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1 de Septiembre de 2010
Soja negra - Sorprendentes detalles de la investigación judicial
Cómo operó el prófugo Baeza para engañar a los hermanos
Bajo promesas de ganar dinero prácticamente sin hacer nada, les hizo firmar numerosos papeles y los convirtió en presidentes de una supuesta cooperativa. Así, Carlos y Laura Rodríguez quedaron implicados en la banda que evadió millones de pesos
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“Las manifestaciones de los imputados Rodríguez corroboran, sin margen de dudas, la supuesta existencia de una organización ilícita dedicada a la evasión de tributos, pero a la vez desnudan una realidad de haber utilizado a personas extrañas y sumamente vulnerables, como instrumentos para la realización de las maniobras delictivas. Subrayo, en este aspecto, una doble conjunción sobre la situación de los hermanos Rodríguez: su escasa instrucción y los serios problemas económicos por los que atravesaban, y que fueron, en definitiva, las condiciones ideales para introducirlos en la compleja maniobra.”
La frase pertenece al juez Mario Eugenio Garzón y está contenida en el fallo mediante el cual dictó el procesamiento de 25 personas involucradas en la megaevasión sojera, investigada exitosamente por el Juzgado Federal de Villa María.
Del mismo modo, el magistrado ordenó el sobreseimiento de Carlos Horacio y Laura Daniela Rodríguez, tras determinarse que habían sido víctimas de un engaño por parte del único imputado que se encuentra prófugo: Fernando Baeza.
Los Rodríguez, sin saberlo, llegaron a ser titulares de abultadas cuentas bancarias que los convirtieron en millonarios virtuales, ya que jamás retiraron ni una moneda.
En una parte de la extensa resolución, de 316 fojas, se incorporan las declaraciones que ambos villamarienses prestaron los días 20 y 21 de mayo pasado.
Por razones de espacio, a continuación se transcriben los aspectos fundamentales de ambas declaraciones...

Qué dijo Laura

- “Yo vivía al lado de una tal Rosa, en calle Progreso 475 (...). Ella se separó y se casó con Fernando Baeza, ahí fue que lo conocí a él. Eramos buenos vecinos, nos hicimos amigos (...). Esto fue en el año 1996 ó 1997.”
- “Un día, hace unos tres o cuatro años atrás, Baeza me visita y le dice a mi hermano Carlos si no quería entrar a una cooperativa, y él le dijo: ‘Bueno’. Le pidió la fotocopia del documento y mi hermano fue a firmar papeles de la cooperativa. Fernando le dijo que iba a cobrar $1.000 por mes porque mi hermano tenía que viajar, en calidad de presidente, a ver a muchos clientes en varios lugares del país.”
- “A los dos meses, Baeza le dice a mi hermano que no podía ser presidente porque tenía antecedentes por peleas callejeras cuando era chico. Ahí fue cuando Fernando me ofreció entrar a la cooperativa. Me pidió el DNI (...) y la promesa de pago por $200 ó $250 porque yo no iba a tener la misma función de mi hermano. Me dijo que yo iba a recibir esa plata sin tener que hacer nada, salvo firmar unos papeles.”
- “Me llevó a firmar a dos escribanías y me indicó dónde firmar los papeles. Me dijo que eran unos poderes para que yo fuera la presidenta y no tener que viajar a ningún lado. Una escribanía está en calle La Rioja y la otra en calle San Martín. Una escribana era rubia, muy elegante, pituca, con unas uñas que me llamaron la atención, de nombre Nilda Cocca.”
- “En estas escribanías firmé todo lo referido a la cooperativa de la que iba a ser la presidenta y los poderes. Yo no leí lo que firmaba; Baeza me decía que no tenía que preocuparme de nada, que él se iba a ser cargo de todo. Yo le tenía mucha confianza. Además nos hizo firmar lo mismo a mi mamá, a dos vecinas y a la hija de Rosa. Yo estaba como presidenta y mi mamá como secretaria.”
- “La sede de la cooperativa estaba al frente de la plaza en calle Mendoza, cerca de la Municipalidad, al lado de una óptica. Ahí supuestamente estaba mi oficina, en la que nunca trabajé. Era una oficina chica, con computadoras y dos escritorios.”
- “Cuando firmé eso, pasaron unos dos meses y Baeza fue a mi casa y me dijo: ‘Laura, te necesito’, y me llevó en el auto de él a la oficina. Ahí nos esperaba un hombre robusto, morocho (...) y un hombre mayor, canoso, con bigotes, de unos 50 años (...). Me dan una carpeta con muchos papeles adentro que tenía que firmar, eran unas 20 ó 30 hojas. Yo estaba muy nerviosa (...) y no pude leer qué era. Las palabras que ponían ahí eran muy raras. Lo único que pude leer fue ‘toneladas’; es como si yo estuviera vendiendo algo, no había papeles de banco. Nunca fui a ningún banco para firmar nada.”
- “Me cansé de firmar porque eran muchos papeles (...). A la cooperativa fui esa sola vez. Desde que me buscó a mí cambió su modo de vida, cambió los muebles, tenía un auto y después se compró un auto muy importante. Por un año me pagó $250 y después me dijo que la cooperativa se daba de baja. Esto fue hace como dos años y me hizo firmar unos papeles en los que me dijo que yo autorizaba a que dejara de funcionar.”
- “Nunca fui a ningún silo o acopio. Nunca fui a comprar dólares, no conozco lo que es un dólar. Nunca vi a ningún contador. Nunca nos juntó a todos los que integrábamos la cooperativa, siempre nos veía personalmente.”
- “Me enteré que en la cooperativa estaban mi vecina Romina y su mamá Norma, porque una vez él dijo que le faltaban las firmas de ellas. Norma a veces limpiaba la casa de Baeza (...), y también le cuidaba la casa cuando él se iba de vacaciones.”
- “Nunca me dijo qué hacía la cooperativa, yo creía que era para dar trabajo a la gente.”
- “Cuando Baeza me ofreció esto me dijo que todo era legal, que había una escribanía, que estaba la mujer de él metida en esto y que no la iba a cagar. Yo nunca me imaginé que esto me iba a traer un problema. Recién me enteré cuando allanaron la casa de mi mamá.”

