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Arrollador. John Denver. Discos vendidos: 2 millones. Fecha de publicación: setiembre de 1972. Sello RCA Victor |
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Escribe:
Atilio Ghezzi
especial para EL DIARIO
El rock suave fue ganando terreno mientras transcurrían los primeros años de la década que nos ocupa. Los especialistas eran por aquel entonces los integrantes de la banda The Eagles.
Al comienzo de sus primeras presentaciones, el grupo aludido proyectaba un estilo característicamente country, pero a medida que fueron sucediéndose los discos que lanzaban al mercado, desarrollaron un estilo más "afilado".
Este formato se pone en evidencia, sobre todo, con el megaéxito de su rica y dilatada trayectoria, "Hotel California". Esta obra constituyó una mordaz crítica al sistema de vida norteamericano.
En paralelo, se afirmaban los sonidos funk y soul, que también tuvieron una impactante presencia a través de artistas como Stevie Wonder y Marvin Gaye elevando sus producciones musicales a otra dimensión.
Mientras los artistas se esforzaban por producir sus obras maestras, la década fue testigo, simultáneamente, de la explotación comercial de los sonidos que se creaban para completar las bandas sonoras de películas.
Es decir, compilaciones musicales aplicadas a los films más taquilleros del momento. "Fiebre de sábado a la noche" fue un ejemplo de lo expuesto. Quizás el de mayor impacto a la hora de ensamblar música para producciones cinematográficas.
Sin dudas, este trabajo contribuyó a definir y afianzar a la música disco, además de obtener la nada despreciable cantidad de siete números uno en el tope de ventas.
Otras dos bandas sonoras para el cine, dejaron profundas huellas. Me refiero a Barbra Streisand y Kris Kristofferson en las bandas que sirvieron de soporte musical a las películas "Nace una estrella" y "Grease" (esta última conocida en nuestro país como "El compadrito"). Es precisamente en este punto de la historia de Hollywood, que la figura de John Travolta se transporta a la categoría de ícono.
Al Kichatén, en pareja
En Villa María, en tanto, las preferencias por los boliches bailables eran variadas.
Además de los gustos personales por determinados espacios, las circunstancias de cada caso en particular, volcaban las elecciones de los jóvenes hacia la oferta disponible.
Los que estaban "en pareja" tenían en Kichatén la posibilidad de proteger su intimidad bajo una luz tenue y con un fondo musical apropiado para quienes sólo querían confesarse amor eterno.
Y en esa escenografía veo "flotar" la figura del recordado "Chiva" Córdoba, su propietario... un melómano por excelencia .
Hasta la próxima.
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