La vida a veces nos depara situaciones difíciles de sobrellevar. Las consideramos así porque son inesperadas, absurdas e injustas, entre otras características. Como le ocurre a tantas personas, he tenido experiencias muy dolorosas que no viene al caso mencionar en esta oportunidad, pero... sucede que esta vez la herida afectó profundamente mis valores, a los cuales he honrado toda mi vida, porque hacen a la dignidad de todo individuo, porque pertenezco a una familia humilde, trabajadora y honrada, y a eso -gracias a Dios- lo heredé.
Entonces, lo que pasa cuando recibís un golpe tan, pero tan vilmente bajo, como lo es el hecho de que se ponga en tela de juicio tu honestidad, y más aún se lo exponga públicamente, sin detenerse ni un instante a medir el profundo dolor que esa actitud ocasiona a cualquier ser humano (porque los trabajadores somos humanos y no números manejados al azar) y a todo su entorno, familiar, personal, social, etcétera. Y porque parece mentira la falta de conciencia de la magnitud del daño gratuito ocasionado cuando se dan a conocer estos hechos, haciendo gala de una falta total de sensibilidad. Reitero: somos seres humanos que tenemos una vida, tenemos una familia, porque parece que eso se olvida en todo momento, es que uno se atreve a escribir una nota (sin ser mediático).
Me permito hacer esta extensa carta porque cuando el martirio que sufre tu alma es tan grande, necesitamos expresarlo sin vergüenza, porque seguro alguien se identificará conmigo si hablo del ahogo que provoca la impotencia ante tanta injusticia e irracionalidad. Y sí, es así cuando se toman atribuciones de destruir en minutos 30 años de trabajo honrado, responsable, con la dedicación que sólo se tiene cuando uno ama su trabajo (en ese sentido soy una privilegiada, no todos tiene esa suerte).
Y es así como uno lo transmite a cada persona a la que he tenido la fortuna de atender o conocer, y pido disculpas por lo que voy a decir: es muy hermoso sentir satisfacción por un trabajo bien hecho. Estoy segura que a muchos les ha pasado eso. Es realmente una hermosa sensación.
Pero lo que más placer me causa en esta oportunidad es pode manifestar agradecimientos. A cada persona que me brindó su apoyo, su hombro para desahogar tanta angustia. Agradezco cada palabra, cada abrazo, cada gesto. ¡Gracias, mil gracias a todos!
Gracias a la Justicia, al gremio que siempre estuvo a mi lado. ¡Gracias Luis Juárez! Gracias Dr. Juan Rusconi, a todos mis amigos, a todos mis compañeros de trabajo, vecinos, y permítanme un agradecimiento muy especial a dos seres increíbles que me acompañaron en todo momento: el Dr. Oscar Barroso y su esposa Dra. María Laura Rüedi. Y por sobre todo, gracias Dios mío, por la hermosa familia que me diste. Gracias a ella sigo adelante cada día.
Por último, les confieso algo: tengo el privilegio de tener a Dios como testigo de mi vida y mi trabajo, y él bien lo sabe. Jamás le he fallado, a él ni a nadie. Y algo muy pero muy importante: jamás me he fallado a mi misma. Por eso, gracias a Dios tengo mi corazón, mi alma y mi conciencia en absoluta paz.
Muchas gracias por la oportunidad.
Diana Pineda
DNI 14427963
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