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Portada de un legendario disco de Pink Floyd |
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Uno de los segmentos musicales de mayor inserción durante los primeros años de la década del 70, fue indudablemente el formato folk-country. Es el caso de James Taylor, un creador de novedosas canciones que abordó decididamente este perfil sonoro, conformando una interesante lista de éxitos como "Fire and rain" (Fuego y lluvia) y "You've got a friend" (Tu amigo fiel). John Denver fue otro de los elegidos por los jóvenes de aquella década, tras un éxito que él compuso para que posteriormente, el trío Peter, Paul and Mary lo plasmara en disco,"Leaving on a jet plane" (Partiendo en un avión a motor). Denver se forjó una exitosa carrera como compositor e intérprete del estilo pop-country.
Sus amables e inofensivas baladas, le permitieron conseguir una generosa cantidad de fans y en consecuencia, vender millones de discos. En este panorama, un genuino exponente del estilo que nos ocupa en esta entrega, fue sin duda alguna, Willie Nelson. Este artista, finalmente pudo ocupar espacios de privilegio en el mercado de la música mundial, logrando después de una ardua tarea, la obtención de dos discos de éxito y prolongada difusión.
Willie Nelson demostró que se podía ser fiel a un estilo y sostener convicciones artísticas, sin perder de vista la faceta comercial, primordial para intentar avanzar en sus proyectos musicales. En tanto esto ocurría en Estados Unidos, en el Reino Unido, Cat Stevens se imponía con la creación y posterior presentación de dos álbumes que treparían a los primeros puestos en materia de preferencias y ventas. Stevens iba por más, porque pretendía ser reconocido en el inexpugnable mercado norteamericano. En tanto el rock duro alcanzaba la mayoría de edad, Led Zeppelin comenzaba a constituirse como una de las bandas más poderosas en ese sentido y esta aparición se reflejaba en los números. Durante la década brillante (la del 70), "Los Zeppelin" vendieron 64 millones de discos, en su mayoría, larga duración. Casi en paralelo, Pink Floyd comenzó a ganar fans por todo el mundo tomando por asalto, a las principales listas de los favoritos.
De la mano de Roger Waters, "Los Pink" armaban composiciones profundamente logradas, con la inserción de sus compactos sonidos electrónicos a base de guitarras eléctricas, acústicas y teclados.
Había comenzado la era de la expresión británica, el desafío de lo convencional, un estilo que a los intérpretes del Reino Unido comenzaba a rendirle sus frutos en las disquerías de los Estados Unidos.
En Villa María, los adolescentes comenzaban tímidamente a acudir a las confiterías bailables. Ya eran historia "L´hibou" y "El lazo". Otros espacios nocturnos cedían sus pistas para que los más jóvenes desarrollaran sus aptitudes y entregaran sus mejores demostraciones al ritmo de los éxitos musicales que giraban desde las bandejas de los discjockeys.
Frente a plaza Centenario, el clásico para parejas, regenteado por el recordado amigo "La Chiva" Córdoba, en un primer piso, Kichaten (el "Kicha", para todos). Sobre Corrientes al 1000, también en los altos del famoso edificio que a tantos pibes vio bailar, Piero Mussi y posteriormente, "Treque" Ataide, fueron los encargados más estables de ponerle música a la noche de Kreo, como alguna vez lo rotuló un viejo conocido: "El palacio de las emociones" y a sólo cien metros, con dos plantas disponibles, Chac, con figuras emblemáticas y referenciales de un marcado estilo que hizo bailar a muchos jóvenes, Berto Vaudagnotto, "El Oso" Canelli, los hermanos Frossasco, por citar sólo a algunos. Hasta la próxima.
Atilio Ghezzi,
especial para EL DIARIO
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