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15 de Septiembre de 2010
Idiázabal - Festejos Patronales y fundacionales
Gora (arriba) el Centenario
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El plantel municipal formó parte del desfile cívico de los grandes festejos del fin de semana

Los jóvenes vascos que el día 8 de setiembre pasado partieron de su Idiazábal natal (pueblo enclavado en la verde y ondulada geografía del Goierri y madre de un queso de oveja que la hace famosa) rumbo a la República Argentina, nada menos que su alcalde Ioritz Imaz Bastarrika y un concejal del Ayuntamiento, Kepa Oiarbide, invitados por el municipio de Idiazábal en la provincia de Córdoba para los festejos de su Centenario, llegaron portando en su maleta interior las incógnitas que nos desvelan cuando vamos a lo desconocido.
Era la primera vez que pisaban las bellas, extensas e interminables llanuras de nuestra provincia, en el corazón de la Argentina y estaban ansiosos de conocer el lugar donde un hijo de su pueblo, don Demetrio Jaureguialzo Albisu, había levantado otro con su mismo nombre.
No daban crédito a sus ojos, en el trayecto de 250 kilómetros desde Córdoba a Idiazábal, de lo que veían. Un horizonte sin fin, verdes praderas y el luminoso cielo queriendo ser una bandera argentina los iba cubriendo en su recorrido hasta llegar al pueblo y la emoción para ellos de encontrar la mágica palabra Idiazábal que oyeron de la boca de sus padres vascos cuando niños.
Después, todo fue un acontecer de emociones intensas, de estremecimientos, de risas y lágrimas y durante tres días nuestro pueblo, hoy Centenario, fue abriendo sus brazos hora a hora para abrazarlos fraternalmente y hacerlos sentir como si estuvieran en su propia casa, tal como ellos lo hacen cuando nos reciben en su hermoso pueblo de Gipúzkoa... ¿de qué otro modo un hermano recibe a otro hermano?
Ahora, ellos han partido rumbo a casa, a encontrarse con su dulce idioma de piedra y milenario, con los hermanos de su tierra euskalduna, de verdes montañas y sempiterna lluvia, arroyos tranquilos y pastores elaborando el queso famoso con denominación de origen que los han hecho reconocidos mundialmente.
Pero se llevan algo más, mucho más en la retina... aquellas primeras incógnitas que albergaban al llegar ya no estaban.
Se habían disipado en los abrazos sin fin con sus hermanos argentinos, sin distinción de razas ni de nombres, cantando con ellos, bebiendo con ellos, riendo y bailando con ellos, gritando entre copa y copa de vino... ¡Gora Idiazábal! ¡Gora, Argentina! ¡Gora Euskadi! Y estremeciéndose ante la vista de las Ikurriñas flameando con el viento de la pampa junto a las banderas azules y blancas de sus hermanos, emocionados de los saludos interminables de la gente del pueblo que, sin conocerlos, los abrazaban con esas muestras de alegría espontáneas y sinceras que tienen los pueblos. Y volvieron llevando en sus oídos también las bellas letras de nuestras canciones folclóricas, el decir emocionado del intendente Favalli, que con la voz quebrada por la emoción les decía que tendría grabada en su retina para siempre estos momentos vividos con sus ahora hermanos de Idiazábal...
Y se llevaron también con ellos las calles de un pueblo bien trazado, bien cuidado, pintaditos de blanco los cordones de sus aceras, con sus edificios públicos arreglados y sus casas engalanadas de nueva pintura y con unas calles de limpieza proverbial.
Y en sus maletas se llevaron también el canto melodioso de “Una zamba para Idiazábal” en la voz de una niña ciega, que bajo el cielo de una tarde soleada y apacible cantaba... “Vino de tierras lejanas, a pampa gringa llegó, Albisu fue su apellido, Demetrio así se llamó. En pampa gringa argentina abrió surcos sol a sol, donó tierras a este pueblo y hasta su nombre le dio.”
“Idiazábal yo te canto, dejándote el corazón, en esta sencilla zamba que yo escribo para vos, en esta poesía en zamba de homenaje al fundador. Idiazábal lo ha llamado, recordando en su euskera su pueblito allí en Euskadi que dejó cuando partió. Hoy cumple su Centenario con progreso y población, que hace cantar al arado trabajando con tesón.”
Y se emocionaron, como lo hizo todo el Centenario pueblo, cuando los hijos, nietos, bisnietos y tataranietos acompañaron emocionados 97 años de una vida nacida a sólo tres años de la fundación del pueblo, viejo gringo del Piemonte de apellido Cinalli, que madrugó infinitas jornadas en el arduo trabajo del campo y puso su semilla en el surco de una vida honesta y buena.
Y cortaron cintas, descubrieron placas, pusieron ofrendas florales junto a las autoridades del pueblo y admiraron las nuevas obras recién inauguradas, como las nuevas instalaciones de la Fundación Idiazábal, de la cual ellos, los vascos, hacen sus periódicos e importantísimos aportes desde el Idiazábal vasco y el Salón de Usos Múltiples, una maravilla que a veces no poseen otros pueblos más grandes y donde los despidieron antes de partir regreso a casa unos jóvenes ataviados a la manera de los vascos y otros portando con orgullo los bellos trajes del gaucho argentino y hasta pudieron observar y escuchar, emocionados, interpretar antiguas canciones en euskera y con instrumentos fabricados por los intérpretes, todos ellos hijos y nietos de Euskaldunes, de Iparralde, de Gipúzcoa, de Navarra y que mantienen vivas la música de sus ancestros vascos.
Y admiraron el impresionante despliegue de los hijos del Idiazábal cordobés para atender a cada evento, en una envidiable muestra de organización en la que no quedó nada sin atender y todo, de la manera más eficiente y, sobre todo, fina y de buen gusto.
Y les quedará en el recuerdo, seguramente, la emoción vivida con la presentación del libro de Daniel Soliani; el inmenso y bien cuidado campo de los Uranga; la simpática, alegre reunión en casa de un anfitrión excelente, Olivero y familia; sin olvidar jamás la atención que tuvieron de parte del presidente del Centro Vasco de Villa María, Raúl Onainty.
Recordarán, por último, la hermosa casa donde por tres días se alojaron preparada para ellos, con el buen gusto y sobre todo por la generosidad sin límites de un amigo de los vascos de Idiazábal, don Miguel Valinotto, quien tuvo el placer de conocer aquellos verdes rincones de Euskalherría en varias oportunidades y donde cosechó multitud de amigos. ¡Gracias, Miguel!
La carpa gigantesca que la noche del 11 de setiembre cobijó a 2.070 personas también les quedará grabada en su memoria. En ella se albergaban más habitantes de los que tiene el pueblo.
Yo estoy seguro, lector, que dentro del alma de estos jóvenes vascos de Idiazábal, Ioritz y Kepa, alcalde y concejal, un grito se les escapará del corazón cuando surquen los cielos en su regreso a casa: ¡Gora, Gora Idiazábal! ¡Gora Argentina! ¡Gora Euskadi!

Eduardo Larraza

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