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En la pista se cambiaban los pañuelos tradicionales por los pasos y firuletes de tango |
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El sábado pasado se desarrolló en el club Ameghino una velada peñera un tanto atípica para la escena local. Ante un marco de público que superó los 600 asistentes, se llevó a cabo una noche peculiar que combinó los aires folclóricos con el aroma de tango.
Patio y arrabal se abrazaron armónicamente para vivenciar la actuación de grupos folclóricos de nuestra ciudad y la presencia estelar del destacado Sexteto Milonguero de Buenos Aires, en su primera visita a nuestra ciudad.
El evento, que estuvo organizado por la milonga “Sueños de tango”, el Instituto de Arte Popular, la Universidad Popular y la UNVM, comenzó con una muestra del grupo pre-infantil de la entidad de enseñanza de danzas nativas coordinada por la animadora Carina Bonoris.
En una suerte de expresiones intercaladas, se dio paso a la milonga propiamente dicha con los colaboración de los asistentes, algunos de ellos emperifollados con atuendo tanguero, saliendo a recorrer la pista, amén de figuras y ochos junto a sus parejas.
En tanto, en el escenario se preparaba el grupo Cuatro Elementos. Munidos de guitarras, percusión y aires andinos (quenas, sikus), se plasmó la primera manifestación peñera en vivo, mientras debajo se devoraban las últimas tandas de empanadas. Acto seguido, el grupo Infantil de Arte Popular puso en escena una serie de cuadros coreográficos mixtos para coronar con una puesta de malambo en cuartetos y conjuntos que provocaron el estallido de aplausos en la audiencia.
Arriba y abajo del escenario
Así, con la ovación todavía vibrando en el aire, se dio lugar a la destacada pareja local de Germán Macía y Virginia Martínez, profesores de la academia Flor de Ceibo. Con modalidades estilizadas y tradicionales, interpretaron piezas con aires piazzollianos y típicos, a modo de aperitivo para el broche de oro de la velada.
El Sexteto, comandado por la voz portentosa del carlospacense Javier Di Ciriaco, aportó el clima propicio para deleitarse con el fragor de una de las danzas más sensuales, en clave de “tango salón”. Allí, el hombre debe “caminar” la pista aferrado a su pareja, quien debe copiarle todos los movimientos en sintonía y, simplemente, dejarse llevar.
El conjunto, que se despachó con obras instrumentales y cantadas como el clásico “Café Dominguez”, se presentó con los violines de la chubutense Marisol Canessa y el bonaerense Mariano Laplume, los bandoneones del misionero Mauricio Jost y el "porteño" Diego Braconi, el piano del entrerriano Gervasio Ledesma y el contrabajo del chileno Cristian Sepúlveda. En continuado, el grupo destellaba con su ritmo “canyengue”, sin sobrepasarse demasiado en la amplitud de sonido, a modo de cortina agradable al encuentro corporal que sucedía en la pista.
Para después, se programó una segunda parte de pura cepa folclórica, con el dúo Mayu Saapi, el grupo Piso i’ Tierra y Las Voces del Río. Para tal ocasión, los firuletes se trocaron por pasos de zamba y chacarera con pañuelos al viento.
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