El estadio repleto fue un show y las sensaciones por la goleada dejaron a Sergio Batista muy bien ubicado. Nadie se acordó de Maradona


Escribe: Juan Manuel Gorno
(enviado especial de EL DIARIO)

"Mirá papi, ¡mirá a Messi!"… Un pibe alucinado le habla a su padre con los ojos saltones cuando el seleccionado argentino aparece en escena. Miles son los flashes que se pegan uno a uno para la foto del recuerdo. Saltan los que no quieren ser ingleses y se codean los cientos de periodistas radiales de todo el país en los pupitres del Monumental, como si fueran alumnos de las actuales escuelas incómodas de Macri.
Así se fue gestando el espectáculo que sobre el final encontró los fuegos artificiales y una algarabía argentina excepcional, como si el entusiasmo de aquel pibe hubiese contagiado al resto, que fue bastante. Y se puede decir espectáculo con todas las letras, desde el respeto a los campeones del mundo en los aplausos hasta lo que imprimieron los propios protagonistas. Porque los cinco goles devolvieron con creces lo que costó la entrada para ver a este duelo de estrellas que pocas veces suele verse en nuestro territorio. Pero más aún, los cuatro tantos que convirtió el nuevo equipo de Sergio Batista sobre España dieron rienda suelta a una ilusión renovada.
Nadie, ni siquiera un ratito, se acordó de Maradona, como si fuera mejor respetarlo desde el silencio y poner la vista y el ojo clínico sobre este conjunto albiceleste que mató al campeón mundial con su misma receta: hacer pasitos y pasecitos cortos, haciendo correr la pelota hasta encontrar el vértigo y la explosión de un Messi o Tévez que pueda marcar la diferencia exacta.
No es casualidad entonces que estos dos citados fueran los más ovacionados de la multitud, con cantitos exclusivos que dejaron por sentado para qué lado va el cariño de la gente.
De todas maneras, lo que ganó Argentina ayer fue algo más que una simple sonrisa. Recuperó cierto crédito perdido, si se tiene en cuenta lo que hoy por hoy habla el planeta sobre este resultado abultado. Además, retornaron con aceptación generalizada Cambiasso y Zanetti, como si hubieran necesitado esta reivindicación ante la injusticia que padecieron, viendo Sudáfrica 2010 por televisión. Y en materia de lo nuevo, mucho se habló en el Monumental de lo bien que jugó Banegas, siempre guapo para pedir la pelota y buscar asociarse con Messi.
Es cierto que todo esto se verificó bastante en el primer tiempo, ya que el segundo fue de España, que no jugó como antes (o como siempre) porque el técnico Vicente Del Bosque prefirió romper con la sociedad Xavi Hernández-Iniesta, poniendo a cada uno en distinto período de partido.
Claro que esto será un problema de los españoles, que llegaron en buen número y se fueron moviendo la cabeza como diciendo "sólo fue un mal día".
En Argentina se sintió otra sensación, buena, placentera, esperanzadora. Una sensación que dejó en lo alto a Batista, el ahora ex interino.