Con las luces apagadas en el escenario se veía una especie de living. Luego la gente, y con las explicaciones del cantante, se enteraba de que ese era el departamento de él y sus músicos. Con una mesa y su ventilador, una repisa llena de libros y las ventanas con las cortinas abiertas, el lugar parecía muy acogedor. Además del sofá que estaba allí para que Ismael se sentara de vez en cuando, se encontraban varios vecinos que revivían en las historias del trovador español.
A las 21.50 y con gente que todavía entraba al lugar se empezó a escuchar el sonido de un reloj. Acto seguido unas llaves que jugaban con la cerradura y una puerta que se abrió dieron lugar al ingreso del cantante. Ya en el escenario y con su “Buenas noches Córdoba”, la gente comenzó a disfrutar.
Con la canción “Vuelvo” del nuevo CD se abrió la noche y llegaron los primeros aplausos. “Del trabajo a la casa y de la casa al trabajo es el camino que siempre hacemos, sin saber si es el camino que habíamos soñado”, se despachó. Por eso es necesario “soñar y cuestionar varias cosas, ya que la realidad la podemos vivir con los sueños y no con ‘El espejismo’” y comenzó a cantar.
“Amores imposibles”, “Ya ves” y “Te vas” continuaron en un show donde la historia de amores, desencuentros y pasiones se hicieron presentes. Todos ellos con protagonistas de ese edificio donde “se conocen todos, pero que no está lejos del efecto globalizador y cada vez hablamos menos”.
Con “El virus del miedo” y la historia de su vecino que vive constantemente del miedo y con puertas blindadas, se preguntaba qué debía ser vivir. El final de la historia era con ese vecino sin poder llegar a una mujer que pasaba por la acera, por el hecho de tener enrejada sus ventanas.
Luego vendrían temas como “Vine del norte”. “Si se callase el ruido” y los momentos para reflexionar. Con “Regalo para un primer cumpleaños”, se daba cuenta de que quiso escribir una carta a un recién nacido para explicarle la vida, mientras que de ellos nosotros seremos aprendices. La crisis europea no faltó y en “Podría ser”, donde acumula derrotas, dejó un claro mensaje de lo que vive hoy en día España. “En nuestro país son tiempos difíciles para muchos. Una crisis injusta que tiene como solución ajustes que los pagan los que no tienen nada que ver con ella”, afirmó. Y dejó un deseo: “Ojalá que esta crisis sirva para crear un lugar más bueno para vivir”.
Interactuando constantemente con el público y riéndose con las ocurrencias del percusionista Javier Bergia, la noche parecía no acabar. Fue con este último que cantó “Gracias a la vida”, que la cantó entre otras la “inolvidable Mercedes Sosa”. Con el público se dio el gusto de corear una chacarera. Allí cantó “Se ha enredado en tu cabello”, donde una pareja bailó y el aseguró: “El folclore de acá se reinventa siempre. Se sacan cosas maravillosas de él”.
Y continuaron los éxitos en un Orfeo lleno de personas que fueron testigos de este show íntimo. “Recuerdo”, “No reconozco”, “No estarás sola” y “Sucede que a veces” comenzaban a despedir la noche. Volvió dos veces en supuestos cierres del espectáculo. Allí le regaló al público “A las madres de Mayo” y “Papá cuéntame otra vez” lograron las mayores coreadas y emociones. Con “Zamba del emigrante” y “Ultimamente”, donde planea huidas para rehacer la vida terminó.
Fueron 23 temas, tres horas y media de un show al que clasificarlo como excelente es poco. Pero no sólo eso, como el dijo: “La trova me hizo compañía, perseguir sueños, tener poesía y sobrellevar el cansancio que a veces resulta ser hombre…”, algo de eso le regaló a los cinco mil que fueron. Fue un show donde quedó claro que cada vez que lo escuchemos nos vamos a acordar de vivir.
Juan José Coronell