Santa Lucía nació en Siracusa y desde muy joven dispuso consagrarse a Dios. Sin embargo, su madre la había prometido en matrimonio por lo que luchó para conseguir la dispensa de esa obligación. Pudo convencer a la madre, pero el despechado novio decidió acusarla al gobernador quien la condenó a encerrarla en una casa de prostitución. Como se negó a entregar su cuerpo, fue torturada hasta morir. Aseguran que mientras la torturaban, seguía pidiendo a sus verdugos que se convirtieran y creyeran en Dios. Es la Santa Protectora de la vista y por eso en su día se conmemora el Día del Optico. La oración es la situiente: “Santa Lucía bendita, concédenos desde el cielo que nos envíe Dios sus luces para ver siempre lo que debemos hacer”.
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