Escribe:
Eloy Baigorrí

Hace unos días recibí un correo electrónico de un colega que hablaba de lo que significa ser médico y del poco reconocimiento, en todo sentido, que esto significa.
Es por eso que deseo compartir algunas reflexiones de este colega, hoy, en nuestro día.
Empieza manifestando que hasta que no se escuchen muchas voces, la sociedad hará oídos sordos.
Que quizás es ahora cuando nos toca cambiar las cosas, siendo partícipes en la defensa de nuestros derechos, para tratar de conservar la dignidad de nuestra profesión.
Seis o siete años de facultad, cuatro o cinco de posgrado en la especialidad para cobrar consultas como la del Apross de 30 pesos.
Vivir de varios trabajos, abandonando a nuestra familia, sabiendo que si no te gusta lo que te pagan te dicen “si no te gusta te vas, total seguro que encuentro un médico más barato”.
Sentirnos explotados por médicos que estudiaron la misma carrera, que vivieron en una pensión, y más de una vez comieron un picadillo y tomaron un café con leche, y que ahora se pasean en lujosos autos y se hacen llamar empresarios de la medicina.
Y ni qué hablar de los empresarios que no tienen la menor idea de medicina, pero hacen excelentes negocios con nuestras necesidades. Guardias mal pagas, lugares de descanso indignos y el jugarse el título a cada paso por monedas.
Cómo no sentirse identificado con esta narración del colega, de lo que cotidianamente padecemos los médicos.
Que se agrava día a día, y que produce mucha bronca, pero mucha más indignación. Este colega termina manifestando que cada vez somos más los que nos hemos dado cuenta de esta situación, que se pase este correo, que si lo mandás no vas a tener diez años de buena suerte ni te van a aumentar el valor de la guardia, pero sí te vas a sentir mejor sabiendo que no sos el único médico que se siente así.
Un médico que se cansó de no hacer nada para cambiar esta situación. Un profesional que no encuentra otra solución que unirnos, para hacer valer nuestra fuerza corporativa, para tener poder para cambiar los aranceles, para tener poder para pedir valores más dignos para hacer una guardia, tener poder para planificar vacaciones, tener poder para tener una jubilación digna, y no tener que hacer guardias hasta los sesenta y cinco años.
Tener poder para que los abogados nos dejen trabajar tranquilos, y no hacer la medicina del terror ( terror a los juicios).
Cuantas cosas tendrían que cambiar para no sólo poder festejar un día del médico, sino también para volver a practicar la medicina con placer y no con miedo ni con bronca, que nos llene espiritualmente ejercer nuestra vocación, que nos gratifique y que podamos vivir una vida digna, y no estar sobreviviendo a los padecimientos que tan claramente ha descripto este colega.