Silvia Cabrera, Silvia García de Cabrera, la presidenta histórica del Centro Vecinal del barrio Felipe Botta, la titular de la Asociación de Ostomizados, la esposa de Carlos, la mamá de Fernando el reciente campeón con Unión Central y también de Luciano, ambos ex alumnos del Instituto del Rosario... una madraza, una mujer llena de vida, que transmitía vida a través de sus acciones en favor de los demás, murió ayer a los 47 años.
El martes por la noche tenía que asumir en el Teatro Verdi como vicepresidenta de su barrio -la ordenanza no le permitía una nueva reelección- pero ya se hallaba en la Unidad de Terapia Intensiva de la Clínica Marañón, donde el lunes había sido operada de vesícula.
“No era una paciente común, debido a que había sido ostomizada”, se limitaron a decir ayer fuentes médicas consultadas por este matutino.
Se denomina ostomía a una apertura creada quirúrgicamente en la pared abdominal que permite una comunicación entre un órgano interno y el exterior, con el fin de eliminar los productos de desecho del organismo.
La persona con ostomía utiliza un dispositivo o bolsa que permite recoger el contenido que se elimina al exterior a través del ostoma.
Silvia sobrellevaba estupendamente esa característica de su persona. Es más, fue mamá después que se le realizara esa operación.
E hizo de esa condición de ostomizada -que podría haber sido negativa- una bandera. Organizó en la ciudad el segundo y el cuarto Congreso Nacional de Ostomizados. Y además iba a dar charlas a Comodoro Rivadavia, a Mendoza, a todas partes, para ayudar a quienes tenían que comenzar a transitar por esa situación. Y si los pacientes no tenían posibilidades de hacer frente al costo de las bolsas, ella se las ingeniaba para conseguírselas.
Los Cabrera vivían en Rawson 2400, Rawson y Urtubey, una esquina de referencia en el barrio. Allí habitaba una familia de esas que vale la pena conocer; buena gente, que se dice comúnmente.
Silvia venía del radicalismo pero trabajaba codo a codo con los justicialistas como su amigo José Escamilla. Trabajaba con todos, para todos. Tenía 47 años. Parece mentira.