Escribe: El Peregrino Impertinente
El Siglo XXI por ahí sale con cada cosa, que a uno le dan ganas de agarrarlo de la solapa y decirle: “Escuchame una cosa, maestro. O se te pasa la pelotudez o te mando a las tinieblas con tu primo, el Siglo XIV”. Una de sus últimas huevadas es el llamado e-book, o libro electrónico. Aunque fue creado en la década del 70´, su verdadera expansión se está dando en estos días. Se trata de una especie de mini computadora que puede almacenar una enorme cantidad de libros enteros, permitiéndole al usuario leer las páginas a través de una pantalla. Ni lerdos ni perezosos, los fabricantes de estas mentiras digitales salen a promocionar desbocados sus supuestas bondades: que son de larga duración, que permiten ahorrar dinero, que son más prácticas. Argumentos tan tristes como los que podría utilizar quien elige de amante a una muñeca de plástico.
¿Buenos para el viaje?
Otras de las artimañas de venta, es la que asegura que los e-books son especiales para viajar. Claro, se sabe que el libro es una compañía imprescindible en cualquier periplo. Y que en la soledad de tierras ajenas, puede ser más amigo que Roberto Carlos y Pablo Rago, juntos. Ahora, pretender suplantar la hermandad de ese fiel y cálido camarada, que lleva tinta por sangre y papel por piel, con un aparato estéril, frío e inexpresivo como la cara de Majul, es un despropósito.
Hace poco, los conductores de un noticiero andaban piropeando al aire las maravillas del cementerio literario bautizado como e-book. “Es fantástico, puede guardar hasta 10 mil libros”, decía uno de ellos. La creación de una necesidad innecesaria. ¡Ni Borges empastillado te lee 10 mil libros en toda una vida! Si el autor de “El Aleph” estuviera vivo, utilizaría toda su creatividad, su genio y su virtud, para responderle al periodista: “Usted es un boludo bárbaro”.
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