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Eduardo Gutiérrez, en su casa, durante la charla con EL DIARIO - “El Buitre” mostró en su propia computadora una foto del Bora, lo único que le quedó del auto en el que viajaba aquel día |
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“Vivimos una película de terror que duró unos 40 minutos, una cosa increíble. Nunca en mi vida había pasado por una situación semejante. La verdad es que volvimos a nacer”, dice Eduardo Gutiérrez, a quien la mayoría de los villamarienses que frecuentan el centro lo conocen mejor por su apodo “El Buitre”, dueño del bar Villa Lomo’s, ubicado enfrente de la plaza Centenario.
El hombre viajaba en un Volkswagen Bora blanco que apenas tenía un mes de uso. Iba acompañado por su mujer Sandra Gerlero y su hija Macarena Gutiérrez, a quien debían llevar a Córdoba a una visita al médico.
“Todo sucedió de repente. El viento, la tierra... en pocos segundos no se veía nada, estábamos envueltos en una nube densa. Sentí un impacto en la parte trasera del coche. Acto seguido, un golpe en la parte delantera, porque había chocado a alguien. Se abrieron los airbag y eso creo que fue lo que nos salvó. La nena se agarró del asiento y también traía puesto el cinturón”, rememoró Eduardo Gutiérrez, “El Buitre”.
“Después, me recuerdo fuera del auto. Saqué a la nena y la dejé parada en medio de esa tormenta, en la que no se veía nada. A punto tal que no sé contra qué choqué, nunca pude verlo. Bueno... dejé a la nena y volví a buscar a mi mujer, que no podía quitarse el cinturón de seguridad. En eso estaba cuando un golpe en el auto -un nuevo vehículo nos había chocado- me tiró al suelo. Supongo que fue ahí donde me corté la pierna”, rememoró Gutiérrez.
“El Buitre” fue, de la familia, quien llevó la peor parte: fractura de clavícula y peroné y una herida expuesta en la pierna derecha. Camina con dificultad, ayudado por muletas y en su cuerpo aún quedan huellas importantes de las heridas sufridas.
“Fuimos caminando a tientas y heridos en medio de la nube de tierra, por la autopista. Se escuchaban gritos de dolor y ruidos de más choques. Alcanzamos a divisar el cuerpo de un hombre aplastado entre dos carrocerías. La tierra se nos metía en los ojos y nos castigaba la cara, con la furia del viento. Era un infierno”, recordó “El Buitre”, quien asegura que tiene indeleble en su memoria las instantáneas de aquella jornada.
“Un camionero nos abrió la puerta de su vehículo y allí pudimos guarecernos. Nos lavamos la cara y los ojos con un poco de gaseosa y nos quedamos esperando que pasara todo y que nos rescataran. Porque la tormenta impedía que los bomberos pudieran trabajar.”
Seguir padeciendo
Cuando los bomberos pudieron actuar, lo hicieron rápida y eficazmente.
“Nos llevaron a una clínica de Río Segundo. Allí, los médicos y enfermeros nos trataron bien, pero en la administración sólo querían dinero. No les importaba nuestro estado. Estábamos en la habitación, doloridos, ensangrentados y querían sacarnos plata. Una locura. Finalmente, pedí que me trasladaran a Villa María. Cinco horas después, estaba acá, en la Clínica Fusavim. Y ya todo comenzó a estar en orden. Una cosa para destacar de los bomberos, nos devolvieron todo: la billetera, todo... Y como si fuera poco, los conductores, ahora, estamos todos imputados, hasta que averigüen qué pasó.”
Está claro. Un tragedia, no termina en la carretera, con el saldo fatal de quienes mueren allí. Quedan los familiares, los heridos, la burocracia, los tratamientos, los recuerdos...
El hecho
Así publicaba este matutino la noticia de aquel día: “Al menos nueve personas murieron ayer y doce sufrieron heridas de diversa consideración en un choque en cadena entre una docena de camiones y autos ocurrido entre Laguna Larga y Pilar, sobre la autopista Córdoba-Rosario, a raíz de una fuerte tormenta de viento y tierra que dejó la visibilidad nula.
El accidente ocurrió alrededor de las 8, cuando se produjeron ráfagas de entre 75 y 90 kilómetros por hora que dejaron polvo en suspensión, a la altura del kilómetro 556, en la autopista”.
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