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27 de Diciembre de 2010
El compañero de viaje por los caminos de Sudamérica recuerda los bailes de Villa María y confirma que Guevara vivió aquí
Visita en La Habana a Granado, el amigo del "Che"
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F1: Granado, flanqueado por el autor de la entrevista y por la esposa de éste, Norma Poncio. F2: Escena del filme “Diarios de motocicleta”, sobre el viaje de Granado con Guevara por Sudamérica

Cuando se tienen 72 años, como en mi caso, es hora de ir haciendo un balance sobre las horas y los días vividos a lo largo de la existencia. Es hora también de repasar si se han saldado todas las deudas, como para partir tranquilo cuando llegue la hora de iniciar el largo viaje.
Yo confieso que tenía una asignatura pendiente y que a medida que pasaba el tiempo se me hacía más imperioso saldar esa materia que me quedó colgada hace ya medio siglo.
Dejo que mi imaginación vuele en alas de la nostalgia y desande el tiempo transcurrido, volviendo a la década del 50, donde un grupo de barbudos guerrilleros comenzaron a ganar espacio en las páginas de la prensa mundial ante la actitud casi romántica de aquellos muchachos que se enfrentaron en Cuba al dictador Fulgencio Batista.
La Sierra Maestra fue el refugio inexpugnable donde practicaron la guerra de guerrillas durante meses y años de permanentes combates. La epopeya iba creciendo a medida que avanzaban en su misión.
Los nombres de los comandantes revolucionarios se hicieron legendarios: Fidel Castro, Raúl Castro, el "Che" Guevara, Camilo Cienfuegos. La revolución estaba en el centro de todas las conversaciones, nadie podía sustraerse de encendidas polémicas sobre los verdaderos objetivos de aquella gesta revolucionaria. No había excepciones, ningún círculo, ni social ni intelectual, escapaba al frenesí de apasionadas discusiones.
Después el reloj de la historia siguió su curso y muchas cosas cambiaron.
El 2010 me pareció un momento ideal para visitar Cuba. Se cumplían 50 años de la revolución, Fidel y Raúl Castro todavía están con vida y yo saldaría aquella asignatura pendiente.
Pude cumplir por fin con aquel anhelo postergado, que tenía asimismo otras inquietudes personales.
Una de ellas, tomar contacto con Alberto Granado, el gran amigo del "Che" que compartió durante siete meses una increíble aventura a bordo de "La Poderosa II", la motocicleta de Granado, con la que iniciaron un mítico viaje por toda América del Sur.
Tenía sin embargo dudas que dilucidar, Granado tiene hoy 88 años, ¿cuál sería su estado de salud? ¿Estaría dispuesto a recibirme? ¿Cómo lo contactaría?
En Internet, encontré la solución: el hijo de Alberto Granado es director del Museo de África, una institución muy visitada e importante ya que la mayoría étnica de la isla caribeña desciende de esclavos negros que fueron traídos para trabajar la tierra.
Una vez que llegamos a La Habana, lo primero que hice fue visitarlo en su despacho del museo. Me atendió con gran cordialidad pero me dijo: "Mi padre ya no atiende visitas, intelectualmente está entero, pero tiene deformaciones en las manos debido a la artritis, lo que le hace muy difícil firmar libros", ésta era la respuesta al pedido que le hice, de que en el libro del "Che", que narraba esa aventura: "Notas de Viaje, diario en motocicleta", desearía estampara su firma, como un recuerdo personal.
En mi rostro se debió haber notado la frustración, entonces me dijo: "No obstante haré la gestión ante mi madre, déjeme usted el libro e intentaremos que lo firme. Vuelva mañana a buscar su libro, a lo mejor tiene suerte, de todas maneras, mañana lo sabremos".
A la noche, cuando la música de salsa, mambos, cha cha cha y rumbas atravesaba el aire y llegaba nítida a mis oídos, en la habitación del Hotel Inglaterra en donde nos alojábamos en la Vieja Habana, desplomamos nuestro cansancio sobre la cama del cuarto, después de caminar todo el día, por ese verdadero museo a cielo abierto que es la ciudad de La Habana.
