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Hacer un análisis a futuro, a pocos días de la muerte de Néstor Kirchner, requiere de elementos más sustentados en las predicciones que en la lógica.

Hoy, y utilizando una frase peronista, la única verdad es la realidad, con todos los matices que la verdad tiene en sí misma.
Frente a esta decisión de no caer en el juego de imaginar lo que puede suceder, es que intentaremos captar las señales de un momento de gran trascendencia en la historia de nuestro país.
La muerte del líder del PJ nacional fue un hecho que no sólo conmovió a gran parte de la sociedad, sino que dejó flotando una serie de interrogantes en el tablero político.
Es que, Kirchner concentraba en su figura una alta cuota del poder en la Argentina ganada con una activa lucha, cuerpo a cuerpo, con grandes corporaciones que desde las sombras decidieron durante años las políticas de Estado.

Kirchner dejó un sello inconfundible en la breve historia del siglo XXI. Plantar la bandera del poder político frente a determinados escudos (muchos con sello imperial) del poder económico, fue la marca registrada K.
Con aciertos y errores, con un estilo particular y polémico, de acuerdo a quienes lo evalúen. Eso puede ser un tema de discusión en la superficie, pero no es de fondo.
El fondo de su causa, estuvo y sigue estando claro: recuperar el rol del Estado y la energía de la política.

Su desaparición, en plena batalla, dejó un espacio vacío en los corazones de miles de militantes y a la vez una profunda herida en su sucesora natural y compañera de vida: Cristina.
Pero como toda vida atrevida, al deponer las armas en brazos de la muerte se aseguró la procreación de numerosas vidas atrevidas.
Y, en este hecho sublime radica la clave de los próximos acontecimientos.

La semana que pasó, la presidenta dio la primera y concreta señal de que el camino está trazado. Volvió a la gestión demostrando fortaleza, no disimuló el dolor de la pérdida, se plantó frente a dirigentes del PJ con un claro mensaje político y se dejó “abrazar” por el sentimiento popular.

La marcha del Gobierno no parece ser, hoy, un problema. Más allá de las especulaciones en torno a posibles internas entre sus colaboradores para ocupar lugares de privilegio a su lado.

Las mayores incógnitas están en el plano partidario. Cristina cuenta, para cuidar sus espaldas, con sólidas estructuras surgidas desde el seno de las organizaciones sociales y de los derechos humanos.
Movimientos que ya están planteando estrategias.
Tiene, por otro lado, cuadros juveniles bien preparados y jóvenes ávidos de seguir combatiendo en aras de lograr una mejor distribución de la riqueza.
Pero, lo más complicado que debe afrontar está en la estructura justicialista, no en el peronismo. ¿Puede tomarse como una señal de búsqueda de unidad su arribo a Córdoba con José Manuel de la Sota en la platea y Juan Schiaretti en el palco?.
Todo puede ser.
Sin embargo, como dijimos en las primeras líneas, no es factible dedicarse a las predicciones. Hay que esperar.