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Narración de Héctor “Pacha” Strumia
Cuando se acercaban las otrora “Fiestas del Pueblo”, la comisión organizadora remataba al mejor postor la venta de bebidas para todas las reuniones bailables que comprendía el programa de aquellas épocas y que eran muchas, y de la “parrillada” para la venta de comidas y golosinas que era emplazada en una gran carpa y cerca del salón de bailes.
Los interesados se convocaban, algunas veces como socios (cuatro o cinco juntos), y los precios que se alcanzaban eran por demás interesantes, ya que la fiesta del 8 de setiembre así lo garantizaba, por la numerosa cantidad de personas que atraía, durante los cinco bailes, más los recordados “vermouth danzantes”.
“Uno de esos años, recuerdo que junto a mi papá Primo Strumia y otros socios adquirimos el negocio y nos fue muy bien, no así en otra oportunidad en que por dos noches de lluvia hicimos “papa”. Para su armado se emplazaban largos mostradores alcanzando un amplio frente para la rápida atención, que era cubierta por entre diez y doce personas con cuatro cajas para la venta de los ticket, más otra para los diez mozos elegantemente vestidos con saco blanco o moño negro que cumplían con las mesas y los palcos que se armaban especialmente y que muchas veces debido al numerosos público que impedía el paso, sus pedidos paraban en el suelo”.
“El enfriamiento de las bebidas se hacía en tachos de doscientos litros partidos por la mitad, con barras de hielo y sal gruesa para su mejor conservación; en cuanto a los vasos eran de vidrio grueso (de la recordada marca “La Martona”), la mayoría de las consumiciones era por botella ya que era común que jóvenes y familias se reunieran juntos en una o más mesas”. “Entre las bebidas blancas “clásicas” en los bailes y para los hombres se contaba la ginebra, cubana y cognac; en cuanto al vino el líder era la marca “Facundo”, las damas degustaban naranja y “Bidú Cola” y la “Nora”, con gusto a manzana y pomelo, otra era la “Gini”. El gusto por las bebidas en los “vermouth danzantes” cambiaba, primaba el moscato o Cinzano, acompañado por una abundante picada.
En uno de estos matinés recuerdo con nostalgia una anécdota que me ocurrió cuando con un grupo de amigos, compañeros de salidas y que algunos ya no están con nosotros, Jorge Ferreira, “Pancho” Alvarez, “Lupín” Rossetto, “Flaco” Airasca, “Cacho” Ferreira, “Cachi” Blussand y Raúl Pool. “Con ellos acordamos comprar la bebida antes y fuera del predio; como mi casa estaba ubicada frente del galpón donde se llevaban a cabo los bailes; en los intervalos que eran pocos pero largos, cruzábamos la calle y saciábamos nuestra sed; de esa manera nos salía mucho más económico ya que algunos pocos “víveres” tirábamos los cinco bailes, era una manera de “estirar” el dinero para otros gastos como el abono para los cinco bailes y algunos choripán.
Esta travesura una noche nos dejó al descubierto; mientras satisfacíamos la sed ocasionada por tanto baile y en nuestro propio bar, llamaron a la puerta; al abrir la sorpresa nos dejó helados, puesto que un policía que había observado nuestros movimientos y que le parecían sospechosos, descubrió nuestra trama por lo que tuvimos que explicarle con lujo de detalles por qué habíamos urdido tal estrategia; luego de un prolongado silencio por parte del policía y que gracias a Dios no pertenecía a nuestra Comisaría, recibimos una sorpresiva respuesta, pero a decir de verdad la recibimos con algo de vergüenza. Así nos dijo: “Muchachos, invítenme a un trago, lo que hicieron me parece una buena idea pero fuera de la ley; ojo, no beban de más.”
Relatos nostálgicos de los bailes de la “Fiesta de mi Pueblo”, que gente de mi generación recuerdan con cariño y que nunca olvidarán.
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