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El Peregrino Impertinente
Cuando todos se quedaban, el tipo iba. Marco Polo le decían. Era mercader y veneciano, dato que les sirvió a los investigadores para deducir que había nacido en Venecia. Vino a este mundo en 1254, año par si los hay. Muchos dirían que todavía está vivo, sino fuera porque murió en 1324.
Junto a su padre y su tío, fue uno de los primeros occidentales en viajar a China. Acorde con las leyendas de la época, una tierra inhóspita y salvaje, habitada por seres mitológicos como China Zorrilla y el Chino Tapia. Pasó largo tiempo en oriente, rodeado de maravillas, hechizos, rarezas… y chinos.
Tras el singular periplo, retornó a su querida Venecia. Después de pasearse en góndola y arrancarle la cabeza a los turistas vendiéndoles llaveros de “Que cosa más linda que son los canales” a 12 Euros la pieza, empezó a contar historias de sus fabulosas andanzas por los confines de la tierra. Los relatos eran tan extraordinarios y llamativos, que gran parte de la sociedad lo tomó por mentiroso. La picardía popular le añadió pimienta a la fama del viajero, instaurando la frase “habla más huevadas que Marco Polo”.
Pero no todos los italianos eran así de desconfiados. Uno en particular, Rustichello de Pisa, creyó todas y cada una de aquellas anécdotas. Apresados ambos en Génova, Rustichelo tomó nota de las narraciones, dictadas en primera persona por su compañero de celda. De esa manera le dio vida a un clásico de la literatura: “Los viajes de Marco Polo”. A siete siglos de su creación, la obra aún despierta la curiosidad de los lectores sedientos de aventuras. También la de quienes entre las páginas, esperan descifrar por qué carancho se le llama Marco Polo al famoso juego de pileta.
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