Qué dijo Carlos

- “Yo no tenía trabajo, salía a vender verduras a la calle con mi padrastro, y Fernando Baeza vivía al lado de mi casa (...). Pasó el tiempo y un día Fernando me dijo si no quería ganarme $1.000 pesos por mes. Me dijo que ellos iban a abrir una cooperativa de trabajo y que yo iba a ser el presidente. Me dijo que teníamos que ir a Buenos Aires para firmar los papeles.”
- “Viajamos en colectivo: fuimos la mujer de Baeza, de nombre Rosa; la hija de Rosa, que se llama Natalia, y yo. El pagó los pasajes. Llegamos a Buenos Aires, nos tomamos un taxi y nos fuimos al departamento de la hermana de Baeza. A la tarde nos fuimos para Once y entramos en un edificio público, con una puerta grande y antigua, donde hay muchas oficinas. La gente que estaba ahí tenía saco y corbata. Baeza y otras personas empezaron a hablar, yo no sabía de qué hablaban, no les presté atención.”
- “Cuando terminaron de hablar me hicieron firmar a mí primero. No leí lo que firmé, él me apuró cuando yo quise leerlo, pero me dijo que firmara tranquilo porque después firmaban Rosa y Natalia. Los papeles tenían un membrete grande en la parte de arriba, pero no me acuerdo qué decía. Yo firmé como presidente, Natalia como vicepresidente y Rosa como contadora.”
- “Yo no presenté ningún documento; en esa época no tenía documento, tenía la tirilla, y él me la pidió y le sacó fotocopia. Después el me ayudó con el trámite para sacar el documento. Yo en esa época estaba moroso, le debía $180 a Telecom y él me pagó la deuda. De ahí, ellos se fueron a otra oficina con otra gente que estaba vestida con trajes, hablaron durante 10 minutos y nos fuimos. Me pagó el pasaje de vuelta y me volví solo, ellos se quedaron allá.”
- “Cuando vinieron al otro día fuimos al Banco del Lavoro. Ahí Baeza me abrió una cuenta a mi nombre (...). Cuando llegué tenían todos los papeles preparados, solamente fui a firmar al banco. Después, en el mismo banco, me hicieron firmar otros papeles en los que quedaba como apoderada la contadora Rosa. Me llevaron a mi casa y me dijeron que esperara un mes para empezar a cobrar. De ahí no tuve más nada con ellos.”
- “Nunca me pagaron nada. Al mes y medio de eso viene Baeza y me dice: ‘Carlos, la empresa no salió, se cayó porque faltaron papeles que no pudieron conseguir, no le dieron el OK’. Me dijo que no salió porque yo tenía antecedentes por peleas callejeras. Después la llamaron a mi hermana y de ahí nunca más supe nada, porque me fui a vivir a Córdoba. Tiempo después me volví a Villa María. Hace un mes (mediados de abril) lo vi a Baeza. Tenía un Bora de color gris, siempre andaba bien vestido.”

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