la ribera no es nuevo ni propiedad exclusiva de este siglo.
Años atrás, y los nostálgicos lo conservan en el álbum de recuerdos, el río era la cita obligada. El mate, el asado y un buen partido de truco. No existían los spa ni los countries, sólo el rumor del agua, el temblor de las hojas y la felicidad de compartir en familia un día al aire libre. A río libre.
“Cuidado, que es traicionero”, decían los mayores con el sentido de precaución que dan los años. Pero las arenas acariciaban los pies y los más temerosos detenían su marcha cuando las rodillas se mojaban.
Sí. El río fue parte de la vida de la ciudad y la región. Fue el remanso y el torbellino.

Tango, folclore y rock

El rating de la costa se dispara para arriba en verano. Las noches de tango en la explanada del monumento al General San Martín acapara la atención de abuelos de toda la región, que hasta llegan con sus sillas y el equipo de mate para disfrutar del espectáculo bajo la luz de la luna.
El Festival de Peñas en el Anfiteatro municipal es el show por excelencia. El megaevento de cada febrero, con artistas nacionales e internacionales, hace confluir a miles de vecinos de Villa María, los pueblos de la zona y habitantes de ciudades como Río Cuarto, Córdoba o Rosario.
Cuando este diario dialogó cada noche de la última edición del festival, en el coloso de cemento, con los espectadores, la mayoría señaló que no residía en esta ciudad, que llegó para este evento y que en la tarde disfrutaba de la costanera, a la que casi todos calificaron de “hermosa”.
También en la orilla del río hay espacio para los amantes del rock (con el Costanera Rock, que hace subir al escenario a bandas locales y de pueblos vecinos) y para la Fiesta del Lago, con deporte y música.

Invasión

Cada noche de verano y cada domingo de invierno, la avenida Libertador General San Martín y la Bruno Ceballos son invadidas por buena parte del parque automotor local, uno de los más importantes del país, a lo que se le agregan los vehículos que llegan de la zona.
Se transforma así en un espectáculo en sí mismo: tanto adolescentes y jóvenes como matrimonios con sus hijos “se enganchan” en la tradición de recorrer el sector que va desde el puente Alberdi a la confitería Fin de la Costa, con embotellamientos en la zona de los monoblocks, frente al lago.
¿La atracción? Mirar y sentirse mirado.