Por Darío Falconi
eldiariocultura@gmail.com
La reciente Feria del Libro local cada vez toma más fuerza y alberga en esos días una multiplicidad de actividades, que abarcan la presentación de libros, charlas informativas, invitados de reconocimiento nacional, la música de nuestras orquestas y artistas, expresiones de teatro, stands con venta de libros, artesanías y afines, proyección de películas, entre otras actividades.
Dentro de la primera opción, hoy sábado queremos rescatar y expresar nuestro parecer sobre la presentación de un libro que junta en 110 páginas la historia, los mitos, las anécdotas y la realidad de un pueblo cercano: Carrilobo. Desde ese lugar un escritor, ex docente, se hizo lugar en la carpa “Beba Gómez” para mostrar que desde los pueblos chicos también hay cosas para decir.
Hasta el próximo domingo.
“Chispazos de fogones” es el nuevo libro que Américo Pablo Tissera publicó en el corriente año. Y creo que en la elección de ese título radica la esencia de estas historias, porque es el fogón el lugar de reunión, perfecto espacio al servicio de la camaradería, de la amistad y el diálogo. Imaginemos que la noche despliega su techo oscuro, nosotros ya reunimos las ramitas que encontramos alrededor, cortezas de árboles que se han caído con el paso de tiempo o por alguna tempestad. Acomodamos los trozos de madera casi con la precisión que lo haría un ingeniero y sin pensarlo, arrimamos el fuego a la leña más fina, que enciende casi tan rápido como el papel. El fogón empieza a llamar, convoca y alrededor de él estamos todos para abrigarnos con el calor del fuego, para compartir nuestras historias, mientras el ritual de un humeante mate circula entre los presentes. ¡¿Qué lugar más propicio para recordar que a la luz y los chispazos del fogón?!
Estamos ante un libro de relatos, de anécdotas, de situaciones reales que se han mezclado con la tradición oral y la literatura y que el tiempo ha macerado hasta hoy.
Los personajes y los lugares tienen que ver con el Carrilobo de antaño y de hoy, pero esos hechos son trasladables a casi cualquier destino. Como asevera Tissera en el prólogo “los personajes y hechos pertenecen a Carrilobo. Pero podrían haber ocurrido en cualquier parte del mundo. Porque las pasiones que agitan a los hombres son las mismas aquí o en la China”. Ya lo dijo Tolstoi, contar la propia aldea para ser universal.
LA PROPIA ALDEA
De esta manera, si el autor omitiera mencionar el nombre del pueblo, los personajes podrían ser transplantados en muchos otros lugares. Quienes habitan estas páginas le dan el toque de color a estos cuadros y lo transforman en polícromo. Los relatos se pintan en distintos tonos, algunos son graciosos y risueños, como en “La consulta” donde Don Pedro aquejado por una molestia recurre al médico y éste le recomienda supositorios, que Pedro tomará en vez de colocarse.
Hay otros en la línea de lo trágico, como en “El conchabo” donde se relata una muerte o en “Pecado”, fiel retrato de una época donde la sociedad y la familia castigaban a la mujer que quedaba embarazada antes de casarse.
También los hay donde la viveza criolla se expone a su potencia más alta, “El mentiroso” es un ejemplo claro de ello.
Están aquellos que se han grabado en la historia de su pueblo como el sello caliente que marca el ganado, tal es el caso de “Trovador” y la historia de Don Arévalo, el regador del pueblo que saciaba la sed de las calles de tierra, y que su tarea no le dejó un buen recuerdo con uno de los vecinos; sin embargo puedo sacar de esa experiencia algo bello. “No pasarán” toma una radiografía de un hombre con ideales (Jeremías Torres), de esos “hombres de palabra” para quien sus actos siguen la luz radiante que dicta sus valores, “machos de una sola pieza” como reza el texto.
Hay otros relatos que son un reflejo más personal y autobiográfico de un momento especial, un intento de dejar marcado un hecho tan importante como lo fue la inauguración de la ruta que hoy atraviesa Carrilobo. En “La noche de la ruta” Meco Tissera plasma de una vez y para siempre el hito de la apertura de la ruta E 52 y descarga en palabras, todo el sentimiento y la significancia que tiene para una comunidad dejar de lidiar con el problema ancestral de los accesos viales.
IDENTIDAD LITERARIA
Es indiscutible el aporte a la identidad de un pueblo que un trabajo como éste puede hacer. Bernardino Calvo en “Villa María del recuerdo (… y algunos secretos de la ciudad oculta)” (2000), dice en sus primeras páginas que “la identidad de un pueblo es el resultado de un proceso histórico, dinámico y complejo, dotado de una coherencia interna que expresa la constante de lo que pertenece vital a través de los tiempos y cuyo conocimiento profundizamos a través de la selección, ordenamiento, valoración, significación y trascendencia de los elementos que la configuran”.
Todas estas operaciones que detalla Calvo, son las que debió realizar nuestro autor para darle forma a su quinta publicación en tapas duras, que no es ni un texto propiamente histórico ni totalmente literario. Es una mixtura. Una amalgama homogénea propiciada por los límites difusos y la permeabilidad existente entre los géneros la que enriquece a la literatura y la historia.
En cuanto a lo temporal, los textos cubren un arco que arranca en la década del ‘30 y se extienden hasta la actualidad; un detalle que ya es característico en Tissera, es que cada uno de los relatos se inicia con un epígrafe de letras de tango, milongas y otras canciones populares.
HOMBRE DE FANTASIAS
Las palabras que usa nuestro autor para construir su tejido narrativo se asemejan al trazo que marca un pintor, la prosa armoniosa, sabrosa y brillante nos bosqueja situaciones y momentos, nos posiciona en el tiempo, nos hace imaginar a los protagonistas del momento, pero también pinta las sensaciones, los olores y colores de un mundo cercano.
“Chispazos de fogones”, como todos los libros que ha publicado Tissera (y los que publicará, podría agregar) tiene el fin último de rescatar historias que conforman la HISTORIA de un pueblo. Carrilobo tiene el privilegio de contar con un hombre como Tissera, un hombre que fácilmente podría ser un personaje (y de hecho lo es) en alguna parte de este libro. Un hombre inquieto, casi como el niño que necesita descubrir por sus propios medios los misterios de la vida. En una entrevista que le realizara para un diario local allá por setiembre de 2009, Tissera me confesó: “En la vida si no tenés una fantasía, si no tenés una ilusión, si no hay un misterio, se nos termina todo; ¿qué hacemos? Porque no se trata de vivir sólo para hacer dinero; la fantasía y el misterio son lo que da vida al hombre.”
Por eso brindo por Tissera, por su libro, por la fantasía y el misterio que son su motor creativo. Celebro este trabajo que es un aporte más al rescate de nuestra identidad, y que sin iniciativas como ésta, la memoria, por lo tanto la historia, quedaría librada a la suerte del azaroso camino de la oralidad o destinada a ser engullida por las oscuras fauces del olvido.
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