Escribe
Pepo Garay (Especial para EL DIARIO)
Los tipos de negro salen a la cancha. Físicos imponentes. Rostros enfurecidos. Intimidación de pies a cabeza. Los All Blacks, el mejor equipo de Rugby del planeta, se prepara para su ritual. El estadio calla. Entonces empiezan los gritos, los movimientos desafiantes, los ojos que revientan. Y los rivales que tiemblan.
Es el Haka, una danza que la selección de Nueva Zelanda hizo famosa a nivel mundial. Marca registrada, idolatrada por fanáticos y sponsors. Aunque los derechos de autor corresponden a los maoríes, raza de fabulosos guerreros, consagrados como los primeros en arribar a estas tierras oceánicas. Venían en canoas, desde diferentes islas del pacífico. En ese tiempo, utilizaban el baile como preparación para la guerra, buscando amedrentar al enemigo ante la inminencia de la contienda.
Mucho tiempo ha pasado desde aquellas épocas, y hoy los hijos de la Polinesia ya no combaten, ni viven en chozas, ni viajan en botes de madera. Sin embargo, mantienen sus tradiciones y su lenguaje galopando, a pesar de las décadas de exterminio. Representan a casi el 15% de la población total del país, y cada vez son más. Para ellos, la región central de la isla norte es su espacio vital. Allí está Rotorua, la capital del universo maorí.
Ciudad
con identidad
Rotorua es una ciudad pequeña, impregnada de la mística maorí, aún siendo sus principales edificios un canto a la arquitectura inglesa. Preciosas construcciones de estilo Tudor, de entre las que sobresale la casona del museo. Majestuosa mansión rodeada de los jardines gubernamentales, es el emblema edilicio de la localidad.
Sin embargo, la verdadera esencia de Rotorua está en los alrededores del casco céntrico, donde la naturaleza ha dejado marcas indisolubles. El fuerte del territorio son los geisers, fuentes termales que brotan de la tierra brindando un espectáculo asombroso. La experiencia, ya conocida por los maoríes cuando se asentaron en la zona, permite a su vez el baño y el relax. Una serie de parques ofrecen el ambiente perfecto para la zambullida y el disfrute de los geisers, todo en uno.
Luego, la cita la dan los diversos lagos que cercan Rotorua. Ese mismo nombre lleva el lago mayor, ubicado a pasitos del centro. Entre muchos otros, destacan el Rotoiti, el Okataina y el Okareka. Todas denominaciones maoríes. No es casualidad. Aquí son ellos los que imponen cultura.
Dan testimonio las diversas “Marae” repartidas en el mapa urbano. Estas casas de techo a dos aguas sirven como punto de encuentro de la comunidad, y es uno de sus símbolos más importantes. Gran parte de las ceremonias y tertulias se pasan entre cantos a garganta limpia. Las sonrisas y las bromas son también una marca distintiva, que comparten tanto con locales como con extranjeros. A pesar de su aspecto poco amigable, los maoríes son una colectividad sumamente afable. Cuerpos enormes y fornidos, rellenos de almas nobles. Hombres y mujeres de corazón amplio, pero que ni bien se sienten amenazados, saben como defenderse. Y atacar. Así sobrevivieron al genocidio inspirado por los colonos ingleses. Pelearon duro, con uñas y dientes, y hoy viven para contarlo. El presente los encuentra fuertes, aunque aún luchando por algunos derechos arrebatados. En las grandes ciudades, como Auckland o Wellington, su voz se escucha bajito. En Rotorua, andan a los gritos.
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