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28 de Agosto de 2010
Entrevista - Hay cinco tipos que tienen al menos dos cosas en común: aman la música y están privados de la libertad
“Si realmente te gusta la música desaparecés de acá”
Sergio Brizuela (30), voz; Javier Santacruz (30), batería; Roberto Arnaudi (30), bajo; Juan “Mambrú” Prado (29) y Mauro Barrionuevo (23), guitarras, integran el grupo de rock Infiltrados, que ensaya en la capilla de la cárcel de barrio Belgrano de esta ciudad, donde cumplen condena
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F1: Infiltrados, en pleno ensayo, hacia esas horas de “libertad” tan preciadas. F2: Los músicos y el profe Juan Rosa (el segundo desde la izquierda) posan en la sala de ensayo, con el “trapo” que es la enseña del grupo

Después de dejar los documentos, las llaves y el celular en la Guardia, entramos al patio del Establecimiento Penitenciario Nº 5 del barrio Belgrano de esta ciudad. Luego, la primera pesada puerta custodiada se cierra detrás de nosotros. Más adelante, otras puertas, más rejas, y la opresiva sensación de encierro se va colando en la piel aún de quienes tenemos la seguridad de que un par de horas después volveremos a pisar la calle recién regada. Ahora, angostas escaleras. A medida que ascendemos, vienen a nuestro encuentro los acordes simples y potentes de un rock y hay en esa rara mezcla de música y prisión un irónico maridaje.
Otra pesada puerta con candado se abre y entramos a la Capilla de la prisión, donde ensaya Infiltrados.
Un raro viaje comienza.
“Más o menos en noviembre del año pasado yo estaba rindiendo el cursillo de ingreso y lo cruzan a Javier al pabellón donde yo estaba. Bueno... charlando, me mostraba fotos de donde había tocado y me dijo, tengo una batería tirada ahí; por qué no nos fijamos si podemos hacer algo acá. Nosotros ya nos conocíamos de los recitales, de la ruta, digamos... Yo no sé tocar nada, pero me gusta el rock. Así que yo hice un escrito, sin comentarle nada, para que no se comiera un bajón si no nos daban nada. Así llegó el escrito favorable para nosotros, en el que decía que éramos los encargados de formar la banda. Y justo en esos días vino a tocar Mr. Mojo y se empezó a correr el boca a boca de que se iba a armar una banda acá, en el Servicio Penitenciario. Así arrancamos, con Javi, con una batería y una guitarra criolla que nos habían prestado. A todo eso, no había ningún guitarrista. Ahí apareció Juan ‘Mambrú’, y como te digo, todos con muchas ganas pero nadie sabía nada”, relata Sergio.
“Ahí volvimos a escribir a Córdoba, a la Cámara, para que autorizaran a entrar al profe (Juan Rosa) y desde la Cámara todo bien, re-bien con el proyecto y con el espacio que nos brindan. Tenemos toda la mañana, y los martes a la tarde estamos un rato solos. Eso es algo muy difícil de conseguir hoy por hoy, acá”, agrega.
“Nosotros tres estábamos en el primer proyecto. Y nos sabemos juntar a la noche, con una criolla, hasta las 11 y media de la noche -que es la hora hasta la que nos dejan- a sacar temas”, señala Mauro.
“Para mí, que nunca había hecho nada así y no sabía que me gustaba tanto, es algo muy fuerte, porque acá adentro los siete días de la semana, dos o tres estás bajoneado, más allá de que a la mañana te ocupes de hacer la fagina, a la tarde me dedico a la Universidad y le ayudo a estudiar a mis compañeros y hago una revista: La Saeta. Siempre intento hacer algo, pero llega un momento en que también, vos sabés cómo es esto, se te va la cabeza... Y hacer música es una manera de descargar un montón de cosas. O sea, yo quiero seguir para adelante y te dan ganas de seguir viviendo”, dice Javier y sus compañeros asienten mientras habla, dejando claro que el concepto es compartido.
“Y además, es una manera, también, de tirarle una onda a los otros, para que vean que se puede hacer algo; a alguno que esté medio quebrado, decirle, ‘loco, venite a hacer música con nosotros. Para salir del fondo’. Y acá, en la sala de ensayo, no estamos presos, estamos con la música, nos divertimos, lo pasamos bien. Yo me siento en la batería y estoy en mi casa, en la costa, en el centro... Cuando estoy con la batería, navego, me subo a la nave y me voy”, cuenta Javier.
“Lo que pasa es que si esto realmente te gusta la música, desaparecés de acá”, asegura Mauro.
“El bajón viene cuando volvés al pabellón y escuchás el ruido de los cerrojos de las puertas. Pero bueno, es así, hay que darle para adelante”, reflexiona Javier.

