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F1: Fuentes de la Departamental San Martín de la Policía de la Provincia de Córdoba. |
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La preocupación de aquella lectora es compartida por muchos actores sociales. Excesos en el consumo de alcohol y otras drogas, peleas entre
integrantes de “tribus” y accidentes, aparecen como las principales consecuencias. Hablan referentes de la Guardia del Hospital Pasteur. Casos puntuales de abuso de consumo de cocaína en menores...
La sospecha es generalizada. Cada fin de semana, Villa María y Villa Nueva acogen una intensa actividad nocturna. Se trata de una oferta que supera ostensiblemente a la que se podría esperar en ciudades de estas dimensiones. La idiosincrasia de sus habitantes explica parte de la situación. Una manifestación cultural que ha tallado la fisonomía de la región desde hace décadas y que, sin embargo, no deja de despertar sorpresa.
Lo cierto es que la movida bolichera de ambas localidades viene perfumada de consecuencias. Positivas y negativas. Por un lado, brinda una amplia gama de propuestas para disfrutar de la vida social y el tiempo libre; variedad conveniente y hasta necesaria en cierto sentido, y que se adapta en función a la edad, los gustos y las convicciones de cada ciudadano. Pero por el otro, genera efectos colaterales que no por conocidos dejan de ser preocupantes: excesos en el consumo de alcohol y otros estupefacientes, violencia y accidentes están a la orden del día. Acciones en las que los jóvenes tienen participación mayoritaria. Ahí es cuando suenan las alarmas.
Según distintas fuentes consultadas por EL DIARIO, las secuelas negativas de la movida nocturna se están intensificando de forma considerable. En la Sala de Guardia del Hospital Regional Pasteur, por ejemplo, la encargada de los días sábado, Marcela Rami, habla de un incremento en la cantidad de jóvenes que atienden debido a esta situación: “El aumento de casos es palpable. Nosotros lo vemos cada fin de semana. Los chicos llegan en un estado lamentable; muchas veces los traen los Bomberos o gente que los encuentra inconscientes, tirados en la calle. Por lo general ingresan por casos de intoxicación, ya sea a causa del alcohol u otras drogas, pero también por heridas causadas por peleas o accidentes de tránsito”.
Las palabras de la médica generalista encuentran sustento en diversos sectores de la sociedad. El consumo de alcohol y demás drogas ha aumentado en los últimos tres años, en parte debido a la cada vez más temprana iniciación de los jóvenes en estas prácticas. Fiscales y jueces de los Tribunales locales ya han expresado en nuestras páginas que “las drogas están presentes en la mayoría de las causas e impulsan a la mayoría de los delitos”.
Para la doctora Rami, “el rango de edades de la gente que atendemos es muy variado, pero es cierto que la inmensa mayoría son jóvenes, y entre ellos hay muchos menores, sin distinción de sexo”.
“Uno se da cuenta que la situación se está escapando de las manos. Si hasta varios de los padres que vienen a buscar a sus hijos nos dicen que no los pueden manejar, que ya no saben qué hacer”, agrega la profesional.
En un ensayo por explicar la situación, la médica hace foco en aspectos que exceden a la realidad de las dos Villas: “Refiriéndonos al caso particular del alcohol, podemos decir que su consumo es un hábito; forma parte de nuestro estilo de vida, está ampliamente extendido y culturalmente aceptado por la sociedad en su conjunto. Por tanto, no es sólo un comportamiento individual, sino que se encuentra fuertemente influenciado por normas sociales y por el contexto en el que vivimos. De ahí surgen la violación de los derechos y el incumplimiento de las normas por parte de los integrantes de la cadena de responsabilidad social, relacionado con el consumo y el esparcimiento de los chicos: no vender alcohol a menores, no vender alcohol después de la medianoche, controlar el horario de ingreso y egreso a una confitería, etcétera. Nosotros vemos los resultados en el Hospital”.
Sobre las responsabilidades de cada sector en esta cuestión, Rami evita centrarse en la clase política y expresa que “como integrantes de la sociedad, todos somos culpables”.
@ Boliches, menores y drogas
La situación a la que hacen referencia desde el Pasteur queda también expuesta en la realidad de varios espacios bailables. En tal sentido, fuentes de la Departamental San Martín de la Policía de la Provincia de Córdoba señalan especialmente a los boliches “A” y “C”. Según representantes de la Comisaría local, cada fin de semana se detienen un promedio de diez jóvenes, contando los dos establecimientos. Pero a ellos hay que sumar los que son detenidos en otros locales que no son tan “de vanguardia”, pero que están anotados también en la carrera del desenfreno.
Las contravenciones son variadas, pero casi siempre están relacionadas con el consumo de estupefacientes y los disturbios. Algunos jóvenes que concurren periódicamente hablan de “falta de control en el tema drogas”, mientras que otros señalan que “si los encuentran consumiendo drogas, los tiran a la calle sin más”.
En la óptica de estos concurrentes, la droga es una de las principales causas de la violencia que se genera muy a menudo en locales bailables de las Villas.
