Resulta verdaderamente una misión imposible de detener el aumento desmesurado de la cantidad de demandas judiciales e instancias de mediación que acumulan las aseguradoras.
De acuerdo con las cifras registradas en los organismos que regulan la actividad de las mismas se advierte que a fin del año pasado se sumaban, en total 226.771 expedientes que andan por los estrados de los tribunales y en los estudios jurídicos.
Cuando se instauró en la Argentina el sistema de las ART se abrigaba la expectativa de terminar con la llamada “industria del juicio” que convivía en las relaciones laborales y que jaqueaban a los empleadores con la no disimulada acción de muchos estudios jurídicos que aprovechaban los vacíos legales que el sistema permitía. ¡Craso error!
Lejos de que fuera la panacea tardó muy poco en dejar al descubierto que – lejos de decrecer– se vio incrementado en más de 68 mil expedientes, duplicando los ya existentes a partir de aquel 2004 y en el último año y medio se incrementaron en otros 54 mil nuevos juicios.
Si bien es cierto una escasa media docena de compañías, logró reducir un poco ese crecimiento adverso, el resto de las aseguradoras se vieron seriamente invadidas de nuevas notificaciones, especialmente por el rubro señalado: el de los riesgos del trabajo.
Para tener una idea de la magnitud basta con señalar que las diez empresas más afectadas acumulan de aquel total de 226.171 casos el no deseado récord de 64.945 juicios, o sea el 28.71% y el 71.29% restante se reparte entre las otras 60 aseguradoras.
Vaya como dato anecdótico que la empresa más vapuleada por juicios acumula 12.149 y en ART la misma encabeza el ranking con 10.509.
@ Una lucha con varios frentes
Así como la actividad aseguradora moviliza miles de millones de pesos desde la generación del negocio de la emisión de la póliza hasta la concurrencia de los diferentes avatares de la explotación empresarial, atención de siniestros, indemnizaciones, pagos de sueldos, aportes e impuestos, todo tiene -también- un condimento especial: los juicios a los que se alude en este suplemento que por naturaleza deben sustanciarse, y aquellos que se generan por la acción inescrupulosa de los que contribuyen a quienes en la jerga tribunalicia se los conoce como “caranchos”, los mismos que en algunas regiones se los denomina un tanto más benevolentemente como “correambulancias”.
Son los que están al acecho para involucrar en su beneficio a las partes afectadas, generalmente tras un accidente, de modo que la situación habrá de desembocar irremediablemente en una instancia judicial, sin margen para la mediación o el arreglo extrajudicial.
A esta altura y, atento a lo que sucede diariamente, cabría preguntarse: ¿algún día se resolverán los casos pendientes a los que se seguirán sumando nuevas controversias?
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