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El disco de Cat Stevens es el eje de la columna del recuerdo |
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Cuando la década del ´60 atravesaba sus tramos finales, Cat Stevens comenzaba a recapitular tras muchos meses de convalecencia y a presentar sus primeras intenciones musicales.
Una tuberculosis frenó buena parte de su desarrollo como compositor y ejecutor de sus propias canciones. Volvía a escena con una fuerza inusitada y se afirmaba con su obra "Tea for the Tillerman" (en español, "Té para el hombre que ladea").
Esta presentación lo consagró como uno de los talentos más profundos y místicos de la escena estadounidense.
Stevens retornaba en perfecta sincronía con su marcado estilo justo a tiempo cuando el movimiento de los cantautores estaba cobrando impulso.
La creación titulada "¿Where do the children play?” (en español, ¿Dónde juegan los niños?) señalaba la nueva dirección artística adoptada por el cantante.
Aparentemente se trataba de una canción pop de las sencillas, pero en realidad, cuando los críticos comenzaron a desmenuzarla, descubrieron que se refería al precio que pagaba la sociedad por la técnica y el progreso en el mundo del consumo.
Luego llegaría el momento para la producción de "Wild world" (en español, "Mundo salvaje"), que constituyó su primer disco sencillo entre los primeros 20 de Estados Unidos (al final trepó al puesto Nº 11).
Un poco después aparece otro de sus más mentados éxitos, "Father and son" (en español, "Padre e hijo"). En este trabajo, Cat Stevens, se muestra a sí mismo en una conversación intergeneracional con uno de sus niños. Las canciones de Stevens siempre han sido de una factura suave y amable, con un marcado acento sobre las cuestiones de libertad y espiritualidad. Muchos émulos de su vasta producción, se han encargado de reversionarlo.
Recordando al mítico “Chac”
En Villa María, en tanto, no eran pocos los que elegían los fines de semana para divertirse en los altos del recordado "Chac". En la mítica esquina, muchos depositaban sus esperanzas de volver a casa para contar una nueva realidad a sus progenitores, una buena noticia por cierto. Habían conquistado a la chica de sus sueños. Ese "refugio de intenciones románticas" que albergaba los deseos de tantos jóvenes villamarienses, se veía atiborrado de gente tanto en el primer piso, como en la planta alta del edificio. Llegaron a pasar 1.500 personas por sábado, tomando en cuenta la rotación del público. Y entonces, entre los rostros de tantas pibas y pibes de aquella década aparecen las figuras de los gestores del emprendimiento. "Berto" Vaudagnotto, "Oso" Canelli, "Cara Dulce" Frossasco y su hermano, "Fito" Guzmán, Martín Cabrera, "el Gordo" Galera. Los recuerdos de una época imborrable.
Hasta la próxima...
Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO
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