Pensé en los libros, que fueron dos, en que narraron su aventura Guevara y Granado. Cada uno llevaba su propio libro de bitácora y, en aquel momento, cada uno de ellos desconocía lo que escribía el otro. Luego me atrapó el sueño y ya dormido tuve una visión onírica del día en que Alberto Granado le propuso al "Che" embarcarse juntos en aquella aventura: "Cuando le hice la propuesta en 1951, Ernesto lanzó gritos de júbilo y se puso a bailar como un indio mandando al diablo su porvenir como médico" y luego opinó: "Ernesto era un hombre de una cultura impresionante para un joven de 23 años. Tenaz, pero además muy sarcástico. Siempre lo tenía que defender porque no era un tipo fácil de llevar... tenía mucho de cordobés"
Al día siguiente, bien temprano, partimos para el museo. Mientras caminábamos las cuadras que nos separaban del hotel nos preguntábamos: ¿nos habrá firmado el libro Alberto Granado? No tardaríamos sin embargo en dilucidar ese interrogante. La noticia que nos aguardaba era que Granado nos esperaba en su casa a las 17. Alberto hijo nos manifestó: "Mi padre no ha perdido su costumbre cordobesa de dormir la siesta".
Ese mismo día, el taxi que tomamos nos dejaba en la puerta de su casa, en la que vive desde 1960, en la que se radicó en La Habana. Su vivienda está situada en la misma cuadra de la casa del "Che" y en la que hoy vive una hija del célebre guerrillero.
Ya ubicados en el interior de la misma, vimos aparecer al aventurero cordobés en una silla de ruedas y con una cálida sonrisa de bienvenida. Minutos después, se sumaba Delia Duque, su esposa venezolana.
Durante tres horas dialogamos con ambos. En ese lapso saludamos a sus hijos y nietos que llegaban a su casa, después de cumplir con sus obligaciones laborales.
Allí, Granado -digámoslo así- desgranó sus recuerdos sobre aquella épica aventura que fuera llevada al cine por Walter Salles, en su película "Diarios de motocicleta", filme que completó los relatos hechos por el "Che" y Granado en sus respectivos libros: "Notas de viaje" del primero y "Con el ‘Che’ por Sudamérica" de Alberto Granado, aunque don Alberto manifiesta estar desconforme con el título elegido para su libro: "En realidad el diario de viaje o libro de bitácora no tenía nombre. La agencia literaria, la gente que trabajó conmigo en Letras Cubanas, le puso ese nombre un poquito en contra de mi voluntad. Por la palabra "Che", porque el viaje no fue con el "Che" Guevara, fue con Ernesto, pero yo estaba muy interesado en que se publicara y aspiraba a que no siguieran apareciendo "amigos" del Che, que nunca habían sido verdaderos amigos. Ni quería que se siguiera hablando del Che como un hombre lleno nada más que de virtudes, sino como un muchacho de 24 años, lo que era en realidad. Por eso acepté que tuviera ese título como una forma de que saliera al aire. Pero yo nunca pensé que tuviera el éxito que ha tenido en todas partes del mundo. Yo sólo pensaba en evitar que al Che lo siguieran endiosando, que a mi amigo Ernesto Guevara, lo siguieran transformando en un hombre sin ningún defecto".
Hablando del propio Granado le pregunté: ¿Qué me puede decir de sus realizaciones en estos 50 años que lleva viviendo en Cuba? "Aquí hice el doctorado en Ciencias en 1974. Fui fundador de la Escuela de Medicina en Santiago de Cuba y del Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria. En la actualidad soy asesor de la cátedra Che Guevara en Santa Clara, donde está enterrado el Che, y en Santiago de Cuba. También asesoro a otras cátedras en Argentina y Venezuela".
Granado, que había nacido en Hernando, a pocos kilómetros de Villa María, guarda muy gratos recuerdos de su tierra natal y también de Villa María, a la que asiduamente venía a bailar. Lo dijo con aire picaresco: "Conozco Villa María más de lo que usted supone, yo viajaba mucho a Villa María, no me perdía baile" y guiñando un ojo afirmó: "recuerdo entre otros conjuntos musicales al del Príncipe Negro".
Y luego prosiguió: "Déjeme decirle también que por esos años, en 1946, terminaron su escuela secundaria en el Colegio Nacional Deán Funes de Córdoba, Ernesto Guevara y mi hermano Tomás Granado. Ambos eran inseparables amigos. Con sus respectivos títulos de bachilleres bajo el brazo, recalaron en Villa María, donde el padre de Guevara les había gestionado un trabajo en la Dirección de Vialidad". Y completa la frase: "Conocí al ‘Che’ por mi hermano Tomás, en la época que estudiaban en Villa María para su ingreso a la Facultad de Ingeniería de Córdoba, cosa que nunca ocurrió porque, debido a un problema familiar, el "Che" renunció a su trabajo en Villa María y se traslada a Buenos Aires, donde se inscribe en la Facultad de Medicina".
