Como dirigente político con responsabilidad de gobierno de esta ciudad siento la necesidad de expresarme en este momento significativo para el país pero ¿cómo contar a otros un dolor que ellos también sienten? ¿Cómo expresarles lo que veo en las calles si ellos también lo ven? ¿Cómo avanzar en interpretaciones sobre lo que vendrá cuando ellos también están hartos de los precoces carroñeros que disfrazan de análisis político sus deseos desestabilizadores? Sólo es posible dejando hablar al corazón.
Decidí viajar a Buenos Aires, junto a un grupo de compañeros, porque sentí que un importante capítulo de la historia se escribiría allí y no me equivoqué. Mi biografía se mezcló con miles en una Plaza de Mayo colmada. Había un presente de congoja y estupor porque antes hubo un pasado reciente de alegría y satisfacción. La alegría que provocó la recuperación de la dignidad, el crecimiento del empleo, la consagración de nuevos derechos, la aparición de una justicia de verdad justa, la salida de un modelo especulativo para retornar a uno de producción...
En esa plaza en la que estaba la permanente incógnita, el pueblo, expresando su sentir y también su pensar. Y ese pensamiento se expresaba en mensajes de apoyo a la presidenta Cristina Fernández, en mensajes de recuerdo al ex presidente Néstor Kirchner. En esa plaza estaba también un actor social muchas veces ignorado o perseguido, la juventud, esa que ofrece la energía, la vitalidad, la creatividad y el compromiso que un nuevo tiempo demanda, ahora que descubrieron que es posible pedir lo imposible.
En esa plaza hubo expresiones que no estaban exentas de bronca, de la lógica impotencia que genera la desaparición física de un líder al que se sabe virtuoso. Estaban también teñidas por la incomprensión de una muerte que se siente injusta, inmerecida, imprudente, realmente inoportuna. Porque este no es un momento cualquiera. Y finalmente las percibí como el natural desborde de desahogo de una voz acallada, enmudecida, inaudible. Era la pretensión última, ahora que llegó el final, de decir, de expresar, de gritar y de cantar el agradecimiento a un gobernante ejemplar y el reconocimiento a un hombre digno, pleno y sincero. Un hombre capaz de sentir en su piel las injusticias y de trabajar para transformar este país endémicamente indolente. Lo hizo con pasión, lo hizo con capacidad, lo hizo hasta dejar la vida. Ahora habrá muchos que destaquen su capacidad, nosotros lo hicimos siempre.
El dolor del pueblo por la pérdida de Kirchner hace ostensible el verdadero cariño que ambos se prodigaban. El ex presidente se enfrentó a los poderosos de siempre en defensa de los intereses del pueblo. Por esa razón lo demonizaron día y noche los que hoy lo reconocen en su real dimensión. Con Néstor Kirchner no murió el monstruo construido por el poder mediático sino el hombre que trabajó por el bien del país. Aunque a un alto precio, la muerte del ex presidente vino a correr un poco más el velo que tapa lo importante. No dejemos que otro buen hombre sufra la descalificación inmerecida consintiendo con nuestro silencio. Transformemos el llanto de hoy en una voz de libertad.
¡Fuerza presidenta!
Héctor Guillermo Muñoz
DNI 11527788
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