“La verdad es que no puedo entender por qué la vida en muchas ocasiones es injusta, absurda, irónica. El martes Dios arrancó de mí una parte muy importante en mi vida, en el momento menos pensado. Estoy seguro de que Dios se equivocó esta vez, dejó a una familia entera completamente destruida, en donde las obligaciones a seguir se mezclan con las ganas de resignarse a vivir encerrado entre cuatro paredes sin asomar la nariz afuera.
Estoy rodeado de un dolor que me inunda, de una angustia insoportable, de una enorme impotencia, unas profundas ganas de viajar al más allá aunque sea para decirle te quiero por última vez y agradecerle todo lo que hizo por esta familia. No hay lágrimas que alcancen, no hay lágrimas que consuelen, ni siquiera el refugio de Dios puede calmar tanta tristeza.
Parece ser la ley de la vida. Comprendí al fin que no existe el mito del cielo y el infierno; todo se vive aquí en la tierra, lo del martes fue un verdadero infierno que no se lo deseo a nadie.
Se fue un ejemplo de vida, una persona de la cual me siento completamente orgulloso de ser ahijado, una persona que debería haber estado entre las primeras cuando tenga mis hijos, cuando me gradúe en la universidad, y cuando alcance cada una de mis metas y cumpla cada uno de mis sueños... una persona a la cual le debo tanto, tanto, que no me alcanzan diez vidas para agradecerle.
Aunque estás en mi corazón necesito de tus palabras, de tu impulso, tu aliento, tu vigor para seguir adelante.
No sé cómo seguir. Enseñame desde arriba, guianos a todos y cuidanos mucho. Ojalá algún día pueda llegar a ser lo que es tu persona para agradecerte o devolverte aunque sea el uno por ciento de todo lo que nos diste. Te amamos tía, profundamente”.
Magin Isola
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