Escribe: Juan Manuel Gorno (enviado especial)

La fragilidad anímica y futbolística de Alumni quedó ayer más expuesta que nunca en el Estadio Córdoba.
Con un panorama positivo de arranque, el equipo villamariense no tuvo la valentía suficiente para lograr tres puntos históricos ante Talleres de Córdoba y terminó como es costumbre en este campeonato: perdiendo.
Tal vez todo sea cuestión para analizar en un diván o no alcancen las motivaciones que se generan en la semana. Pero lo que sucedió ayer con el equipo villamariense ya rozó lo vergonzoso.
¿Acaso no es suficiente panorama alentador comenzar ganando y que al rival se le lesione un jugador importante y le expulsen a otro más decisivo en el primer tiempo? ¿A cuántos equipos se le puede presentar semejante terreno propicio para torcer la historia y derrumbar a Talleres en el Chateau por primera vez en un Argentino A?
Alumni desaprovechó esto de manera increíble y sumó entonces su cuarta derrota en el campeonato, donde sigue sin lograr la sonrisa (o el oxígeno) que otorga la victoria.
Encima, nunca Talleres había arrancado perdiendo en este certamen y el técnico fortinero, Carlos Ranalli, respetando una línea que le dio buen resultado en San Luis, plantó un equipo que empezó lastimando a la “T” en los primeros minutos, vía contragolpe.
A los 8 minutos, el delantero Carlos Herrera, siempre presente en los goles claves, recibió un pelotazo largo, durmió a su marcador (Ricardo Marín) y colocó el 1-0 tempranero que enmudeció a la multitud albiazul.
Hasta allí, Alumni hacía los deberes de manera correcta y encontraba respuestas en la destrucción del armado de juego cordobés, aspecto que se resintió aún más cuando Ignacio Anívole, uno de los volantes ofensivos del equipo conducido por Héctor Arzubialde, salió lesionado.
El DT cordobés mandó a la cancha a Ramiro Pereyra, a la postre, una figura del partido, pero el delantero Adrián Aranda se hizo expulsar de manera infantil (le dio una patada al arquero Julián Espeche luego que este hiciera jueguitos con la pelota) y todo se inclinó a favor del equipo villamariense.
Sin embargo, Alumni no supo luego cómo continuar con su espíritu ganador, quizás porque hace tiempo que no lo tiene. Entonces le cedió la pelota a Talleres, que creció desde la recuperación de Emiliano Gianunzio, recostando el juego sobre la derecha para que Víctor Cejas preocupara con algunos centros.
Encerrado y sin precisión en la zona de volantes, Alumni se repitió en cortar el juego con infracciones cerca de su área... Grave pecado para un equipo que tiene como karma las jugadas en pelota detenida.
En uno de los tantos centros al área, antes del final de la primera etapa, Espeche dio rebote largo y Walter Ribonetto, con la personalidad suficiente para sentirse ganador, envió un balinazo que derivó en el 1 a 1.

Confundido

Con un hombre de más, Alumni debió tomar después las riendas del partido y eso significó un cambio de planes, ya que estaba preparado para otra cosa.
En uno de los primeros avances, el equipo de Ranalli quedó mal parado en el fondo y Lisandro Sacripanti partió solo rumbo al arco, a los 5 minutos, para finalmente tocar atrás, buscando el ingreso de Pereyra, quien sacó un remate desde afuera del área y encontró la débil resistencia de Espeche para dar vuelta el marcador.
Para sobreponerse del golpe, Ranalli apostó a los cambios ofensivos, sacó gente del fondo para sumar arriba y su equipo intentó desnivelar con la velocidad de Diego Manicero.
Esto casi sale redondo, pero el árbitro Ezequiel Maitini obvió un penal sobre Diego Bonaldi y, posteriormente, el ingresado Francisco Paravano se perdió una chance nítida, entrando por el segundo palo tras un centro de Herrera.
Cuando Talleres pasó estos sofocones y se ordenó, amplió la ventaja y estuvo cerca de llegar a la goleada, siempre con la inteligencia para usufructuar el mal retroceso de la última línea fortinera, además de la sapiencia de Sacripanti, el buen retorno de Pereyra (tras un largo tiempo de inactividad) y el ida y vuelta del talentoso Cejas.
A los 31’ llegó el tercero, cuando Pereyra encaró por izquierda, eludió a Molina y sacó un remate seco, que tampoco desvió Espeche, mano a mano.
Y finalmente Sacripanti se perdió una ocasión muy clara para rubricar el cuarto.
Alumni sólo terminó con el orgullo herido, pidiendo la pelota para rifarla en remates sin sentido (casi siempre por intermedio de Román Strada), desesperado.
Una algarabía coronó el coraje de Talleres, que llegó a la punta de la zona y demostró su grandeza, justo en el partido donde Alumni tenía todo para matarlo... Pero lo dejó vivir.

La figura

El delantero Ramiro Pereyra tuvo un regreso espectacular, saltando desde el banco para anotar dos goles importantes. También se lució el volante Víctor Cejas y fue interesante la labor de Lisandro Sacripanti.

El árbitro

Ezequiel Maitini, de Olavarría, tuvo como grave error no haber cobrado un penal sobre Bonaldi cuando Alumni perdía 2-1, en el segundo tiempo. En lo demás, no tuvo inconvenientes, sobre todo en el primer período.