Evoca también su paso por la Universidad Nacional de Córdoba, donde se graduó como farmacéutico en 1946 y como bioquímico en 1948.
Volviendo a sus recuerdos de aquella aventura, nos dice: "Para decidir la ruta usábamos el criterio de la improvisación. Pero, sin duda, había lugares que no podíamos dejar de conocer como Chuquicamata, los lagos del sur de Chile y las salitreras, así como el lago Titicaca y el Amazonas. Creo que fui el gran responsable de esta aventura, porque además puse el dinero para hacerla. Yo tenía una farmacia que me permitió ahorrar durante mucho tiempo para concretar el proyecto con el que venía soñando desde los 13 años"
El anecdotario producto de aquel viaje cargado de historias vuelve a tener vida merced al relato que a través de los años ha repetido, una y otra vez, don Alberto Granado.
No hay un orden en la exposición, no puede haberlo, la narración es interrumpida por alguna pregunta y otras veces es él el que interroga: "¿Ha hablado con mucha gente en La Habana?" pregunta. Me pone en un brete y entonces le contesto: "Sí, hablamos con muchos, son simpáticos y extremadamente serviciales”, y me escapo por la tangente, "pero lo que más nos impresionó en La Habana es su arquitectura, es un verdadero museo a cielo abierto."
No tengo dudas que don Alberto se dio cuenta de mi reticencia a contar lo que me decían los habaneros con que había tomado contacto. Entonces, como si adivinara, porque evité hablar del descontento que creí percibir, me dijo: "Fíjese, al principio estábamos solos en la lucha contra el imperialismo, hoy en cambio en América Latina, se han sumado Evo en Bolivia, Hugo Chávez en Venezuela y Correa en Ecuador. Esto es un triunfo para la Revolución Cubana".
Para conocer en profundidad aquel anecdotario pródigo en azarosas aventuras, sólo basta leer los libros del "Che" o de Granado. El de este último es sumamente descriptivo, el lector cree estar en las minas de Chuquicamata y navegar junto a los amigos en el Lago Titicaca, es además un libro divertido y ameno como la anécdota de Machu Picchu. Otra completa el juicio que Alberto Granado se había forjado de Ernesto Guevara. Granado deja testimonio de aquel momento: "Ernesto se destacaba por su sensibilidad social. Recuerdo que durante el viaje, celebramos su cumpleaños, fue en junio de 1952, en el leprosario de San Pablo, y dio un discurso latinoamericanista que me sorprendió. Hizo una síntesis del viaje, que llevaba 6 meses, y de lo que él había sentido en ese tiempo. Así me fui dando cuenta de quién tenía a mi lado. Curiosamente, mientras estuvimos juntos, nunca leímos el diario del otro, recién leí el de él, 30 años después de su muerte".
Un ruido de platos y copas, que llegaba de la cocina, me hizo consultar mi reloj, eran las 20 horas, la familia se preparaba para la cena. Creí llegada la hora de retirarnos, pedimos telefónicamente un taxi y mientras lo esperábamos comenzamos a despedirnos. Habían ya pasado 3 horas desde que llegamos y la mayor parte del tiempo había sido en el reino de la nostalgia y la evocación, tres horas en que los recuerdos se encarnaron en vívidos relatos de aquella aventura juvenil.
Escuchamos el anuncio de un familiar: "Ha llegado el taxi"
Cuando estreché la mano deformada por la artritis, la emoción me humedeció los ojos. Entonces Granado me dijo finalmente: "Partimos como una aventura, pero vimos tantas injusticias, que siete meses después, coincidimos en que una revolución era la única solución a tantas iniquidades. Recordé entonces la anécdota de Machu Picchu, donde el Che me dijo: ‘¡Una revolución sin tiros! Vos estás loco petiso’, y con una suave sonrisa remató: ‘Entonces de aventureros devenimos en revolucionarios intelectuales’. Era el primero y definitivo paso de Ernesto, el futuro ‘Che’ Guevara, camino a convertirse en una leyenda idealista y guerrillera".
Mientras el taxi marchaba rumbo al hotel, por un malecón nocturno, y se escuchaba sólo el ronroneo del motor y algún eco lejano de una trompeta que rasga el aire, yo ensimismado en mis pensamientos creí haber contemplado en el relato de Granado, el génesis de la transfiguración del "Che", convertirse en lo que es hoy, el paradigma del valor y defensa de los ideales, el ejemplo para la juventud del mundo. Y vi a Granado como el apóstol privilegiado que lo acompañó y cuidó en cada uno de aquellos días que sumaron siete meses de fraternal aventura.

Prof. Daniel A. Baysre

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