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Detalle de las figuras halladas al pie de un panteón |
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Dos muñecos de cera, que representan a un hombre y una mujer de unos 20 centímetros de largo y atados frente a frente con una cinta roja, fueron encontrados ayer, enterrados al pie del panteón que la familia de Alicia Sánchez tiene en la parte nueva del cementerio La Piedad de esta ciudad.
El hallazgo fue realizado por la propia mujer, vecina de barrio Felipe Botta, y una de sus hijas.
La figura masculina tenía envuelta la cabeza con un trapo rojo y en la cinta que ataba a los dos muñecos podía leerse una palabra escrita con bolígrafo: “Giménez”.
A pocos metros del hallazgo había abandonado un viejo cuchillo oxidado con el que presumiblemente habían sido enterrados, a principios de semana, los extraños muñecos. Así lo supuso la mujer ofendida, ya que ella había visitado el último fin de semana la sepultura y no había notado nada extraño.
Aparentemente, las últimas lluvias dejaron expuesta la parte posterior de las figuras que fueron encontradas por la propia Alicia Sánchez y una de sus hijas.
Ofendida y apenada, la mujer, que tiene en el panteón a uno de sus hijos y un nieto, se preguntó ante EL DIARIO: “¿Qué significará esto? ¿Por qué los enterraron justo ahí? ¿Por qué no dejarán que los muertos descansen en paz? Nosotros siempre vamos en familia al cementerio: ¿y si en vez de nosotras hubiera sido uno de los niños los que encontraban eso?”, inquirió Alicia Sánchez, quien para concluir señaló: “Realmente, hay gente que no tiene nada más interesante que hacer con su vida que estas cosas que ofenden la memoria de los muertos”.
Por su parte, los encargados del camposanto ofrecieron versiones encontradas sobre el particular. Uno de ellos indicó que “nunca había pasado”; el otro, señaló que “es común” y que hace poco habían hallado un sapo decapitado y cosido en cuyo cuerpo llevaba la foto de un niñito.
Podría tratarse de bromas de muy mal gusto o de brujería, dicen.
Tierra de necrópolis
Los cementerios, tumbas, sepulcros, etcétera, a pesar de su imagen y aspecto muchas veces tétricos, en cierta manera han sido asimilados en la cultura popular como signos de buena suerte. Así por ejemplo, una de las creencias que durante largo tiempo estuvo muy extendida fue la de los poderes mágicos y curativos que tenía la tierra de las tumbas de los santos o de aquellos que murieron prematuramente y que eran identificados con los ángeles.
Pero, por otro lado, junto a esta creencia de que la tierra donde estaban enterradas personas santas tenía virtudes curativas, creció y se desarrolló otra creencia radicalmente distinta, de corte diametralmente opuesto al anterior: la de que la tierra de cementerio aporta ‘malas energías’ a las personas.
Sin embargo, la creencia negativa que con más fuerza ha arraigado en el inconsciente colectivo, y que se sigue manteniendo plenamente vigente en nuestros días, es la de que la tierra de cementerio es maligna, perjudicial y muy dañina, cuando es utilizada para rituales de magia negra. La base de esta creencia -por otra parte, bien fundamentada- es que la tierra del cementerio está ‘cargada’ con la energía de los muertos que descansan en él, y con todos los dolores, penalidades, sufrimientos, tristezas y enfermedades que los difuntos tuvieron en vida.
Para todo tipo de “trabajos”
Por ello, no es en absoluto extraño que, amparados y aprovechándose de este enorme poder energético, dicha tierra sea muy utilizada por brujos, brujas y practicantes de todo tipo de artes oscuras (en definitiva, magia negra en todo el sentido de la palabra), para hacer toda clase de trabajos negativos; por supuesto, y salvo casos muy especiales, siempre a petición y por encargo de una tercera persona. Entre esos ‘trabajos’ se hallan ‘salar’ a las personas, ‘enterrarlas’ en esa tierra para causarles algún perjuicio, separar parejas, alejar a quienes causan problemas, rituales de ‘despojo’ (sacar a alguien de algún lugar: casa, trabajo…), hacer que las fortunas o bienes sean malgastados… Brujos y brujas utilizan también esa tierra, tras ‘consagrarla’ en unas fechas muy concretas mediante antiguos y oscuros rituales, para provocar todo tipo de dolores, dolencias y enfermedades en las personas, por encargo de rivales en negocios o en asuntos amorosos y también por actos de venganza; y muchos otros rituales y objetivos que sería demasiado largo detallar aquí, pero que siempre tienen el mismo objetivo final y muy concreto: ocasionar daño.
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