Escribe: Dr. Julio Nóbrega (*)

Durante el corriente año se han realizado múltiples homenajes para recordar los 200 años que han transcurrido desde el primer Gobierno Patrio.
Celebrar o recordar hechos importantes, tanto en la vida institucional como personal, implica reflexionar para obtener los cambios que surjan como necesarios. Se trata de provocar mediante la evaluación de lo acontecido una revolución, entendida ésta como modificación de la realidad y no como hecho súbito o violento.
Si ello no se hace, todo queda en una mera formalidad no deseada por nadie que tenga buenas intenciones.
Esto es lo esencial y como hombre de Derecho del Bicentenario, motivado además por conmemorarse el Día del Abogado en la fecha, quiero reflexionar para adoptar los cambios necesarios para un mejor servicio de justicia.
Se pueden hacer muchas críticas dirigidas a todos quienes somos parte indispensable en el servicio de justicia. Sin embargo, me interesa expresar cómo debemos desempeñarnos hoy para que la profesión y la administración de justicia logren adecuadamente sus fines.
Esto no significa resignar el ejercicio del derecho de peticionar que mediante los colegios de abogados y demás instituciones se hace en forma permanente.
Vivimos un presente complicado pero, especialmente, muy burocrático, a lo que debemos agregar que se ha adoptado la modalidad de judicializar en forma alarmante los conflictos.
Frente a esa realidad, propongo que la palabra, el diálogo, la mediación, la concertación y toda otra modalidad que se nos ocurra para acercar a las partes se intensifiquen cada día más.
Los abogados obtenemos nuestro mayor éxito cuando logramos solucionar el problema del cliente lo antes posible. La demora o dilación mediante juicios interminables provoca perjuicios económicos y emocionales que los ciudadanos no están dispuestos a soportar.
Los abogados debemos paliar las carencias del servicio de justicia, asumiendo verdaderamente el rol protectorio que la profesión implica, materializándolo con una actitud de negociación, de acercamiento, dejando los Tribunales para aquellos casos que realmente no podemos solucionar pese a nuestra buena fe y leal voluntad.
Para esto se necesita también que los ciudadanos tengan la misma predisposición, aunque -bien vale decirlo- aconsejo a éstos acostumbrarse a concurrir a su abogado en forma preventiva evitando los conflictos.
Nuestra profesión enfrenta el bicentenario con grandes dificultades, tanto a nivel nacional como local; la administración de justicia se encuentra grave a pesar de las acciones que se intentan por parte de todos con el fin de lograr "dar a cada uno lo suyo", propósito último de la Justicia como valor.
Plantearnos la problemática de la administración de justicia con un criterio actual implica, como primera medida, que cada uno de sus integrantes, esto es magistrados, funcionarios, empleados y los abogados como auxiliares de aquella, obremos unidos no sólo a través del conocimiento científico, sino también mediante el entendimiento que somos una única y sola parte porque tenemos un objetivo y obligación común: resolver los problemas de la gente en forma rápida.
Esto se logrará con una mayor comunicación entre quienes estamos cerca, es decir, el juez de la causa y las partes del litigio. En otras palabras, estoy proponiendo involucrarnos en forma práctica para ser los autores directos de la dinámica de los procesos judiciales y sortear así las carencias que padece el Poder Judicial.
Convenir soluciones, acordar simplificar el trámite, permitir más participación a los ciudadanos-clientes de manera que al vivir desde adentro su problemática adopten la postura conciliadora que propugno y contribuyan con la celeridad y la solución.
Demás está decir que el Poder Judicial, a través de su máxima autoridad, el Tribunal Superior de Justicia, debe responder de la misma manera.
He tenido participación en todas las organizaciones de abogados locales, provinciales o nacionales, actividad que me ha permitido vivir de cerca la experiencia de ejercer el derecho de peticionar.
Como consecuencia de su escaso resultado y sin querer liberar a los responsables de los poderes públicos de sus obligaciones, propugno hoy lo que he expresado precedentemente.
La lentitud, las carencias y las fallas del servicio de justicia se modifican -quiero poner énfasis en esto- mediante la profundización de la relación entre quienes estamos más cerca: los magistrados, los funcionarios, los abogados y los ciudadanos-clientes.
Esto implica un cambio que contribuirá con los otros que vengan y que esperamos hace tiempo.
Para terminar quiero decir que ejercito mi propuesta de cambio hace tiempo y me ha dado resultado. Para quienes compartan mi postura, los invito a que obren de la misma manera y, demás está decirlo, cuentan conmigo.

(*) Presidente del Colegio de Abogados de Villa María