Escribe: Jesús Chirino
Este domingo nos ocuparemos de algunas circunstancias relacionadas con la puesta en funcionamiento, en 1937, del edificio de la Cárcel de Encausados de Villa María.
Encierro como castigo es tortura
Para entonces hacía tiempo que se demandaba un nuevo edificio carcelario en la ciudad. En un artículo del Heraldo, el 3 de febrero, anunciaba la pronta inauguración del establecimiento a la vez que rescataba la importancia de la obra, remarcando que la misma “llenará una sentida necesidad en nuestra ciudad, ya célebre por las reiteradas evasiones de peligrosos delincuentes, que encuentran fácil acceso a la calle en el desvencijado local donde actualmente funciona la Cárcel de Encausados”. Por otra parte eran conocidas las condiciones de habitabilidad del viejo edificio, que dejaban mucho que desear y es sabido que cuando el encierro es por el encierro mismo, como simple castigo, sin aportar a una real rehabilitación, el encarcelamiento no es mejor que la tortura.
El mismo diario local también había dado cuenta de problemas internos entre las autoridades de la prisión. Existían denuncias que señalaban a empleados del lugar como responsables de introducir bebidas alcohólicas destinadas al consumo de algunas de las personas alojadas allí. Desde el periódico se pedía una actuación con “mano de hierro” para identificar y castigar a los integrantes del servicio penitenciario que no seguían las normas establecidas.
Licitación e innovaciones
El cinco de enero de 1935 el diario cordobés “Los Principios”, de extracción católica, anunció: “Se construirá la Cárcel de Villa María. Por el Ministerio de Obras Públicas se llamará hoy a licitación para su confección”. En aquella fecha se firmó el decreto del llamado a licitación para la construcción del nuevo edificio penitenciario de Villa María en el terreno donado por Horacio Quiroga, quien entonces presidía la filial local de la Junta de Trabajo provincial organización que tenía varias obras a su cargo.
El monto que se preveía gastar en este emprendimiento, que formaba parte de un plan de obras públicas iniciadas por el Gobierno provincial, ascendía a los trescientos ochenta mil pesos nacionales. Se decía que la construcción estaba “a la línea de los últimos adelantos de la técnica y la ciencia carcelaria moderna”. Sobre este aspecto el día 6 de enero de ese año “Los Principios” remarcaba que al terminar la obra se contaría “con un establecimiento carcelario dotado de lo más moderno y científico que en tal materia ha producido la ciencia penal correspondiente”. Se aclaraba que para el diseño del edificio villamariense se habían adaptado los lineamientos que se seguían en Estados Unidos y Alemania. La responsabilidad del proyecto fue del Ministerio de Obras Públicas de la provincia para la Junta del Trabajo. El ingeniero Gómez Molina fue quien dirigió el proyecto y era a ese hombre al que se le adjudicaban algunas innovaciones en el diseño del nuevo edificio carcelario.
Así el periodista capitalino remarcaba la innovación de “la pared ondulada que sirve de muro de cintura a la cárcel. Esa forma de pared responde a una idea del referido ingeniero Gómez Molina y ofrece características sumamente interesantes. Entre otras mencionaremos la gran disminución del espesor de la pared, que en la nueva forma ondulada es, en mucho, inferior al espesor de la forma corriente de muro, siendo, a la vez, de una resistencia superior”. El proyecto se enmarcó en la línea arquitectónica denominada racional o funcional que entonces también era conocido como “estilo contemporáneo”.
Hablan los presos
Como es lógico el viejo edificio continuaba siendo usado, así La Voz del Interior, en su edición del 29 de mayo de 1937, publicó que “con motivo de la efemérides patria se realizó en la Cárcel de Encausados una sencilla ceremonia y diversos actos que fueron presididos por el director del citado establecimiento Dr. Félix Sanmartino”. Según la crónica por la mañana los procesados pudieron degustar un chocolate acompañado con masas. Al mediodía se sirvió un almuerzo especial. Según el diario en horario vespertino pronunció un discurso alusivo a la fecha el secretario señor Eduardo Méndez. Un dato interesante es que luego de la autoridad hicieron uso de la palabra dos procesados. Resulta esto un dato importante dado que la gente alojada en el lugar había perdido, momentáneamente, su libertad y no debían restringirse otros derechos. Cuestión ésta que suele ser de difícil entendimiento para algunos hombres y mujeres de los servicios penitenciarios argentinos, pero que no puede dejarse de lado si realmente se pretende una rehabilitación y no el encierro únicamente como castigo. Más allá de las malas condiciones de habitabilidad del edificio, en aquel acto conmemorativo de la Revolución de Mayo dirigieron la palabra a los presente los procesados Aparicio López, del pabellón Nº 2, y Cipriano Sosa del pabellón Nº 1. Luego comenzaron a sonar los dos aparatos de radio que había cedido el gerente del Banco de Préstamos de la Provincia, señor Irineo Pochón. Las palabras y melodías de la emisora radial sonaron hasta la hora del silencio.
Un dato que no debe olvidarse es que en esa época Córdoba era un oasis de libertades, en el resto del país reinaba aquello que los sectores dominantes habían denominado “el fraude patriótico”, mecanismo perverso que mediante el fraude pulverizaba las libertades políticas. El sabattinismo se diferenciaba por la defensa de los derechos y junto al radicalismo cordobés luchaba contras las ideas fascista tan en boga en ese tiempo.
Primer alojado en la nueva cárcel
Si bien el 4 de junio de 1937 fue inaugurado oficialmente, con la presencia del gobernador provincial Amadeo Sabattini, el nuevo edificio de la Cárcel de Encausados recién fue habilitado el 24 de junio. Ese día fueron trasladados, en grupos de veinte, los 88 procesados que existían entonces. El transporte desde calle General Paz hasta el nuevo edificio del actual barrio Belgrano se hizo en ómnibus de la empresa “Unión”, encargada del servicio de transporte entre Villa María y Villa Nueva. Los encausados eran sacados de uno en uno del edificio de la jefatura política, se los hacía subir a los colectivos transformados en precarios celulares. Luego que subieran veinte presos se ponía en marcha el vehículo seguido, a prudente distancia, por un auto policial con hombres armados.
Al señor Julio Pedernera, único procesado transportado en el vehículo particular del director del establecimiento carcelario, le tocó ser el primer procesado alojado en el nuevo edificio. Al ingresar a la flamante construcción Pedernera quedó hospedado en la celda 86 del pabellón Nº 1. El traslado de los presos concluyó, sin inconveniente, junto a los últimos minutos de sol de aquel día.
Tiempo después, en el tercer día de febrero de 1938, La Voz del Interior publicó que en la ciudad de Río Cuarto se había logrado detener “a un sujeto peligroso que se fugó de la cárcel de Villa María”. El periodista dijo “en la madrugada de ayer una comisión de policías de investigación, liderados por Pío Navarro, allanaron una finca del barrio Alberdi de la ciudad de Río Cuarto”, allí apresaron al fugado que era Benito Espinosa. Para La Voz del Interior el hombre se había “evadido hace un tiempo de la cárcel de Villa María. Conducido los individuos al departamento central Espinosa fue debidamente identificado quedando automáticamente a disposición de las autoridades villamrienses” que luego lo trajeron al nuevo edificio de la Cárcel de Encausados de Villa María, que ya se erigía en el sector de la ciudad donde actualmente sigue funcionando, ahora con otra denominación.
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