Muy molestos. Así están los propietarios de tres boliches con la Municipalidad de Villa María, porque consideran que “se hace la vista gorda” a lo que sucede en El Fin de la Costa, el local situado en barrio Palermo que se convirtió en la sensación del invierno - primavera 2010.
Aseguran que no es una cuestión de envidias ni de celos por el éxito de “El Fin...”, sino que se trata de exigir que la ley, como corresponde, sea igual para todos.
La cosa es así: “El Fin...” está habilitado como bar... pero se ha transformado en una especie de disco, aunque claro, sin cumplir los requisitos que debería cumplir si en los papeles figurara como boliche.
Y la competencia, ante esto, pone el grito en el cielo porque sostiene que abona a la comuna montos mucho más altos y que se debe adecuar a reglas más exigentes, mientras que el reducto de la costanera aparece como un intocable. ¿Por qué ese presunto privilegio? Dicen que uno de los cerebros del local (que le alquilan a un conocido empresario villamariense) es hijo de un intendente de la zona afín al accastellismo, y que en la caja está el sobrino de un funcionario del Gabinete de Eduardo Accastello.
Los dueños del ahora extinguido William se habían quejado en el Ejecutivo por la falta de equidad en los controles y exigencias. La propietaria de Alma, ubicada en la avenida Perón, también hizo lo propio, enviando cartas al propio Accastello y a Seguridad Ciudadana.
Los consultados por este medio graficaron que, así como está habilitado, “El fin...” tendría que funcionar como lo hace, por ejemplo, “La Torre” o el “Bar Argentino”.
Sin embargo, los chicos bailan allí, la luz es tenue y hay DJ. Todo, un ambiente muy bolichero.
La competencia recalca que “El fin...” no está abierto durante el día, ni abre sus puertas los días de la semana. Es decir, comienza su movida durante las noches de los viernes y sábados.
“Alma”, por caso, tiene que abonar un canon de 375 pesos por apertura. “El Fin...” abona mensualmente un canon como bar que no llega a un cuarto de lo que pagaría si se reglamentara como discoteca.
Los empresarios de la noche advierten además que si quisiera reglamentarse como boliche, “El fin...” no podría, porque no es una zona permitida para eso.
Si se adecuara a las pautas de un pub, en tanto, debería buscar el consentimiento de los vecinos. Nada de eso ha sucedido en este caso.
La competencia, consideran, es despareja y perjudica a quienes tienen todo en regla. La situación ya se cobró una víctima: “William” cerró sus puertas luego de algunas semanas sin pena ni gloria (en lo que significó su tercera etapa, dos de las cuales habían tenido el apoyo del público) en la ruta 158.

Diego Bengoa