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La Centenario, el popular paseo del microcentro local, es testigo de nuestra historia |
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Hace 75 años se inauguraba la plaza Centenario, un emblema de la ciudad legado de una época que dejó testimonio arquitectónico y que hoy permanece incólume como un documento de cemento, diseñado con impronta moderna para su época, por donde también transita el patrimonio histórico intangible de la ciudad: la plaza es memoria indeleble de las horas trascendentales que vivió el pueblo villamariense.
Allí habló quien fuera tres veces presidente democrático del país: Juan Domingo Perón. Su original imagen también quedó en las retinas de la mujer del siglo: Evita.
Sentado en alguno de sus bancos, en 1947 seguramente escribió sus cartas plenas de nostalgias, propias de un adolescente que por primera vez se ausentaba de su hogar, Ernesto Rafael Guevara, el Che.
Por sus veredas caminó el pensador nacional Juan José Hernández Arregui, cuando se radicó en Villa María. También, en ese lugar, se realizaban los carnavales en tiempos pretéritos y junto a una de sus fuentes cantó Hernán Figueroa Reyes al finalizar la noche inaugural del Festival de Peñas, cuando amanecía el 6 de enero de 1968.
Entre sus ligustros o bajo las arcadas de cipreses, se consumaron febriles amores, alguno que otro desengaño y por qué no, tal vez una pérfida traición amorosa.
En la plaza donde canta el agua, tantas veces el pueblo llevó sus pasiones para celebrar logros nacionales, o para gritar su bronca y rebeldía en horas aciagas.
Pero lo significativo del espacio público más simbólico de la historia local, fue el “nacimiento” del arquitecto e ingeniero Francisco Salamone, ya que la plaza fue su primera obra de autor.
Antes de convertirse en el diseñador de culto admirado, sujeto a estudio en facultades de Arquitectura del país a partir de su obra en varias localidades bonaerenses, el emblema del centro villamariense fue su primera gran realización.
Salamone diseñó las fuentes de la plaza basándose en la película Metrópolis, del alemán Fritz Lang, filme de culto del cine mudo estrenado en Argentina a mediados de la década de 1920. La película futurista de impronta social cuenta con una heroína y, por esas paradojas del destino, ella se llama María, como la Villa.
Si no hubiera sido por el fragor político de la época, que lo puso a Salamone en el centro de una polémica aún no terminada, tal vez el arquitecto nacido en Sicilia hubiera desarrollado toda su creatividad y talento en esta pampa gringa, ya que también por esa época proyectó el edificio municipal de Las Varillas.
Lo cierto es que Francisco Salamone desarrolló en Villa María su incipiente y original estilo arquitectónico que algunos relacionan con el fascismo -propio de la época en la que le tocó vivir-: la omnipresencia del Estado en la obra pública; lo que no va en desmedro de su impresionante arrojo creativo.
Más allá de las desavenencias históricas, la obra del italiano formado profesionalmente en Argentina guarda una mística que sigue deslumbrando a los estudiosos del tema. En su trazado original, el piso cubierto de mosaicos trapezoidales con efectos ópticos, los laberínticos dibujos de bajos ligustros, la corona vegetal de las fuentes y los detalles del incipiente art decó que caracterizaría las posteriores obras de Salamone, hicieron de la plaza una definida obra de autor.
En nuestra ciudad, el hombre también hizo el matadero municipal, la forestación de las plazas Independencia y San Martín; como así también la de los canteros centrales del bulevar España. Estos diseños fueron transformados a través del tiempo.
Antes de su permanencia en Villa María a mediados de la década del ‘30, había residido en el Valle de Punilla, donde también actuó construyendo los cines de Valle Hermoso y Cosquín, entre otras obras que todavía no se han detectado.
La dimensión de lo que significa la plaza Centenario en el legado salamónico crecerá con el tiempo. Lo importante de este cumpleaños es que la plaza aún está con vida; también el legado de Francisco Salamone, el que pronto tendrá amplia difusión por parte del Estado nacional.
En Buenos Aires poco se sabe de la obra arquitectónica de Salamone en Villa María; ni siquiera se conoce el proyecto del faraónico Palacio Municipal que el creativo pensó para esta ciudad y cuyo bosquejo se encuentra en el Archivo Histórico Municipal: joya arquitectónica única en su género que vislumbraba el futuro desde la construcción de ciudadanía y la cultura como bien público.
Rubén Rüedi
Director de Patrimonio Histórico
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