Nicolás, de 22 años, asegura: “Yo voy muy seguido a uno de esos boliches y realmente llama la atención la cantidad de chicos jóvenes que consumen drogas adentro. Hasta he visto pibes aspirando cocaína en la misma pista de baile, al lado mío”. Como para enfatizar su declaración, sostiene que el consumo de marihuana está aún más legitimado.
“Los pibes fuman faso como si nada”, relata en lenguaje callejero. Afuera, una interminable fila de motocicletas estacionadas da la pauta de la popularidad del recinto.
Adentro, el reggaetton, el cuarteto y la cumbia suenan con potencia, en dos pistas distintas, al ritmo de cuerpos agradecidos por la música.
Mariela también suele elegir uno de los boliches más señalados por la Policía a la hora de divertirse. Tiene apenas 16 años, igual que muchos de los que acuden al mismo. Su corta edad, sin embargo, no le impide realizar observaciones que tienen que ver con el tema: “En el lugar hay dos baños: uno para hombres y uno para mujeres. Y en los dos te encontrás con gente tomando cocaína, sin siquiera preocuparse por si alguien los ve. Es algo que todos los que vamos a bailar ahí sabemos; es muy conocido, aunque por ahí el resto de la gente no lo sepa”, afirma.
Lo más preocupante del caso es la edad de quienes llevan a cabo el acto. “Siempre ves a menores, chicas y chicos, con el naso blanco (nota de la Redacción: restos de cocaína en los orificios nasales, lo que denota el consumo del estupefaciente)”, grafica Mariela, con una suerte de lunfardo similar al usado por Nicolás.
Esta situación derrama sobre el ambiente, favoreciendo la creación de una coyuntura a veces violenta y hostil. Si bien todos los entrevistados aseguran que generalmente el clima es tranquilo, también admiten que a veces se dan peleas que devienen en problemas mayores.
Sebastián, de 25 años, relata una escena ocurrida no hace mucho tiempo: “Una madrugada venía cruzando el puente negro (el puente Fernández Núñez, que une los barrios San Ana con La Floresta y La Reserva), y al lado me pasa un auto, seguido por una moto. El acompañante venía disparándole al del auto con un arma. No tenía más de 20 años. Para mí, ver esa persecución, el fuego del arma,y el ruido, fue como una película. No lo podía creer”.
Sebastián reside en barrio Sarmiento de Villa María, relativamente cerca de la confitería. Aclara que las situaciones de ese tipo no ocurren muy a menudo, pero que existen.
@ Mojada de oreja por Internet
Javier, de barrio San Martín, opina que “mucho sucede antes del boliche; es decir, se prepara antes del boliche”.
“Yo sé que un par de peleas entre chicos de Los Olmos de Villa María con otros más ricos se armaron por Facebook... A eso lo vi yo”, asegura.
Y sostiene que “hay algunos que quieren hacerse los dueños de esos lugares y nos quieren echar porque quieren estar con gente de su clase, pero lo bueno justamente es que ahí se mezclan todos”.
Para él “es ahí cuando se arma el bardo y se arma el ‘contrabarrio’, porque hay como un odio que nos tienen, o por lo menos eso es lo que nos hacen sentir”.
“Muchas peleas son repetidas, en el sentido que los protagonistas son los mismos... Van a ver si se pelean con alguien. No es la mayoría, pero se hacen notar mucho y un día se les va a ir la mano...”
-¿Hay armas?
-Hay, hay. No tanto revólver, pero sí puntas (armas blancas). Y si no vayan a preguntar al Hospital. A mí me tocó más de una vez llevar a alguien. Y siempre hay alguien más.
En el Pasteur es precisamente donde encontramos a la jefa de la Guardia de los sábado. La doctora Rami es la que hablaba inicialmente. Y sobre la violencia cuenta: “A nosotros nos llegan seguido heridos por peleas, inclusive a causa de arma blanca o disparos. No podría especificar de qué boliche vienen y ni siquiera si de hecho vienen de un local bailable. Pero es algo conocido, que se da con cierta frecuencia”, añade.
En muchas ciudades, se sabe, la noche es un arma filosa. Nuestras dos Villas no son la excepción. La carta de nuestra lectora, a comienzos de este mes, ya lo advertía:
Señor director:
Tengo 18 años. Soy una adolescente que acostumbra salir a los boliches y quisiera saber por qué nunca dicen nada de las bataholas que se arman todos los viernes en un mismo local bailable.
Sin ir más lejos, el último viernes volaban piedras, palos... de todo fuera del boliche. Hubo detenidos, hubo heridos y ustedes no lo publicaron.
F. R.
DNI 30690...
La joven F. R. no mentía. Lo que ella señalaba en su misiva puede corroborarse. Se sabe en el Hospital, se sabe en la Policía, se sabe en Tribunales... Se sabe. Que no tenga que ocurrir una desgracia para que recién entonces nos enteremos de lo que ya sabíamos para tomar las precauciones del caso.
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