Realizada en 1593 la fundación de Córdoba por don Jerónimo Luis de Cabrera, fueron luego interrumpidas sus gestiones por la llegada de Gonzalo de Abreu, pero seguidas por los sucesores de ambos, los cuales se empeñaron en dirigir y gobernar el territorio, apaciguar y catequizar a los naturales y, al mismo tiempo, hacer producir las feraces tierras que la Corona española les entregara en encomienda. Para realizar esa obra de civilización y colonización, los conquistadores hacían repartición de las tierras conquistadas a los principales personajes que actuaban en dicha conquista; y éstos entraban a actuar, rodeados de peligros de toda índole; valiéndose de su propia industria y habilidad y siempre amenazados por el albur de mañana y teniendo que luchar, ordinariamente, lejos de los escasos lugares poblados, con la escasez de todo lo necesario para la implantación de cualquier industria productiva que pudiera hacer soñar a quienes la acometían con una vejez tranquila y holgada. Por cierto se ha de tener que todo ello influyó, para que fueran contados aquellos primeros colonizadores que pudieron tener, ya en sus sepulcros, la satisfacción de que sus nietos o bisnietos conservaran, siquiera, aquellas tierras regadas y fecundadas con el sudor y lágrimas de los primeros dueños: en la actualidad, tal vez sobren dedos de las manos, para enumerar cuántos descendientes de aquellos primeros conquistadores, conserven esos bienes primitivos como herencia de sus gloriosos antepasados. Al estudiar algunos aspectos curiosos y llamativos de uno de esos casos singulares de conservación de bienes en el fin al que su dueño los destinó, hacer resaltar la importancia económico-social de un hombre de negocios, en pleno Siglo XVII, en Córdoba; y con el objeto de dejar patente y clara la benemerencia benéfico-cultural de un hombre de ese siglo, que alentó nobles ideales en la formación y en el empleo de sus cuantiosos bienes adquiridos con industria y honradez, van las siguientes líneas conteniendo, al mismo tiempo, algo del copioso haber documental de la inagotable vena de los archivos cordobeses. Este tema hará conocer la figura interesante de ese personaje que aún no ha merecido su inserción en el catálogo de los hombres beneméritos de nuestro pasado histórico, a pesar de que hasta en nuestros Libros o Actas del Cabildo, está consignada la actividad y largueza del aludido personaje que no es otro sino el capitán Juan López Fiusa, Feusa o Fuisa, como lo mencionan los muchos documentos que de él hacen referencia: no quisiera suponer que por el hecho de haber terminado sus días en la celda de un convento y como religioso profeso del mismo, se tendió desde hace 250 años, un velo de espeso silencio sobre su nombre y sobre su memoria, como si no hubiera tenido amigos y…¡también beneficiados! Antecedentes personales Por lo que hace a sus antecedentes de Patria y origen, nos proporciona algunos el testamento que hizo labrar el mismo López Fiusa, en Córdoba el 23 de junio de 1694, con el Escribano Luis Izquierdo de Guadalupe, leyéndose en esa pieza: "Yo el Capn. Juan Fiusa Alguacil maior de la Santa Cruzada, natural de la Villa de Ponto de Lima en la Rivera del Miño en el Reyno de Portugal, hijo legítimo de Antonio López Fiusa y de Dña. Inés Suárez de Araujo…"; declara que fue casado con Dña. Lorenza Avila y Zárate (ya difunta), etcétera, etcétera (*). Para el año 1640 ya se encuentra en Córdoba nuestro personaje, como lo asegura un hermoso documento de su puño y letra, existente en el Archivo de la Merced de Córdoba, en donde se lee: "…el año cuarenta me casé en la dha. Ciudad de Córdova con Dña. Lorenza de Avila y Zárate; hijo y nieta de los res. governadores Dn. Lorenzo Suáez de Figueroa i de Ln. Juan de avila zarate". Pero para esta fecha ya debía ser "hombre de posibilidades", pues se asegura en el testamento que con fecha 7 de julio de 1700, ante el escribano Tomás de Salas, hizo en su nombre el P. Fr. Francisco Zarza, que al contraer matrimonio con Da. Lorenza, había él entrado "al matrimonio con caudal de cuarenta mil pesos…" Con este, entonces, enorme capital, López Fiusa se debió abocar arduamente a la tarea de acrecentar, tanto su capital como las tierras que aportó la esposa Da. Lorenza, como herencia de sus padres "…en el dho. Río Tercero jurisdicción desta Ciudad ñeque fue mejorada en tercio y quinto…", y también en la adquisición que él gestionó de una media legua que perteneció cuarenta años antes a los indios Yucat, ya desaparecidos, y donde hizo la donación el gobernador D. Fernando de Mandoza Mate de Luna, en documento labrado en Santiago del Estero el 26 de abril de 1683. Al hacer el pedido López Fiusa a dicho gobernador de esa media legua de campo, después de mencionar los méritos de su esposa "hija y nieta de gobernadores", añade: "Y yo por mi parte a tiempo que he asistido en Dha. Ciudad, he acudido en todas ocasiones que se an ofrecido del servicio de Su Majestad que Dios guarde, y por la puntualidad con que he acudido en todas ocasiones he sido ocupado con diversas comisiones de su Real servicio y de presente lo estoi en esta ciudad de Córdova por su Magd. en lo de Alguacil maior de la Santa Cruzada y para sustentar las obligaciones que corren y acudir a las cargas de la vecindad tengo necesidad de que Us. en nombre de Su Majestad se sirva de hacerme merced, de media legua de tierra en contorno que fueron de los indios de Yucat y de la cañada de Tiopujio y común Cochecorral; por quanto a más de cuarenta años los estoi poseyendo personalmente y mis ganados pasiendo en ellas, como es público y notorio; y no aver en las dhas. Tierras en todos estos años indio natural del dho. Pueblo, que me contradijera dha. posseción…". (*) Archivo histórico de Córdoba. Textos extraídos de la Revista de la Junta Provincial de Historia de Córdoba. Fascículo "El Capitán Juan López Fiusa" (Siglo SVII) por Fr. Avelino Ferreyra Alvarez.
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