Todos los corredores consultados acerca de la actualidad del negocio coincidieron en señalar, palabras más, palabras menos, en que el boom inmobiliario que se vivió hace unos años en Villa María "fue un veranito que ya pasó" y que los días que corren "no tienen nada que ver con aquellos de hace cuatro o cinco años en los que se vendían hasta cinco o seis viviendas por mes". Hoy, los inversionistas ya no salen a comprar", a pesar de que "los ladrillos siguen siendo la inversión más segura porque conservan su precio en dólares". "Hay muchos edificios terminados pero con departamentos sin vender. Todo está muy quieto." Sin embargo, la demanda de alquileres se ha mantenido alta y no faltan expectativas en la mayoría de los agentes aunque la cautela sea la actitud recurrente. ¿Cómo se explica? Los corredores explican la desaceleración apelando a dos elementos igualmente importantes. Por un lado, aseguran que aquel boom se debió a que existía una demanda de inversión contenida. Y por el otro, un par de años con cosechas récord, porque los agentes, a su vez, coincidieron en que la inmensa mayoría de los compradores de viviendas fueron los productores rurales. Este cóctel de soja top y demanda contenida (cabe recordar aquí, por ejemplo, que para quienes fueron rehenes del corralito, una salida para retirar su dinero de los bancos era invertir en bienes raíces) le dio a la industria de la construcción un auge inusitado y por decantación, los corredores inmobiliarios trabajaron a cuatro manos. Incluso se multiplicaron de manera llamativa las inmobiliarias en la ciudad. Este fenómeno, a su vez, respondiendo al ritmo y al son que proponía la orquesta de la oferta y la demanda, hizo que el precio de los inmuebles trepara también de manera estrepitosa. Y así, "Villa María quedó caro; sobrevaluada. Un departamento acá está valuado más o menos igual que uno en Belgrano o Núñez, en Capital Federal. Y por supuesto, no tienen ni punto de comparación", afirman. No obstante y si bien el mentado boom parece haber pasado, la sensación general es que "el mercado inmobiliario no ha caído, sino que se ha estabilizado. No es aquel en el que se vendía de manera excesiva y sorprendente ni ha recaído. Y como la gente que tiene algo de dinero no ahorra, el inmueble sigue siendo una opción de inversión", explican. Horizontes con mayor rentabilidad Sin embargo, aunque la "fiebre del ladrillo" haya bajado unos grados en Villa María, no significa que los inversores (al menos los grandes) hayan dejado de depositar sus deseos de rentabilidad en bienes raíces. "Lo que ocurre es que los inversores han emigrado hacia otras plazas en las que, por diversas razones, la rentabilidad es mayor; esto es, la venta o el alquiler de los inmuebles deja mayor margen. Y estas nuevas plazas son, por ejemplo, Uruguay, Mar del Plata, Carlos Paz e incluso Miami. Hay muchos villamarienses que han comprado propiedades en el país del norte", aseguró uno de los corredores consultados. "Lo que ocurre es que, mientras, por ejemplo, el alquiler de un departamento en Villa María deja aproximadamente unos 10 mil pesos al año, la renta de un inmueble de similares características y del mismo valor deja esa misma cantidad (10 mil pesos) por el alquiler de un mes en temporada vacacional". Esto explica el cambio de rumbo de algunos inversores. Sin embargo, no son estos grandes inversores los que marcan la diferencia en el mercado cotidiano. Los que lo hacen son aquellos medianos y pequeños que invierten en una o dos o tres propiedades. La familia, principalmente, que llega de pueblos aledaños o incluso de otras ciudades, en su mayoría, porque sus hijos vienen a estudiar. Expectantes y esperanzados La expectativa y la esperanza en que puede volver a moverse con cierto frenesí el mercado inmobiliario en la ciudad son las dos sensaciones comunes a todos los corredores consultados. "Villa María sigue siendo una opción, porque es una ciudad en crecimiento, una ciudad con proyecto, una ciudad que dan ganas de habitar. Y lo demuestran los edificios y complejos que se siguen construyendo", coinciden en señalar. No es una novedad pero viene a cuento señalar que la oferta educativa que tiene la ciudad, con la Universidad Nacional a la cabeza, es uno de los principales llamadores para que la industria inmobiliaria se desarrolle ya que, según muestra un estudio de mercado, se necesitan aproximadamente unos 250 departamentos por año para satisfacer la creciente demanda residencial. Y a esto hay que sumarle otras variables que tienen incidencia directa en la demanda de vivienda, tanto para comprar como para alquilar (ver nota "Se alquila"). En resumen, si bien pasó el boom y los protagonistas del juego de la oferta y la demanda sacaron el pie del acelerador, todo parece indicar que el negocio inmobiliario en la ciudad goza de buena salud y se esperan aún más vientos venturosos en ese rubro. Es que, al fin y al cabo, el negocio inmobiliario tiene estrecha relación con uno de los sueños más entrañables de nuestro imaginario colectivo: el sueño de la casa propia.
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