Escribe: Jesús Chirino

Nuestra ciudad de Villa María ha sido terreno fructífero para el trabajo docente. Existe una larga lista de hombres y mujeres villamarienses que, con éxito, se entregaron a esa tarea. Entre los nombres que sembraron en las aulas locales está el del profesor Gaspar Barbero a quien la ciudad honra con una plaza que lleva su nombre, en barrio Santa Ana.

Academia Fossa

Conversamos con la hija de este docente tan recordado en la ciudad, Ana María Barbero. Con entusiasmo rememora la figura de su padre y su entrega a lo educacional. Se emociona repasando detalles de otros tiempos, sobre la mesa hay una serie de notas periodísticas sobre la figura del educador que fundara la filial local de la Academia Mercantil Fossa. Una de ellas es la que Horacio Cabezas escribió en El Diario para noviembre de 2006. Allí el historiador local y ex intendente dijo que la realización de Barbero “...consistió en la fundación de la academia Fossa en 1932, a través de la cual ideó y perfeccionó los planes de estudios con los que se impartía la práctica de los conocimientos contables, en consonancia con las técnicas y elementos manuales y mecanizados de lo que se disponía por aquellos años”. Otra nota una de M. A. en El Regional, en la cual se dice que ese instituto de enseñanza privada, que abrió sus puertas en la calle Buenos Aires al 1487, fue inaugurado el 2 de enero de 1931. Por nuestra parte encontramos un artículo en el periódico “La Cooperación” de la ciudad de Rosario, que en su edición del 13 de marzo de 1931 dice que en ese año en el Colegio Mariano Moreno de Villa María, donde supo trabajar Barbero, se inició “un Curso Superior de Comercio Incorporado a la Academia Nacional Fossa de Buenos Aires”. También en un material de propaganda, producido por el propio colegio de la calle Corrientes, se promocionaban los cursos de “perito contador, balanceador, tenedor de libros” y otros relacionados con la contabilidad y referidos en “La Cooperación”.

Aunque no podemos asegurarlo podemos especular que Barbero inició aquella relación con la academia del contador Herminio F. Fossa de Buenos Aires cuando aún trabajaba en la institución de la calle Corrientes y luego, dado su espíritu emprendedor, pasó a fundar la filial local de dicha academia. Aunque Ana María dice estar segura que la academia comenzó a funcionar a principio de 1931. En realidad, una fecha u otra no disminuyen mérito alguno al trabajo del docente tan largamente reconocido por los cientos de alumnos que pasaron por aquellas aulas.

Fueron 45 ciclos lectivos

Barbero nació el 6 de enero de 1903 en la ciudad capital de la República Oriental de Uruguay. Su hija rememora que su padre recibió su título de profesor en el Colegio de los Padres Capuchinos. Provenía de una familia con tres hijos, él fue el único varón y también el único que eligió la docencia como forma de vida.

Entre los recuerdos de la hija aparece una escena, repetida miles de veces, en el domicilio que a partir de 1943 tuvo el centro de enseñanza de su padre en la primera cuadra del bulevar Alvear. Si nos parece ver al profesor Gaspar erguido al costado de la puerta del pasillo, con su delantal de impecable blanco. Faltando quince minutos para ingresar a la clase y él esperando a sus alumnos. A medida que van llegando los estudiantes, algunos en bicicleta, otros caminado, saludan al maestro que les regresa una sonrisa amplia. Las bicicletas quedan descansando en el patio, mientras sus dueños marchan hacia la gran aula de unos seis por cinco metros. Con el tiempo se agregaría otra aula de dimensiones menores. El hombre, robusto sin llegar a ser gordo, mira el reloj, faltan diez minutos para iniciar la jornada laboral. A las ocho con cuarenta y cinco minutos comienza la clase de la mañana. Todos los alumnos están sentados en los bancos, sus útiles sobre las mesas de maderas. Algunos no lo saben pero esos muebles han sido construidos por el mismo docente que les dicta ejercicios de contabilidad. El docente siempre parado, escribe en el pizarrón y habla de muchas cosas que quizás no tengan que ver con contabilidad pero sí con la vida. Con el tiempo esos mismos alumnos estarán muy agradecidos por ello. Barbero cuenta, para llevar adelante la institución, con la ayuda de Laura Lucrecia Lagos, su esposa. La mujer oficia de secretaria. Ella supo ser una destacada alumna de Barbero, por eso sabe de la pasión de su marido por la enseñanza y lo acompaña en esa tarea.

La academia de Barbero completó 45 ciclo lectivos de funcionamiento. De manera planificada en 1975 el centro educativo cerró sus puertas. Se mudaba al recuerdo lo que fue una de las experiencias más interesantes de la educación privada en nuestra ciudad.