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Pierigé, que volvió de España a radicarse en Bell Ville, confesó que pintar le provoca angustia. Yáñez exhibió obras abstractas |
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El viernes por la noche se llevó a cabo la apertura de las muestras simultáneas de la bellvillense Maricel Pierigé y el joven Guillermo Yáñez en la planta alta del Museo Fernando Bonfiglioli.
En la sala de Exposiciones Temporales, se exhibieron las obras de Pierigé bajo el título “Pinturas del silencio”. En diálogo con EL DIARIO, la licenciada en Bellas Artes por la UNC brindó una explicación de sus trabajos, desarrollados en acrílico con algunos pasajes en óleo y una paleta de colores complementarios o monocromáticos, que muestran en su mayoría a la interacción de figuras femeninas. “Me interesa la expresión de los rostros y las manos. En sus gestos deposito lo positivo de la vida, mientras que en las miradas, como preguntas, introduzco lo peor de la condición humana”, añade. A simple vista, para un espectador desprevenido, estas significaciones no aparecen tan evidentes como lo señala la autora. Incluso en un cuadro, sensual, que intenta denunciar la trata de personas.
Estos abordajes artísticos se podrían inferir por un anclaje afectivo previo, cuando Pierigé experimentara la condición de extranjero en España. “Aquí vivía en una burbuja, protegida, pero allá te das cuenta de quién te ayuda de veras y quién no”, añadió.
Maricel, viajó a mediados de los noventa hacia Barcelona con su pareja, el filósofo Xavier Viñals, donde finalmente se casarían, criarían a sus hijos Itzá e Icel, y residirían durante diez años. Aunque no padeciera en carne propia la discriminación, adquirió “un sentido dramático de la vida”.
Asimismo confesó: “Para mí pintar me despierta angustia y dolor. Pero es menos costoso que la terapia”, concluye entre risas.
Por su lado, Yáñez -en su segunda muestra individual luego de exhibir en el café “Sol y Luna”- aportó en la sala de Arte Joven una serie de bocetos pop y abstractos en cartón y paspartú, con técnicas mixtas (esmalte, aguarrás, acrílico y birome), sobre “Mundos apocalípticos”, que se completaron con cuadros en la misma tonalidad opaca, sobre madera (o hardboard). Junto a sus pinturas, el artista local regaló a los asistentes bolitas de tierra y arcilla para sembrar plantas alimenticias en espacios infértiles o no utilizados. “Es crear conciencia y hacer algo productivo”, indicó.
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