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El Peregrino Impertinente
Potosí supo ser la ciudad más grande del mundo. Eso fue durante la época de la colonia, cuando este municipio boliviano era desbordado por gentes llegadas de todo el planeta. La plata que brotaba del cerro Rico atraía a las muchedumbres, quienes a su vez disfrutaban los convenientes precios de zapatillas, remeras y camperas truchas. La camiseta del Barcelona con la 10 de Messi, por ejemplo, se trocaba por tres dedos de esclavo y un canario.
Hoy, Potosí cuenta con un precioso casco histórico que habla de aquellas épocas pasadas. Corazón de la urbe, está rodeado de villas y penurias que hablan de épocas presentes. Pero es en el centro donde los turistas pasan la mayor parte del día y donde están instaladas las agencias que venden excursiones de todo tipo. En ese sentido, la más solicitada es la que ofrece un paseo por el mismísimo cerro Rico, en el que el foráneo tiene la posibilidad de introducirse por los pasadizos de las fabulosas minas de plata. Recién entonces el visitante borra de su rostro la consternación que traía desde la frontera. Allí, algún pícaro le había dicho “Bienvenido a Bolivia, el país con las mejores minas del mundo”, para su alegría inicial y posterior confusión.
Entre Pizarro y Bisbal
Lo cierto es que recorrer esos túneles resulta toda una aventura. De pie, agachado, a gatas, uno descubre no sólo condiciones de trabajo inhumanas, sino también argumentos para preguntas incómodas ¿cómo puede ser que con tanta abundancia de recursos, la Nación andina sufra semejante miseria? Un minero del lugar, harto de las carencias de cada día, ensaya alguna respuesta: “No sé, pero algo debe haber tenido que ver el Pizarro ese, y todos los garcas que vinieron después desde España. Yo por las dudas no me compro un CD de David Bisbal ni en pedo”. Conciencia histórica, que le dicen.
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