|
Con la llegada de setiembre, Esquel y el cerro La Hoya combinan el blanco de la nieve con el verde de los primeros brotes, lo que conforma un escenario ideal para disfrutar de la Naturaleza a pleno.
Porque si durante el invierno, las pistas de esquí son las que se llevan todo el protagonismo, con el arribo de un clima más templado y los días claros con brisa leve, es posible alternar entre los deportes de invierno y las mismas actividades que distinguen a Esquel durante el verano: el treking, las navegaciones lacustres, las cabalgatas, el canopy y hasta el rafting.
Por eso, la primavera es el momento perfecto para disfrutar al máximo de la variada oferta que tiene este rincón de la cordillera chubutense.
Nieve primaveral
Gracias a las importantes nevadas de fines de agosto y la orientación particular de La Hoya, la temporada de esquí se extenderá en esta región hasta el 17 de octubre. Un clásico de este cerro que todos los años suele ser uno de los que cierra sus pistas más tarde.
Al estar orientada hacia el sur, las pistas de La Hoya no sufren tanto la acción del sol durante el día, mientras que las noches frías y el clima seco ayudan a que la capa de nieve permanezca más tiempo y en mejores condiciones. De ese modo, las pistas permiten disfrutar más del esquí.
Y el clima más templado invita a dedicarse no sólo al esquí, sino también a compartir espacios como los decks de la Confitería La Piedra y la Escuela de esquí y snowboard, ambos en la cota de 1.600 metros sobre el nivel del mar, que se convierten en verdaderos solarium para descansar, disfrutar de la gastronomía local y pasar un buen momento con amigos.
Por otra parte, en sitios como Alto Río Percy, donde también se pueden encontrar laderas tapizadas de blanco, es posible seguir recorriendo los bosques de cipreses, lengas y coihues equipados con raquetas de nieve, para luego compartir una merienda en el pequeño restaurante de un emblemático poblador de origen mapuche.
De nuevo en la ciudad, es momento de programar actividades que van desde el clásico viaje en La Trochita, el tren a vapor más antiguo de Argentina y uno de los pocos que siguen corriendo en el mundo, hasta el canopy en la zona del Parque Nacional Los Alerces.
De hecho, en esta época del año se pueden combinar numerosas actividades, como las excursiones lacustres al Alerzal Milenario o al Lago Kruguer, las cabalgatas en las laderas del cerro Nahuel Pan o en la zona del Valle Chico; y el avistaje de aves en compañía de especialistas alrededor de lagunas cercanas a la ciudad como Las Carao, La Zeta o Terraplén.
Y al regresar de estas salidas a la Naturaleza, la ciudad estará a la espera con las comodidades de siempre, como el Casino, sus chocolaterías y bares, e incluso con novedades permanentes como la apertura de tres nuevos restaurantes en los últimos dos meses.
Contacto:
Secretaría de Turismo
Esquel: www.esquel.gov.ar
Tel: (02945) 451927
Ruta alternativa
Siestas de Santiago
Escribe: El peregrino
impertinente
Llamo por teléfono a un colega de Santiago del Estero. Atiende la secretaria: “El no está, vas a tener que comunicarte después. Tené en cuenta que es muy temprano todavía”, me dice. Eran las seis de la tarde. En la provincia norteña, las seis de la tarde es demasiado pronto como para andar buscando gente. Ni me quiero imaginar si llamaba cinco menos cuarto. Hubiera sido un atrevimiento sólo comparable a hacerle pito catalán a la reina de Suecia.
Más que una convención, es una convicción social: para los santiagueños, las siestas son largas, profundas y se respetan a rajatabla. ¡Hay de aquel que ose quebrantar tan sagrada tradición! Queda marcado de por vida. Las viejas le sacan el cuero en el almacén: “Ja, miralo a ése. Anda todo el día trasiestado. Igualito a la madre, siempre fue una mujer de la siesta”. Rodeados por los malos hábitos del pos almuerzo, los siestámbulos de aquellos pagos son muy mal vistos.
Sin embargo, esa lacra humana representa un segmento mínimo de la población de Santiago. La inmensa mayoría duerme una siesta acorde a lo que dicta la Constitución Provincial: cuatro horitas, de dos a seis. Los tipos se despiertan enlagañados. “Buen día”, dicen cuando empieza a caer el sol. No meriendan, desayunan. Son siestas bestiales, uno sale de la cama todo mareado. Se deja el espíritu y la capacidad de reacción en las sábanas.
Pero vaya a mencionárselo a un santiagueño. Es como si le insultaras a la madre. Decirle “Loco, cómo vas a dormir una siesta tan larga”, es lo mismo que “Loco, qué gorda, loca y jodida que es tu vieja”. Un desagravio, un insulto al honor que deviene en venganza. Siempre y cuando no haya una siesta de por medio que lo impida.
Otras notas de la seccion El Diario Viajero
Una alternativa a Puerto Madryn
Lo árido y lo verde haciendo magia
Mortadela estaba el mar
La gran maravilla de Oceanía
Ver, sentir y admirar
|