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A correr. Strada pica por la punta. El delantero desequilibra siempre, aunque aún le falta finalizar mejor la mayoría de sus avances |
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Escribe: Juan Manuel Gorno (De nuestra Redacción)
Una vieja metáfora muy adaptable al fútbol tiene que ver con la “manta corta”, por aquello de taparse de un lado y desprotegerse del otro, como algo difícil de ocultar en cientos de equipos que no alcanzan el éxito.
Uno de esos equipos es Alumni, cuya campaña en números resulta triste, aunque siga en la búsqueda del tan mentado equilibrio, siempre necesario para salir a flote.
Con el empate sin goles del domingo, en Plaza Ocampo, el equipo villamariense volvió a chocar contra sus propias limitaciones y sumó entonces el noveno partido sin victorias desde que arrancó el torneo Argentino A.
Es cierto que vale ser justo y realista, remarcando que este Alumni ahora le tira al simpatizante ciertos dardos de optimismo con respecto a su juego que empieza a mejorar, en comparación con aquel de las primeras fechas, el de los errores inocentes y la derrota encarnizada. Sin embargo, la sensación que “no se puede” todavía es palpable.
En pos de una solidez que resultaba lejana, Víctor Riggio, apenas llegó como nuevo técnico -en remplazo de Carlos Ranalli- ajustó algunas tuercas y le dio una mayor confianza al fondo.
Así, en las últimas fechas no se repitieron los primerizos errores de arqueros o defensores que derivaban en una caída.
“Este equipo tenía un promedio de dos goles en contra por partido, entonces hay que cuidar primero el arco propio”, comentó el “Tano”, con razón.
En ese contexto, salvo el domingo, cuando debió cambiar a último momento por el estado gripal del santiagueño Hugo Yocca, el técnico no varió mucho el equipo del medio hacia atrás y dio crédito a quienes venían jugando con Ranalli.
Entonces Alumni empezó a transformarse de manera tal que los rivales se sintieran incómodos a la hora de buscar el arco contrario. De hecho, hubo que utilizar a un hombre para hacer marca personal sobre el mejor jugador del oponente en los partidos como visitante.
Así, Carlos Ronco volvió a ser confiable, Gastón Molina se ganó su lugar con autoridad y el resto tampoco desentonó. Además, se ganó brillo en el trato de la pelota con la aparición del pibe Ariel Mascambroni, a quien todavía no hay que darle la mochila pesada de la conducción, pero sí comprometerlo a la regularidad.
Claro que esa mejoría en el trabajo desde el campo propio le restó cierta agresividad en el terreno contrario, generando esa manta corta que preocupa.
Fallar en la definición pasa en parte por una cuestión individual, sobre todo si se tiene en cuenta que, en los minutos que tuvieron en cancha, los delanteros Emiliano Romay y Francisco Paravano no pudieron refrendar sus dotes de artilleros y siguen en deuda. Además, Román Strada no le agrega todavía mayor efectividad a su desequilibrio en la zona de definición. Sin embargo, tampoco existe una suma de situaciones de gol que, aunque sea, sirva como pretexto.
El domingo, hubo pocas conexiones interesantes en esos metros finales, una de las cuales fueron entre Matías Bolatti y Romay (con este último tapado en instancia de definición), y otra del propio Romay y Strada. Pero el equipo careció de opciones más válidas, como el pase gol al vacío, el remate preciso de media y larga distancia o el desequilibrio ganador en un mano a mano con el defensa.
Es lógico que, dentro de un sitio complicado en la tabla, juegan en contra las urgencias generadoras de nervios e imprecisiones. Y entonces todo cuesta el doble.
Pero el tema está planteado en el poder de convicción que tengan los jugadores, ya que ellos mismos y el cuerpo técnico son conscientes que no fueron ampliamente superados a lo largo de los 90 minutos en todos los encuentros.
Así, Alumni deberá soltar su imaginación y poder ofensivo en el próximo compromiso, justo ante el rival que más le propuso un partido abierto en el torneo: Sportivo Belgrano de San Francisco, quien le ganó 4 a 2 al equipo villamariense, en la “Placita”.
Será quizás el clásico más importante de Alumni en este tramo del certamen, no sólo por la seguridad que debe seguir brindando la defensa frente a jugadores distintos como Juan Pablo Francia y Juan Manuel Aróstegui, sino también porque deberá apelar a la inteligencia y la tranquilidad, algo difícil de conseguir en estos tiempos.
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