Escribe: Juan Quiñones
El asesinato del militante Mariano Ferreyra por la patota de la Unión Ferroviaria vinculado al menemista Pedraza produjo un ataque desproporcionado por parte de los medios del monopolio Clarín y La Nación, algunos sectores de la oposición y del Partido Obrero, que responsabilizaron al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner por el crimen.
No me interesa aquí referirme a un hecho que está en manos de la Justicia y está avanzado su esclarecimiento, sino de tratar de encontrar una explicación a la alianza de la ultraizquierda con la Restauración Conservadora, como expresiones políticas que supuestamente enfrentadas y antagónicas, por el contrario, tienen muchas cosas en común aunque expresen intereses diferentes.
La antipolítica
La caída del muro de Berlín y el socialismo real abrió un proceso de debate y revisión en la izquierda que en la mayoría de los casos se resolvió positivamente, es decir se entendió básicamente que ningún proceso revolucionario podía ir separado de la democracia.
La democracia así adquiría un valor nuevo de cambio, de superación del conflicto por la vía pacífica, pero otro sector de la izquierda resolvió esta crisis por la negativa y el planteo fue resumidamente el siguiente: si el socialismo real fracasó, si la revolución que prometió la modernidad ya no es posible, si en la posmodernidad la política ya no conduce a ninguna parte, la única política “revolucionaria” posible es la antipolítica.
El antecedente más cercano de este planteo lo hace el diputado por el MAS Luis Zamora, que en la crisis de 2001 fue uno de los pocos políticos que cuando todos pedían “que se vayan todos”, él gozaba de una popularidad cercana al 40%, pero se negó a liderar un proceso de recuperación democrática.
Para la derecha conservadora la antipolítica, en cambio, pasa por volver a restaurar la primacía de la economía sobre la política, básicamente volver a los ‘90, por lo que la defensa del bien común como pretensión emancipadora de la democracia es una idea de la política autoritaria vigente, que hay que detener por todos los medios. La antipolítica es el primer elemento común a la ultraizquierda y la derecha conservadora, pero a su vez la única forma de hacer antipolítica es establecer previamente una verdad. Veamos entonces las contradicciones que supone hacer política desde la verdad y cómo se construye esa “verdad”.
La democracia parte de la idea que la verdad no puede ser conocida, por eso todas las decisiones públicas se adoptan por mayoría, que es el procedimiento propio de la democracia, porque si la verdad pudiera se conocida no haría falta una democracia, sino una dictadura que la aplique.
Ejemplo de esto son los estados teocráticos y las dictaduras militares en nuestro continente: ellos tenían la verdad y la aplicaban con todo rigor, prueba de esto son los 30 mil desaparecidos y 400 niños desaparecidos que todavía en nuestro país no conocen su verdadera identidad, incluidos los adoptados por la dueña de Clarín, Ernestina Herrera de Noble.
La antipolítica tiene una raíz común a los fundamentalismos y a las dictaduras militares que construyen una “verdad” y luego sólo la aplican. El ser “K”, la ley “K”, forman parte de esa construcción de la “verdad” por lo que ninguna cosa que sea “K” puede ser buena o toda cosa “K” es autoritaria y cosas por el estilo.
Kant contra Kirchner
Ahora bien, esa verdad se construye a partir de Kant. Imanuel Kant fue un filósofo alemán que afirmó que las ideas son innatas al sujeto y éstas permiten en las matemáticas y la física “hacer juicios sintéticos a priori”, por ejemplo, yo sé antes de hacer el cálculo que 2+2 = 4, que un triángulo tiene tres lados y estas son verdades que nadie puede cuestionar como falsas y que el sujeto conoce “a priori”.
El ser “K”, por ejemplo, sería “un juicio sintético a priori”, que Kant aplica únicamente para las matemáticas y la física y que Magnetto ha extendido a las Ciencias Sociales y a las Ciencias Políticas, es decir, cualquier sujeto sabe a priori que si “Clarín” o “La Nación” dicen que tal o cual cosa es “K”, esa cosa “K” es mala, ni siquiera tengo que buscar las razones para explicar el por qué esa cosa es mala ni fundamentar por qué es mala, yo sé a priori que es mala porque es “K”.
En Villa María está lleno de periodistas que son kantianos sin saberlo y que cotidianamente “hacen juicios sintéticos a priori” con sólo leer Clarín o La Nación por Internet y repetir como loros estas “verdades” a priori.
En síntesis, la antipolítica es la verdad construida por Clarín y La Nación y que expresa a la derecha golpista más reaccionaria a la que está aliada la ultraizquierda del PO. Para estos grupos “todo es igual y nada es mejor”, por eso no tienen ni proyectos ni política y hoy son una cuña de la Restauración Conservadora que divide al campo popular.
Altamira, el máximo dirigente del PO, llama al Gobierno democrático de Cristina Fernández de Kirchner “régimen político”, coincidiendo con la derecha reaccionaria que califica al Gobierno de “dictadura autoritaria”.
Jean Paul Sartre decía que no se puede ser tolerante con los intolerantes, no se puede ser tolerante con los nazis ni los fascistas, no se puede ser tolerante con quienes ponen en riesgo la democracia y la libertad y quieren suprimirlas.
Otras notas de la seccion Opiniones
Escriben los lectores
Escriben los lectores
Una historia, entre tantas
Los lectores también escriben
Lamentable
|