"La realidad no existe, sólo existe lo que dictan los medios", resaltaba el filósofo José Pablo Feinmann en una de sus visitas a nuestra ciudad, ante un Teatro Verdi colmado. Y si de realidad hablamos, habría que remitirse a este gran fenómeno comunicacional de la mano de Marcelo Tinelli, para preguntarnos: ¿un país es lo que devora por la televisión? Los 35 a 40 puntos de rating, dictados por las mediciones a meses de su edición 2010, contrastan con el año anterior, que con más producción e ideas apenas llegaba a 19. Entonces cabe analizar el por qué de semejante consumo de una farsa pantagruélica, que no es responsabilidad del conductor estrella de la Argentina, sino de la gente que lo ve. Todos se rasgan las vestiduras, teñidas de doble moral, que de lunes a viernes ven en directo el programa ShowMatch, o muchos que observan a hurtadillas los compactos que se suceden todo el día en la caja boba. "La gente quiere milanesas con papas fritas y Marcelo se lo da", sentenciaba una vedette siliconada al extremo, lo que no dista de la realidad. Aquí no hay excusas: hay otros canales más importantes y con mejor programaciones o películas, pero todos están enganchados, corren detrás del club de la pelea. El chusmerío, la guarangada y el mal gusto han hecho pie, como nunca, en el imaginario popular. De sociólogos y otras yerbas Otros avezados observadores aducen varias causas para este fenómeno. Después de 2001, los periodistas pasaron a ser fiscales morales de una sociedad que pedía "que se vayan todos". La confrontación inter empresarial y de poder mediático en la Argentina, luego de la pelea de Néstor Kirchner contra el Grupo Clarín, dejó al descubierto ciertas "vacas sagradas" del periodismo vernáculo, sin la credibilidad anterior. Otros le suman que la metodología de construir poder de los Kirchner confronta a una definición por blanco o negro para dejar los grises al costado. En este esquema, una oposición que es arrasada por la iniciativa "pugilística" con medidas certeras (Asignación Universal por Hijo, matrimonio gay, etc.), deja huérfanos y sin discurso a los de la otra vereda, para entrar en un chusmerío barato y arrebatos discursivos. "Lilita" Carrió cerró su discurso en Villa María diciendo: "Mientras Kirchner pelea con los demás, conmigo juega al ajedrez". Patético, nada más lejos de la realidad. ¡No, de nuevo no! Otra novela melodramática se acerca a las pantallas, con Diego Maradona y su reunión con Kirchner, para que de nuevo entre en concurso preventivo la sociedad argentina. Dalma, Giannina y ahora Benjamín, desayunarán, almorzarán y cenarán con nosotros todos los días, para alimentar a un lechón que quiere adelgazar comiendo bombones, sin darse cuenta que en cualquier momento puede explotar. Víctor Alvez
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