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El disco de Willie Nelson, referente del country |
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En esta novena entrega quiero ocuparme del country. Y en este caso, referirme a esta corriente musical implica ocuparme de uno de sus más emblemáticos exponentes. Willie Nelson ha sido y es actualmente, una de las figuras más respetadas en el contexto de los sonidos campesinos en los Estados Unidos.
En un primer momento, Nelson logra concentrar la atención del público en general y de los críticos musicales especializados, a través de su tarea como compositor. Le faltaba ser "homologado" como intérprete, un nueva categoría que en materia de reconocimiento, le insumió un buen tiempo en materializarse.
El gran paso se produce en 1975, con la aparición del album "Red headed stranger" (en español, "El encabezado forastero rojo").
A partir de esa producción, Willie se gradúa como el hombre del country que también podía parafrasear buenos ritmos dentro del consagrado estilo. Este artista fue la cabeza visible de un movimiento al que se le conoció como "Outlaw" (en español, "Al margen de la ley"). Como una de las voces más aglutinadoras de esta corriente, Willie Nelson recogió los valores de independiente autodeterminación en sus grabaciones posteriores, para alcanzar la producción de una obra en larga duración, con pocas creaciones acústicas, en principio.
El LP "Red headed stranger" se convirtió en el disco más vendido de Nelson, alcanzando paralelamente el Nº 1 en las listas de los preferidos de los country de la época con el tema "Blue eyes criying in the rain" (en español, "Ojos azules lloran en la lluvia"). Esta producción obtuvo una mención especial en los "Grammy" (premios de la industria discográfica) del año 1975, como mejor interpretación vocal country en versión masculina.
El álbum no sólo permitió al experimentado Willie encontrar su "voz artística", sino que también incrementó el alcance de la música country, proporcionando al género una voz que comenzaba a proyectarse más allá del (por aquel entonces) atascado Nashville.
Los discos de Burmeister
En la Villa, mientras tanto, el torbellino de buena música inundaba los ámbitos de manera diversa. Las disquerías eran un pretexto ideal para encontrarse con aquellos que sentían un afecto singular por toda expresión musical.
La década del ‘70 era de todo menos aburrida, con toda seguridad. Y en materia de ofertas en tal sentido, la tradicional esquina de Burmeister Lamberghini proyectaba una variada oferta de discos de pasta (vinilo) en sus presentaciones "simples" y “larga duración”.
Allí en ese teatro donde deambulaban los espíritus musicales de millones de grandes músicos se concentraban los mejores musicalizadores de boliches bailables de la época. Piero Mussi, Sergio "Fito" Guzmán, Martín Cabrera, el "Gordo" Galera, Ricardo Gigante. Eximios conocedores de corrientes musicales alternativas y los llamados "expertos" frente a las bandejas de los reductos bailables.
Hasta la próxima...
Atilio Ghezzi, especial para EL DIARIO
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