@ Los sueños y el proyecto

“Queremos hacer algo en serio. Lo tomamos como proyecto, tratando de que el día de mañana se pueda presentar en la calle, salir a tocar a lugares y hacernos conocer. Somos gente que cometió un error en la vida pero buscamos una manera de zafar de eso, de tratar de componernos en la vida, a través de la música, que es algo que te llena mucho. La idea es esa: meterle para adelante, poner la cabeza en la música, que es lo más lindo que hay y llevarle lo que estamos haciendo a la gente, para demostrar, de paso, que la gente puede llegar a cambiar, a través de la música. También se pueden buscar otras formas, como el teatro, por ejemplo. Pero la nuestra es la música. Además, todos estudiamos, y trabajamos”, señala Javier.

@ De ida y vuelta

“Yo tengo trabajo en la calle, en el Patronato de la Infancia -aclara “Mambrú”- y una vez al mes salgo a la calle”.
“Mambrú” es el que está más cerca de recuperar la libertad, por eso, la pregunta es obligada.
¿Qué vas a hacer cuando salgas?
“Voy a volver a tocar con ellos; esa es la idea”.
“Vamos a ser realialistas. Uno por ahí acá piensa cosas que después en la calle no hace. Mucha gente piensa ‘voy a cambiar, voy a cambiar’ y después en la calle no cambia. La calle es muy tracionera. Uno le va buscando la vuelta acá adentro, de mejorar un poco cada día. Y esto nos ayuda”, dice, no obstante, Javier.
El, vale remarcar, era el único que conocía algo de música de antes de caer preso; era el único que venía de la música. Los demás, descubrieron la música en la cárcel, la música como una opción de superación.
“Yo voy a estudiar música cuando salga. Está decidido; no sé si va a ser inmediatamente, porque primero tengo que acomodarme, pero sí; voy a mantener contacto con el profe ”, asegura Mambrú.

@ Agradecidos

Todos los integrantes de Infiltrados coinciden, entre otras cosas, en agradecer a sus respectivas familias “por el aguante, por la ayuda y la comprensión”, dicen.

@ Es sólo rock and roll, pero...

Ahora vuelven a tocar y nosotros, a la calle, al trabajo, a nuestra cotidianeidad, tan distinta de la de los Infiltrados.
Ellos se quedan ahí, con ese cachito de libertad que consiguen entre cuerdas, parches y amplificadores.

@ Brilla en la Oscuridad

Sale a recorrer
la ciudad siniestra
en sexo castigado
busca refugio en un bar
y sigue brillando en
la oscuridad
Se desnuda fingiendo
ser feliz
pensando en
cualquier cosa
menos en lo que
iba a venir
su idea era partir
el la envolvió en
sus brazos
y al piso fue a parar
ella no sabía qué hacer
sólo le quedaba gritar

Siniestra en sexo
castigado
perdida y seca se rompió
heridas densas
le han dejado
que en el vacío
la enterraron

En su casa se preguntaban
dónde está mamá
hoy no ha vuelto a casa
y el dolor empieza
a nacer
tres hijos ha dejado
y el dolor empieza a nacer
no saben que su madre
ya no va a volver
Siniestra en sexo
castigado
perdida y se quedó
heridas le han dejado
que en el vacío la dejaron

Letra: Javier Santacruz
Música: Infiltrados

Texto: Sergio Stocchero
Fotos: Roberto Zayas

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