Escribe: Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Trabajo. Estudio. Trámites. Compromisos varios. Lo cotidiano transcurre entre estas materias, a veces incómodas, pero ineludibles al fin. Por suerte, los argentinos hemos ido ganando espacios para soportar la devoradora rutina. El próximo fin de semana, por caso. El feriado del lunes 22 (fecha en que se conmemora la batalla de la Vuelta de Obligado) trae bajo el brazo las herramientas necesarias para ganar la batalla: ocio y recreación, descanso y relax. Armamento noble y eficaz, y que llega en un momento clave del año.
Que mejor entonces que desentendernos de todo y disfrutar de un merecido recreo. Las sierras de Córdoba, cuando no, nos tienden su mano amiga a modo de invitación. Esta vez, con un completo paseo por el Valle de Punilla.
Lago San Roque y alrededores
Comenzamos en Córdoba capital, para adentrarnos rápidamente con rumbo hacia el Lago San Roque, y la comuna homónima. Primera parada y primera oportunidad para admirar las bellezas provinciales, con el gigantesco espejo de agua como estrella del espectáculo. El convite incluye la posibilidad de ir degustando sabrosos quesos y salames caseros, en venta en la gran cantidad de puestos que rodean al lago.
Desde allí podemos encarar para Villa Carlos Paz y aprovechar el universo de playas que propone uno de los principales destinos del país. Si nuestro objetivo está más emparentado con el descanso apartado del movimiento, conviene explorar las aldeas cercanas como Icho Cruz, Cuesta Blanca y San Antonio de Arredondo hacia el sur, o Cabalango y Tanti al oeste.
Pero la zona que encierra a Carlos Paz representa apenas el comienzo. Punilla vence la timidez y se abre al visitante a partir de una ruta bien delineada, la nacional 38. El viaje nos irá ofreciendo los mejores paisajes de esta parte de la provincia. Pasamos Bialet Massé y Santa María para llegar a Cosquín, capital nacional del folclore y confidente del Cerro Pan de Azúcar, verdadero emblema serrano. El recorrido por la pequeña ciudad incluye el obligado chapuzón en su espléndido río.
Siguiendo el camino, que sube en altura y bellezas circundantes, arribamos a la tranquila localidad de Valle Hermoso. Más allá de su austera infraestructura, el municipio convoca con sus jardines montañosos y la frescura del aire que, según los paisanos, es de los más puros del mundo. También con las aguas del río San Francisco y el pequeño dique La Isla. A escasos tres kilómetros de allí, La Falda continúa deleitándonos con clásicos como Las Siete Cascadas, los Cerros La Banderita, El Cuadrado y el famoso y renovado Hotel Edén.
Siguen las firmas
Retomando rumbo norte, dejamos atrás Villa Giardino y su frondosa vegetación, y tras desviarnos por los caminos de tierra, nos damos el lujo de disfrutar los majestuosos paisajes que ofrece el mirador Cuchi Corral. Más tarde, llegamos hasta La Cumbre y Los Cocos, radiantes de montañas y estilo inglés. De vuelta en la 38, nos quedará Capilla del Monte entre ceja y ceja. Hacia allá vamos, dispuestos a disfrutar del Cerro Uritorco y su mística, y los balnearios ubicados a la vera de los ríos Calabalumba y Dolores, y del lago El Cajón.
La ruta continúa, entre diques y laderas que van desapareciendo de a poco, mientras el horizonte dicta La Rioja. Frenamos el auto y nos quedamos con ganas de todo. Para menguar el deseo, bastara con pegar la vuelta y disfrutar de Punilla por partida doble.
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