Escribe: Jesús Chirino
El lunes 2 de mayo de 1966, cerca de las cuatro de la tarde, la tragedia se desató violentamente en la ciudad. Explotó una casa en la calle “Bartolomé Mitre”, en el sector que entonces era conocido como Barrio Manzotti. En aquel fatídico episodio fallecieron seis personas.
Mucha pólvora
A poco de llegar al lugar, la policía requirió la colaboración del Cuerpo de Bomberos Voluntarios. La cuadra estaba sembrada de restos de mampostería y otro tipo de objetos que la fuerza de la explosión arrojó a considerable distancia. Algunos vecinos recuerdan que una máquina de coser fue lanzada hasta la vereda, al otro lado de la calle. La casa, de reciente construcción, quedó destruida. Incluso una deshabitada finca colindante fue seriamente dañada por la explosión de la vivienda particular donde, según informó la prensa, funcionaba “una fábrica de cartuchos para proyectiles de caza… de Juan Carlos Sánchez Avendaño y Compañía”.
El combate contra el fuego se inició cuando aún se producían algunas explosiones menores. En las inmediaciones de la casa explotada se concentró un gran número de vecinos consternados por los hechos. Las autoridades no tardaron en calcular que al momento de la explosión, en la casa había entre 130 y 140 kilogramos de pólvora.
Seis muertos
Luego de luchar durante una hora con el fuego, los bomberos iniciaron la remoción de escombros para poder encontrar a las víctimas. Dolorosa tarea que se extendió por largas horas. Cuando las sombras de la noche avanzaron sobre la ciudad, la búsqueda estuvo a punto de ser abandonada pero había información acerca de la posibilidad de la existencia de una víctima más. Hasta ese momento se habían rescatado cinco cuerpos. Entonces se decidió buscar la forma de alumbrar el lugar. Fue así que se colocaron algunos reflectores y los vehículos de la policía se orientaron de manera que las luces de sus focos quedaran apuntando hacia el lugar. De esa manera pudo continuarse con la remoción de los escombros. Pasadas las nueve de la noche, con la presencia del juez de Instrucción, el abogado Menoyo, y el jefe político Hugo Tartaglia, se dio a conocer la nómina de víctimas que al otro día reprodujeron los medios de prensa de toda la provincia. Por ejemplo, el diario “Los Principios” en su portada tituló “Explosión en Villa María: cinco muertos”. Junto a las autoridades mencionadas estaba personal policial y de Bomberos cuando leyeron a los periodistas los nombres de las víctimas de la explosión: Ernesto Casabona, encargado del taller, Esther Mazó de Casabona, Eloisa Lazarte, Ester Galera y Graciela Pochettino.
A pesar del avance de la noche, el trabajo no cesó en la cuadra del 700 de la calle Mitre. Aquellos que removían escombros continuaron buscando con la esperanza de no encontrar otra víctima. Todos esperaban que no fuera acertada la información según la cual, poco tiempo antes de la explosión, la señora Clyde Abono de Acevedo había ingresado al garaje, donde atendía la modista Graciela Pochettino. Al otro día el diario “La Voz…” publicaría que corrían las primeras horas de la madrugada cuando esa información fue confirmada con el triste hallazgo. De esa manera el penoso saldo de la explosión llegó a las seis víctimas fatales.
Villa María toda sintió dolor
La ciudad que se conturbó con la explosión, cuando conoció las muertes provocadas por el siniestro, fue arrebatada por un estado de congoja generalizado. La administración municipal, entonces a cargo de Porfirio J. Seppey, el día 3 de mayo, a pocas horas del trágico hecho, dictó el Decreto 1138 “S”, mediante el cual se estableció que la municipalidad se haría “presente con representantes que asistirán al sepelio de las víctimas y en cada caso hará llegar una ofrenda floral”. En los fundamentos de la norma legal dictada por el intendente se expresó que “en horas de la tarde de ayer se ha producido un accidente de lamentables proporciones, ocasionado por explosión de un depósito de pólvora existente en una finca de esta ciudad y que le costara la vida a seis personas”. En dicha norma también se dejó asentado que la población hacía “suyas las angustias de quienes soportaron el desgarrón de la irreparable pérdida de seres queridos”.
Reglamentaron los locales
Con la sociedad villamariense aún impactada por el trágico suceso, se comentó que existían en la ciudad otros lugares en los cuales se trabajaba con pólvora, de manera similar a la casa de calle Mitre. Entonces la policía local inició una pequeña investigación para poder identificar esos lugares. A los dos días la prensa de la capital provincial informó acerca de los operativos que la policía realizó en lugares donde se guardaba o trabajaba con pólvora.
La prensa indicó que la fuerza policial, ante sospechas fundadas, allanó las residencias ubicadas en Colombia 48, San Martín 757 y Mendoza 1162. En todos los casos se confirmó la sospecha policial, incluso se comentó que en uno de los domicilios se encontraron cuarenta cajones conteniendo pólvora. De manera inmediata la policía clausuró esos lugares donde se manipulaba pólvora deportiva, manufacturada en la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María.
Aquellas clausuras no fueron las únicas reacciones oficiales dirigidas a la prevención de accidentes. El 21 de enero de 1967 se dictó la Ordenanza 1235 reglamentando tanto los depósitos como el fraccionamiento o cualquier manipuleo de pólvoras y explosivos en el ejido municipal. Mediante esa norma se exigió que para trabajar con pólvora en la ciudad se debía contar con la habilitación pertinente por parte de las autoridades competentes.
Si bien esas medidas contribuirían a la prevención de futuros accidentes, nada atemperaría el inmenso dolor que aquella explosión del año 66 produjo a los familiares de las víctimas y la ciudad toda.
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