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La obra terminó con los actores y espectadores caminando hasta la esquina tomados de una soga como pacientes |
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Violencia simbólica, impunidad en el ejercicio del poder y demostración salvaje del uso marginal de los enfermos como masa improductiva se cuela como denuncia en la impactante y singular obra "Para-normal", presentada durante tres funciones el pasado fin de semana en la Sala Mandra.
Lo destacable de la puesta no fue sólo la interpretación de los actores, que redondearon una de las mejores performances de un elenco local en todo el año. Sino también por el contexto montado para su desarrollo que hasta contó con música original en vivo (Juan Roa en guitarra y Georgina Monti en violín) y con un cierre impensado: artistas y espectadores saliendo de la sala y caminando hasta la esquina, tomados de una soga como verdaderos pacientes.
Entrada
Ya para ingresar a la sala el asistente no podía girar el picaporte de la puerta sin antes hacer sonar la campana de entrada. Acto seguido una enfermera "hot", exhibiendo sensualmente su desabillé blanco, le preguntaba al ingresante si tenía una cita programada.
Luego del trámite en cuestión, dos enfermeras (Mariana Chena y la profesora Roxana Sella, directora del espacio) lo conducían -como un paciente- hacia el espectáculo, entregándole primero una serie de instrucciones y colocándole en la muñeca una cintilla de electrocardiograma. Ya sentados en ronda, los asistentes eran interpelados por los "actores pacientes" del supuesto neuropsiquiátrico donde se desarrollaba toda la trama. El recurso de romper con la "cuarta pared" introducía directamente a los presentes en la tensión dramática de la pieza, provocando ciertos sobresaltos en los espectadores neófitos y una relación ambigua con los intérpretes, resignificando la puesta en un "todo" teatral.
Trama
La obra, en rigor, comenzaba con la expresión repetitiva, como un "loop" patológico, de los cuatro actores por separado, cuyos monólogos decantaron de diversos trabajos en el taller. Laura Gómez (en remplazo de Flavia Urbani), una romántica posesiva, planteaba su obsesión por la relación entre lo capicúa y la simetría. Leonardo Castillo, quien luego encarnaría a un autista, le preguntaba a un otro ausente si fue un buen recuerdo o sólo una raya en la pared. Silvana Luque, cuyo personaje se destacaba más metódico y cerebral que el resto, recreaba una canción de despecho con un encendedor en la mano. Rebeca Cena representó impecablemente a una abuelita, que luego de devaneos sobre lo supernatural en el inicio, se mostraba férreamente esperanzada con que su hijo la iba a ir a buscar para llevarla a su nuevo departamento. Por último, Eliana Costa recreaba la faceta más infantil del grupo, cuidando como a un hijo a su perro de peluche. La trama, aggiornada de la pieza "Acuerdo para cambiar de casa" de Griselda Gambaro, fue dirigida por Julio Albil quien interpretó con contundencia al responsable del "loquero", un déspota que intenta convencer a los pacientes de un cambio de sede dado que allí se instalará un casino.
Fanzine
Por otra parte, en las mismas funciones se montó una muestra fotográfica alusiva a cargo de Pablo Mercado y Marcos Ferrari a la vez que se lanzó el fanzine “Para-normal” con textos de Rodolfo Schmidt, Sella, Giordano y Daniel Rodríguez.
J.R.S.
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