Tres años de misterio. Tres años de un dolor inmenso, compartido por todos los que la querían y también por la sociedad, a la que intrigó -e intriga- una desaparición sin rastros.
Hace exactamente tres años, Mariela Bessonart amanecía por última vez en el departamento de Mendoza al 1500 que compartía con su única hija mujer, Gisela Delpino, y aguardaba la llegada de su ex marido, Rodolfo Delpino.
El, padre de sus tres hijos, la pasó a buscar y juntos fueron hasta un taller mecánico, donde ella dejó su camioneta y se subió al vehículo de su ex esposo. “Rody” -así lo llaman sus allegados- aseguró que la dejó en proximidades del Banco Nación, donde la mujer tenía que realizar unos trámites que jamás concretó.
Lo que siguió es historia conocida: nunca se supo más nada de Bessonart, a pesar de la repercusión provincial que adquirió el caso y de que hasta el Gobierno de la provincia ofreció una recompensa de cien mil pesos para quien aportara datos sobre su paradero.
Hoy hay un único imputado en la causa judicial que instruye el fiscal Gustavo Atienza: precisamente el ex marido de Mariela, quien está acusado de privarla ilegítimamente de la libertad y que permaneció en prisión poco más de un año, luego de lo cual fue liberado bajo caución real.
A cinco meses del ataque al fiscal Francisco Márquez y del atentado contra la vida del dirigente Alejandro Roganti, la entidad que preside Mary Amaya -con el apoyo de decenas de organizaciones que reclaman justicia para los más de veinte casos impunes de la historia reciente de la ciudad y Villa Nueva- ha organizado una marcha de silencio que arrancará a las 10 en San Martín y Buenos Aires, en pleno microcentro villamariense, y que se dirigirá hasta la iglesia Catedral, donde se oficiará una misa a pedido de los familiares de Mariela.
En la movilización participará la Asociación Civil Padres del Dolor. Será, entonces, un sentido y pacífico reclamo de todos aquellos a los que la justicia, hasta hoy, no llegó.